Aquellas maravillosas Pascuas

locales

Erase una vez unas Pascuas en Buñol, de cuya historia me gustaría hablaros. Recordaré en estas líneas algunas tradiciones que han ido quedando atrás y que hacían diferentes y mágicas aquellas pascuas buñoleras, un cita que deseábamos que llegara cada año y que nadie quería perderse.

Recuerdo ser un mocoso de apenas 6 años y ya tener un “centro de operaciones” para pasar las Pascuas, comúnmente llamado “el local”. Un lugar donde las cuadrillicas de niñ@s, jóvenes y no tan jóvenes, nos reuníamos para dar rienda suelta a aquellas aficiones y pasiones que generalmente no podíamos experimentar el resto del año, o al menos no con la misma libertad,  en los habituales espacios públicos de ocio, regidos estos últimos por unas normas y unas limitaciones que no existían en el caso de los locales pascueros. De niños utilizábamos el bajo, el garaje o la casa vieja de algún familiar, y a partir de la adolescencia, reuníamos dinero y alquilábamos nuestro propio espacio. Durante las casi dos semanas que duraban las vacaciones de pascua, el local iba a ser nuestro hogar para todo.

Los locales de pascua eran al mismo tiempo  punto de encuentro, de destino y de socialización. Una socialización que se producía no sólo entre l@s amig@s de la misma cuadrilla, sino especialmente con el resto de cuadrillas que visitaban nuestro local. De esta manera se establecía un circuito recíproco de visitas a los locales de las diferentes cuadrillas, que permitía conocerse y compartir espacios, experiencias y borracheras con cuadrillas de otras edades.

Eran como refugios secretos, donde sabíamos que estábamos a salvo de la vigilancia de los padres, y donde podíamos de alguna manera rebelarnos contra ciertas prohibiciones, transgrediendo esas normas en un espacio común. De niños era escuchar música a toda hostia, fumarte el primer pitillo a escondidas, y darte el primer beso con la niña que te gustaba. Ya de adolescentes en adelante, el objetivo era pillar unas borracheras de aquí te espero durante las cuatro primeras noches, donde se hacía un tour por todos los locales de la cuadrillas de tu generación. Eran tiempos donde no existían las redes sociales, ni los whatsapps ni los e-mails. Todo era in situ, de verdad y en persona. Real como la vida misma.

El local servía además para volver a juntar en un mismo lugar a aquell@s amig@s que por unas circunstancias u otras (vivir en Valencia, mudarse a otros pueblos…) no teníamos oportunidad de ver prácticamente en todo el año. Cuando alguien de la cuadrilla no sabía donde andaba el resto, tenía la certeza de que yendo al local, se encontraría con parte de la peña pascuera. Ni había teléfonos móviles, ni falta que nos hacía. El local tenía la magia de reagruparnos a tod@s.

No sé exactamente en qué momento desapareció la costumbre de juntarse las cuadrillas en torno a los locales de pascua. Tengo la impresión de que fue algo progresivo, aunque cuando empezó ese declive, no tardó mucho en desaparecer, seguramente por varias razones. La primera quizá, fueron los destrozos y desperfectos que la chavalería adolescente y “aborregaica” solíamos hacer en muchos de los locales que alquilábamos. El alcohol encendía nuestros instintos más primarios, y algunas casas resultaron dañadas. Los propietarios, como es normal, se hartaron y dejaron de alquilar sus espacios. Quizá los vecinos tampoco ayudaron. Además de esto,  llegó a Buñol la moda de aprovechar las pascuas para hacer alguna escapada fuera de Buñol, irse de acampada, de viaje… La cosa es que poco a poco fuimos viendo que ese modo de vida pascuera entorno al local desaparecía como lugar de encuentro, de cohesión y de reunión para las cuadrillas.

Junto a esto fueron desapareciendo otras costumbres pascueras como la “encalá” de las calles, donde la noche del primer sábado pascuero pintábamos con cal los nombres de nuestras cuadrillas en el pavimento (y a veces donde no tocaba) y que fue prohibida por ordenanza municipal incluso antes de desaparecer los locales. Recuerdo con cariño que incluso después de ser prohibida, los años siguientes, todavía hubo alguna cuadrilla que se atrevió a desobedecer e inmortalizar su nombre en las calles de Buñol. A la mañana siguiente podíamos ver las calles de Buñol decoradas con los nombres de las peñas que había entonces: los veteranos “Pucheros”, los “Sarsales”, los “Aliagas”, los “Witos fly”, los “Panojas”, la peña “Chocolate sexy”, “Joe Bar”, cuadrillas de chicas como las “Pescateras”, las “Pepas” y como no, la nuestra, l@s K-3. Pudimos ver imágenes de estas irrepetibles pascuas gracias al gran trabajo de recopilación que realizó Pegua Ruiz hace muy poco plasmado en una exposición de fotos, a través de las cuales, tod@s l@s buñoler@s (l@s que vivimos aquello y l@s que no) pudimos recordar cómo se vivían aquellas pascuas y todavía más allá: las pascuas en blanco y negro que vivieron nuestros padres, ahora ya convertidos en abuel@s.

Aquella época, donde existía un verdadero sentido de pertenencia a la cuadrilla pascuera, parece que se ha perdido. En la actual era de la comunicación virtual, da la sensación de que para l@s niñ@s y jóvenes de hoy ya no caben esos momentos reales de compartir espacios y experiencias como aquellas. Todo ha cambiado, casi siempre a peor. Recuerdo ir desde muy pequeños, sol@s y sin padres,  a los lugares típicos para pasturar la mona. A algunos de ellos como La Violeta y el Bolot ya no se va, porque han sido sustituidos por otros más cercanos y cómodos para ir en familia, pero no en cuadrilla. El kit pascuero: la cantimplora, los pitos, las zapatillas de “estrene” y el trayecto a pie hacia esos lugares cantando canciones, me temo que han pasado al baúl de nuestros recuerdos. No está de más, pues, que de vez en cuando hagamos memoria para recordar lo que una vez fueron unas fiestas inolvidables.

Jose Guerrero Moliner
Ex-pascuero nostálgico

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  1. Mil millones de Gracias por acordarte de Las Pepas. Sin duda maravillosos años. Local, cuadrilla, ato de estrene para Pascua, y mil y una experiencias, locales míticos como la cueva o peregrinaciones varias a locales desde la calle el río al barrio la bota, en ocasiones andando. Me ha encantado tu post. ❤️

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