Caminos hacia la música (Vol.1)

n17 rock

En una ocasión hace tiempo ya salieron a relucir las epifanías(1), y hoy, en esta suerte de caótico anecdotario pedagógico, me gustaría comentar otro efecto de bombazo en el proceso de aprendizaje, emocionalmente potentísimo, y tremendamente efectivo. Imagino que será extrapolable a casi cualquier disciplina instrumental o incluso teórica, pero yo lo voy a contar desde mi punto de vista, en este caso desde la batería.

Cuando somos niños nos apuntan al Solfeo. Que está muy bien. Luego elegimos, o nos eligen, un instrumento, y se nos enseña a tocar desde el punto de vista académico casi en su totalidad. Genial. Pero… yo quiero tocar la batería en una banda de rock and roll.

Somos niños, no tenemos ni idea de nada, sabemos que nos gusta el rock, que tenemos unos palos en las manos, y ya está.

La primera anécdota fue una clase(2) improvisada, espontánea, y que nunca olvidaré. Me la dio Topete, cantante y guitarrista de los Noli Me Tangere(3). Allá por el 92 o 93, él me dejaba ir a tocar la batería a su local, y yo iba, y me repasaba las lecciones de caja para la escuela, e intentaba hacer algo con aquel amasijo de tambores, platillos y pedales… hasta que un día vino y me dijo –¿pero qué haces? A ver, intenta acompañarme…– (me explicó un poco como iba la batería en el rock, “pun chán punpunchán”), y me cambió el chip completamente cuando vi que era capaz de seguirle un poco. Esos quince (o más, porque a mí se me pasó volando) minutos que me dedicó desinteresadamente y de buen rollo hicieron más labor pedagógica que horas y horas de academia. Rompió el estancamiento desatando una furia de pasión rockera.

La segunda fue quizás al año siguiente o dos después: una mañana de verano estaba practicando ritmos estándar con la batería de Los Feos, y estaba allí estudiando también Perellas, batería de los Txamaracana. Se puso conmigo a tocar la batería, y empezamos a hablar de ritmos de estilos, y también desinteresadamente y de buen rollo aprendí una barbaridad, un buen punto de partida. –Los punkis es más así… los Jevis es más asá… el Trash es más tupatupa-tupatupa….etc. Ver a músicos a los que admiras hablando en tu idioma da mucha esperanza y carga las pilas.No hay dinero en el mundo para pagar estas dos “clases”.

El punto de reflexión es que, lo importante en estos casos, muchas veces, es el hecho de que alguien dedique un rato a tocar contigo de buen rollo, que comprenda por donde vas o quieres ir (musicalmente hablando). Esa comprensión y esa afinidad sobre algo que muchas veces ni los propios profesores saben (sabemos) com-prender (porque estamos en otras ondas) es algo que como músicos debemos tratar de encontrar y afrontar, para favorecer a los demás, echar una mano a los que vienen detrás, y contribuir a un mundo musical global y sin prejuicios absurdos.

Un poco de atención saliendo del atril a veces hace magia.

1 En referencia al momento en que escuchas algo que cambia tu percepción sobre la música, y decides dedicarte, o al menos ir más en serio con ella.
2 No debe entenderse como una clase al uso, sino como un momento espontáneo y sin preparación ninguna.
3 Grupo del que yo era fan letal desde la más tierna infancia.

Enrique Hernández Pérez.
Músico multiusos.

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