Caos y oscuridad

Siempre que escribo, me gusta escribir en positivo. De vez en cuando meter una pullita a algo o alguien que considero que perjudica al avance del mundo artístico en general, o en particular de nuestra comarca o pueblo, pero hoy el artículo va a ser muy negro.

Negro porque está basado en la oscuridad, pero no en la oscuridad en sentido figurado, sino en sentido literal. La oscuridad que ha envuelto al Conservatorio de Buñol en la primera semana de clases de este curso. Una oscuridad con mayúsculas. Una oscuridad vergonzosa. Una oscuridad intolerable.

Escribo este oscuro artículo para despejar dudas y eximir de toda culpa a tod@s l@s profesionales que conmigo trabajan: 19 profesores, 1 conserje y 1 personal administrativo.

Este verano, Iberdola cambió el contador de la luz que suministra electricidad a las instalaciones en las cuales ejercemos nuestro oficio. Un oficio basado en las artes, donde hace falta luz para leer partituras, y hace falta energía para hacer funcionar los equipos que utilizamos en las aulas (pizarras digitales, ordenadores, equipos de audio, teclados electrónicos, etc). La luz está saltando, puede parecer una pequeña molestia pero no, es algo trágico.

Este año somos, en el área de Lenguaje Musical, un equipo pionero en la utilización de los recursos de Aulavirtualmúsica. Un sistema puntero de pedagogía que utiliza las nuevas tecnologías en la enseñanza, y prácticamente todo nuestro material se mueve por internet a través de ordenadores. No ha sido posible utilizarlo si se va la luz cada 5-8 minutos… además perdemos las sesiones, los diarios de clase, y el trabajo a tiempo real en el aula queda inconcluso. Se han tenido que suspender el primer ensayo de Orquesta, la primera clase de Cultura Audiovisual no ha podido llevarse a cabo, y las clases de Lenguaje Musical, que funcionan mediante pizarras digitales, sobre las cuales el profesorado hemos recibido formación cualificada, para así poder abandonar la tiza y la arcaica pizarra, y poder trabajar más rápido, con más solvencia, y de una manera más atractiva para los estudiantes, han sido un impotente espectáculo de quiero y no puedo1… o mejor… quiero y no me dejan.

Los estudiantes no deben nada, de hecho, pagan por estudiar en uno de los centros más punteros de la provincia, que, según avalan las estadísticas, es de los que más alumnos meten en los ciclos superiores de toda España, en porcentaje.

A mí, como profesional de la enseñanza que soy, se me debería caer la cara de vergüenza después de lo acontecido en estos tres días que llevamos de curso, pero no se me cae. Tengo muy claro que la culpa no es mía. 

Yo, como profesional que ama su profesión, tengo todas mis clases preparadas, mis materiales a punto para ser impartidos, y todos los recursos de mi aula, profundamente digitalizada, en pleno y perfecto funcionamiento (y estoy seguro que tod@s mis compañer@s también), como la Estrella de la Muerte. Pero en la Estrella de la Muerte no se iba la luz cada dos por tres.

Personalmente me parece muy fuerte, por no usar palabras más gruesas, que se impida a los profesionales, no por gusto sino por dejadez, que desempeñen su oficio como toca, con profesionalidad. No es en absoluto de recibo que los 41 estudiantes que recibimos este año en primer curso se encuentren con que en su centro los aparatos no funcionan, que tengan que salir de clase a pasillos oscuros porque para que no salte la luz en las aulas tenga que estar todo apagado, que cuando se hace de noche no se puedan poner en marcha las luces del jardín porque salta la luz en todo el edificio.

Y todo eso sin contar que ha empezado el curso sin profesor de trompeta, después de toda la vara y la premura que, al menos desde la CGT, hemos estado dando durante todo este año, instando a la valentía y a la acción, en favor de los estudiantes, siempre.

Y después de todo este rollo, de estudiantes desencantados, de clases sin poder llevarse a cabo, de temporalizaciones pedagógicas frustradas (al menos en mi caso)… ¿de quién es la culpa? Mía seguro que no, porque yo he hecho los deberes, y mis compañer@s también. Yo solo digo que este pueblo tiene una concejalía de Conservatorio, una de Personal, y una de Patrimonio. ¿Dónde están? Que cada cual saque sus propias conclusiones. 

Yo seguiré dando mis clases lo más profesionalmente posible aunque sea con piedra y cincel. Aunque tenga que copiar a mano los diferentes estudios bajándolos de la nube y grabar en mi casa los acompañamientos… Ahora mismo me estoy descargando en físico todo el material audiovisual (que no es poco) que voy a utilizar mañana en clase. Estoy echando horas, que por cierto, nadie va a pagarme, y por supuesto, nadie me va agradecer. Pero esto es mi oficio, y lo amo, a pesar de que la indolencia política me lo ponga difícil. No voy a cejar, y si escribo esto es porque quiero que se sepa mi punto de vista sobre algo que considero sagrado, y las excusas que puedan venir no son sino excusas, nada más. 

Durante mi etapa como estudiante he tragado mucha mierda, muchísima… han sido los años de los peloteros de Rita al mando de los conservatorios, y de los profesores déspotas y acomodados, y las instalaciones más penosas, sin recursos… no voy a consentir que los estudiantes a mi cargo pasen por eso, nunca, por encima de mi cadáver.

Los que amamos de verdad la enseñanza de las Artes no nos vamos a rendir, pero tampoco nos vamos a callar.

PD: Justo antes de enviar este artículo me acaba de comunicar el Concejal de Personal que se va a solucionar provisionalmente a partir de mañana (Jueves 27). Cosa que agradezco. No obstante, no puedo reprimir el deseo de publicarlo, porque el mal ya está hecho, y el concejal de Conservatorio no se ha manifestado a las diferentes quejas en las redes sociales en la fecha de envío de este artículo. Ni está ni se le espera.

Enrique Hernández Pérez
Profesor de Lenguaje Musical, Hª de la Música, Cultura Audiovisual
y director del Coro del Conservatorio Profesional San Rafael de Buñol

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