La revolución de los árboles

 

dominical guerrero 6-3-16

Hace unas semanas, en un domingo de enero (que bien podría haber sido de abril), pude participar de una de las actividades más revitalizadoras y enriquecedoras que se pueden encontrar en un mundo tan frío y gris como el actual, cada día más desprovisto de emociones y experiencias reales que conecten directamente con la madre natura. Un buen amigo, que participa desde hace tiempo en la campaña Un voluntario, un árbol me animó a pasar aquella mañana de domingo plantando árboles, repoblando una zona a orillas del Río Turia. Desde estas líneas Luis, te agradezco enormemente el haberme empujado a experimentar aquello.

Para un gran amante del medio ambiente y la naturaleza como yo, la repoblación de bosques y espacios naturales era una asignatura pendiente que había pospuesto una y otra vez, pues siempre acababa priorizando los diferentes frentes abiertos de lucha en los que estoy inmerso. Erróneamente acabamos anteponiendo los problemas que creemos más cercanos y urgentes, olvidándonos de lo más importante: el medio que nos acoge y nos proporciona la vida. No nos damos cuenta que es inútil y absurdo luchar por derechos y libertades, cuando nuestra existencia en este planeta depende de qué tipo de relación mantengamos con él. Y, desde luego, no se puede decir que lo estemos tratando y conservando como merece. Seguimos creyéndonos que todo gira en torno a nosotr@s, que el planeta nos pertenece por derecho.  Hacemos gala de un burdo antropocentrismo insuflado a sangre y fuego por el criminal sistema en que vivimos. Y no podemos estar más equivocad@s.

Aquella mañana soleada del mes de enero, en la vereda del Turia , cargado únicamente con un bocata y una azada, después de mucho tiempo, volví a conectar con la Pachamama.  Durante las horas que pasé cavando hoyos,  trasplantando Tarays y Sauces dándoles la oportunidad de unir para siempre sus jóvenes raíces con la tierra que en unos años les convertirá en recios y frondosos árboles que formarán parte de esa red bronquial que nos regala la vida en forma de oxígeno, sentí que estaba cumpliendo con una deuda pendiente. Esa que tenemos la raza humana, tan destructiva y despiadada, con la madre tierra. Después de más de un siglo de un Capitalismo desenfrenado y depredador que ha contaminado el aire, el mar, los ríos, la atmósfera, deforestado bosques y reservas naturales, y provocado la extinción de miles de especies animales, la raza humana necesita sí o sí volver a conectar con aquello que un día le dio la vida. Repoblar bosques, es sin duda una magnífica forma de devolverle aquel regalo y de paso contribuir a alargar la vida de las especies animales que pueblan este maltratado planeta, ¡incluida la nuestra!. Una vida que se extingue a pasos agigantados por la acción devastadora de ese virus llamado especie humana. A veces, me pregunto qué nos queda de humanos…

Aquella mañana de domingo fue realmente mágica. Tuve además, la oportunidad de conocer a un grupo de personas, algun@s muy jóvenes, que estaban igual de entusiasmad@s que yo. Much@s de ell@s ya habían repoblado muchas veces, sin embargo, mantenían la misma mirada de emoción y de plenitud que yo, en esta mi primera vez. Plantar árboles es una clase de placer, una forma de ocio, que está al alcance de cualquiera. Un esfuerzo mínimo, en comparación con una recompensa, cuyo valor es incalculable: la vida. Una experiencia maravillosa, que cada un@ de nosotr@s debería probar alguna vez.

Esos 7 árboles que plantamos Luis y yo aquella mañana están, desde el primer segundo en que entraron en contacto con la tierra,  recompensándonos con kilos y  kilos de oxígeno cada día. En pocos años serán árboles fuertes que lucharán cuerpo a cuerpo contra la acción depredadora del ser humano. No se me ocurre pues, una forma más revolucionaria y efectiva de contrarrestar la muerte a la que nos aboca esa barbarie llamada Capitalismo, que sembrando más vida. Plantar árboles es crear nuevos “soldados” que combatirán la codicia y la acción destructora del ser humano, con toneladas de oxígeno.  El planeta no necesita un respiro, lo necesitamos nosotr@s. Los árboles son ese respiro. Un respiro que, por si fuera poco, nos proporciona más tiempo. Más vida.

Nunca lo olvidemos. Unámonos a la revolución de los árboles.

 

José Guerrero.
Autor del blog ‘La Pastilla Roja‘.

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