9 d’Octubre. SANT DONÍS Dia dels Enamorats, al País Valencià

«La mocaorà» tiene sus orígenes en el siglo XVIII. Se regala entre los enamorados el día de Sant Donís, el 9 de octubre

Ferran Vallés Morán.- La mocaorà tiene sus orígenes en el siglo XVIII. Se regala entre los enamorados el día de Sant Donís, el 9 de octubre.

La tradición de la “mocaorà” consiste en que el hombre regale a la mujer dulces hechos con mazapán que representan las distintas frutas y hortalizas de la huerta de Valencia, envueltos en un pañuelo (“mocador” en valenciano) que da nombre a esta costumbre. Una tradición muy relacionada con la gastronomía de Valencia.

La “mocaorà” se regala el día de Sant Donís, patrón de los enamorados valencianos, que coincide con el 9 de octubre, el Día de la Comunidad Valenciana. Esta tradición se practica sobre todo en la ciudad de Valencia y alrededores.

La historia de la “mocaorà” se remonta al siglo XVIII, y está muy relacionada con la historia de la fiesta del 9 de octubre. Cuando los Decretos de Nueva Planta, que llevó a cabo, Felipe V, después de la Batalla de Almansa, prohibieron festejar la entrada de Jaume I a Valencia el 9 de octubre, los confiteros de Valencia crearon dulces con la forma de los petardos prohibidos, los llamados “piulets i tronadors“. Junto a ellos se fabricaron también frutas y hortalizas de mazapán, en referencia a la fertilidad de la huerta valenciana y también a las hortalizas que los moros regalaron a la esposa de Jaume I, la reina Na Violant d’Hongria. Estos mazapanes se envolvían en un pañuelo y se regalaban a la mujer amada, y esta costumbre ha permanecido hasta hoy.

COSTUMBRE ANCESTRAL

Los expertos no se ponen de acuerdo y hay versiones para todos los gustos lo que hace el asunto más misterioso y excitante. Según unas fuentes, la piuleta y el tronador representan dos distintos diseños de los artefactos pirotécnicos tan apreciados por estos lares.

La reconquista de Valencia por el Rey Jaime I se celebraba cada 9 d’Octubre, con el lanzamiento de gran cantidad de tracas y cohetes que inundaban la ciudad de ruido y del olor acre de la pólvora.

Tras la Guerra de la Sucesión, el rey Borbón Felipe V, ganador de la contienda prohibió tales manifestaciones de júbilo. La rabia y el descontento popular fueron mayúsculos, sólo hace falta imaginar el lío que se organizaría hoy día si a un alcalde o presidente se le ocurriera abolir la Fallas por decreto ley.

No hubo más remedio que claudicar ante el poder y la fuerza del vencedor, pero el ingenio popular encontró una forma de burlar la odiosa prohibición. Fueron los reposteros valencianos los artífices de una protesta deliciosa y elocuente a la vez: modelar los dulces típicos de esas fechas, los suculentos mazapanes, con forma de cohetes y petardos: la piuleta y el tronador.

FALOS DE FECUNDIDAD

Otras fuentes disienten de dicha interpretación. El historiador Rafael Solaz, propietario de una nutrida biblioteca sobre temas valencianos, no ve «una relación directa entre las celebraciones con elementos pirotécnicos y los obsequios a las novias».

Aventura la hipótesis de que «tales figuras puedan tener un origen remoto, ancestral, procedente de una antigua tradición mágico-pagana relacionada con la fecundidad».

Según esta versión, la piuleta y el tronador representan los genitales masculinos y femeninos. «Su forma, en efecto, refuerza esta interpretación», subraya Solaz. «Es sabido que en muchas civilizaciones aparecieron exvotos con forma de falo que servían de homenaje a las diosas de la fecundidad. Estos exvotos eran ofrecidos por parejas que deseaban tener descendencia o por aquellas próximas a unirse en demanda de una fecundidad futura».

Sean representación de artefactos pirotécnicos o vestigios de ritos ancestrales de fecundidad y cortejo hay algo indiscutible, piuleta y tronador son dulces de alto voltaje calórico, hechos de mazapán, una fórmula árabe que combina la almendra y el azúcar.

EL PAÑUELO – EL MOCAOR

Y, por último, el pañuelo. Un aditamento que posiblemente se añadió a modo de envoltorio de la ofrenda y es aquí donde se muestra el espíritu práctico de una sociedad agrícola como era la nuestra. Algo hermoso y útil a la vez.

Hay que pensar que, a la sazón, el pañuelo no era un simple complemento decorativo de la moda como hoy día, sino una prenda básica en la indumentaria femenina, que se usaba igual sobre la cabeza que sobre los hombros y de otras formas.

Con la perspectiva de los siglos, la mocadorà se impone como el perfecto obsequio otoñal. Un puñado de dulce energía para afrontar los primeros fríos y una prenda vistosa para lucir garbo y estilo.

Por cierto, y, EN NUESTRO PUEBLO…!

La “PAÑUELÁ”, en referencia a la “mocaorà”, también se celebraba; algunas personas, seguramente, todavía la recordarán. Se conmemoraba, el 25 de Julio, qué casualidad, mira tú, SAN JAIME, lo mismo que nuestro Rey. Y ¿ qué se ponía dentro de esos entrañables “pañuelicos”?. Pues, según mis fuentes, “chochos”, tranquilos, …una especie de “rosegones”, acompañados, como los del “Cap I Casal”, de frutas de azúcar, o mazapán, según los bolsillos, y,…. Como era el Patrón del Estado Español, pues no lo iban a prohibir. Pues bien, a falta de nuestros novios, pues la mayoría de las veces, “habían de ser los padres, quien, para que fuera un día especial, nos trajera la “pañuelá”.

Los puestos de maderas y lonas, se colocaban en la Plaza del Pueblo, por unas personas venidas de Chiva, Turís, Casinos, y algún pueblo de la comarca. Y, sobre las aceras, donde, comúnmente, se ponían, todos los domingos, la Tía Edelmira, la Tía Presiá, o la Tía Miguela, a vendernos los cacaus, tramusos, sebollicas, margallones, torrats, pipas, regalisia, …en cucuruchos de papel de estrasa.

Un saludo mu cordial. Y, un beso muy fuerte a todos los amigos y amigas, de Mi Pueblo, en este día,  de las personas que seguimos creyendo que hay AMOR.

Fuente informativa buñolera: Teresa Morán Simón.                           Ferran Vallés. MESTRE Jubilat

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