¡¡Ay, Valentín!!

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¿Quién te iba a decir cuando ejercías en la Roma del siglo III y que, según cuenta la leyenda, desafiaste al emperador Claudio II al celebrar matrimonios clandestinamente entre jóvenes enamorados en contra de la ley, que por aquel entonces prohibía a los soldados contraer matrimonio (en la opinión del emperador, los jóvenes sin familia eran mejores soldados), hecho que te costaría el encierro, y que ni tan siquiera el milagro que obraste con la hija del carcelero, ciega de nacimiento, a la que devolviste la vista, te salvaría de ser decapitado el día 14 de febrero del 270 d.C.? ¿Quién te iba a decir a ti, buen Valentín, que ese día en el que “perdiste la cabeza” fue elegido por la Iglesia Católica para la celebración del día de los enamorados? …Da que pensar.

Claro que, puestos a elegir (y creo que estaremos de acuerdo), en esta ocasión me quedo con la melosa celebración con postales, bombones, flores y “senica romántica”, a la fiesta orgiástica que por aquellas fechas se celebraba en Roma mucho antes de que la Iglesia Católica la solapara, tal y como hizo en tantas otras fechas de celebración de fiestas paganas (Navidad, Semana Santa, etc.).

En aquellos tiempos en la Antigua Roma, el 15 de febrero los romanos celebraban la fiesta de Lupercalia en honor a Lupercus, divinidad con figura de cabra y símbolo de la potencia sexual, protector de los pastores y sus rebaños y como homenaje a la loba que amamantó a los gemelos Rómulo y Remo (destinados a fundar Roma según las antiguas leyendas). Los sacerdotes, que solían ser elegidos entre adolescentes que vivían de la caza, sacrificaban a una cabra y a un perro, y luego de desollarlos propiciaban latigazos a las mujeres con las propias pieles de los animales recién sacrificados.

Por su parte, las mujeres se alineaban en filas esperando a recibir latigazos en sus cuerpos desnudos. Los romanos creían que este tipo de violencia física, durante estos días, estimularía la fertilidad de sus damas. Posteriormente se llevaba a cabo una rifa en la que cada hombre sacaba el nombre de una mujer, y las parejas estaban destinadas a copular mientras duraran las festividades.

¡¡Ay Valentín!! Pasados 200 años desde tu muerte, fue el Papa Gelasio I quien, en el año 494 d.C., te proclamo “Patrono de los enamorados”, para así poder acabar de una vez con tales celebraciones paganas.

Como fiesta religiosa fue celebrada a lo largo de los siguientes 15 siglos (hasta 1969), año en el que, bajo el pontificado de Pablo VI, la Iglesia Católica decidió eliminar San Valentín como festividad, pasando a ser esta una fiesta con santo pero sin celebración. Claro que por aquel entonces la comercialización del día de San Valentín como fecha del Día de los Enamorados ya estaba instaurada en la sociedad de consumo.

La primera tarjeta comercializada que se registra fue creada en 1840 en Estados Unidos. Y en lo que respecta a España, esta fiesta se empezó a celebrar a mediados del siglo XX con el motivo de incentivar la compra de regalos. San Valentín llegó a España de mano de la cadena de grandes almacenes “Galerías Preciados”, desaparecida a finales de 1995.

Hay que mencionar que los Valencianos celebran su propia fiesta de los enamorados, que data del s. XVIII. Esta se celebra el 9 de octubre, día de San Donís. Se le conoce como día de la “mocaorá” (pañuelada), en donde los hombres regalan a las mujeres un pañuelo en el que hay envueltos dulces hechos con mazapán de distintas formas y colores, que representan las frutas y hortalizas de la Huerta Valenciana… pero esa es otra historia.

¡¡Ay Valentín, si supieras cuantos suspiros despiertas…!!

Mª José Pérez Carrascosa
Curiosa por naturaleza

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