El carnaval tiene lugar entre febrero y marzo, con fecha variable según el año y se suele terminar el Miércoles de Ceniza, que es el último día antes de que empiecen los 40 días de ayuno y abstinencia católicos conocidos por Cuaresma. En la noche del carnaval todo vale y dice la leyenda que por eso se ponen máscaras.
Vicente Pérez Soler, nos cuenta en La Hoya de Buñol: La Tierra y El Hombre, editado en 1974, cómo se desarrollaba en los pueblos de la Hoya. En Buñol Lo iniciaba la fiesta de las “Murgas”, que según este autor se celebraba sólo en Buñol, y la de los disfraces. El conjunto de las “Murgas” estaba integrado por una serie de jóvenes bajo el mando de un director que componía, a veces, la letra de las canciones, siempre alusivas a hechos o circunstancias relativas a la comunidad o vecinos. Los instrumentos imitaban, ingeniosamente, clarinete, trompeta o saxofón, pero hechos de caña perforada y obstruida una salida con papel de fumar. Un bombo y tapaderas de pucheros de cocina eran empleadas como platillos. Los disfraces individuales o en conjunto, aludían a diversos motivos de la vida o de las costumbres, cuadros satíricos sobre personas. Leonardo Mas contaba, según se indica en el libro, cuando se parodió al tío “Algodonero” al grito típico de éste: “beta, goma e hilo y medias para las mujeres, caladas”; al terminar la parodia el tío “Algodonero” buscó insistentemente al burlador que le huía, hasta que llegó a conocimiento de todo el pueblo. Ambos eran fuertes, y al final el burlador, receloso porque se tomara la broma por cobardía, permaneció en uno de los casinos a la espera del tío “Algodonero”; cuando se anunció la llegada de éste, la gente se agolpó curiosa y con un gesto de tragedia en sus rostros; frente a frente, por fin, los dos hombres, gritó el tío “Algodonero”: “Chiquio, cuánto m´hais hicho corré, total pa na, pa envitar a tú a una copa po lo bien q´hais estau”).
La cabalgata o desfile daba ocasión también a la burla o sátira de lo político y religioso. Durante la semana, hasta el domingo de cuaresma, se celebraban bailes familiares en el teatro Penella o en los casinos musicales o en los centros políticos, durante la noche, con los disfraces que exhibieron en el desfile, y se repetía la alegría y el jolgorio con el recuerdo de los acontecimientos más graciosos de las fiestas.
Al llegar el Miércoles de Ceniza se cerraban las fiestas con el “Intierro de la Sardina”. Por la tarde se lanzaba el pregón: “Esta noche, a las diez, igual que toos los años, se celebrará el Intierro de la Sardina, saliendo del callejón del Padre Bernat. Rogamus a toos guarden un perfecto orden durante el recorrio de siempre, por la vuelta de la prosesión y una ves terminao, en nuestra plasa, avisamus que se vayan a dormir los débiles, purque a partir d´ese momento ya no respondemus de los sebollasus y gatasos. Haymus dicho”. El festejo de carácter satírico-burlesco, por el comienzo del ayuno, se materializaba por una comitiva presidida, muchas veces, por un individuo montado en burro que tocaba la bocina para que acudieran las mujeres a las puertas de sus casas, propinándoles un susto, seguido de una congregación de encamisados desde el cuello hasta los pies y una funda de almohada colocada a modo de turbante, totalmente embadurnados de harina el rostro y con un farol en la mano y en el centro, llevada por cuatro hombres de los más juerguistas desfilaba una caja en forma de ataúd, conteniendo una sardina, o bien era una cruz con una sardina clavada en ellas. Otras veces desfilaba una escalera disimulada, y de entre los peldaños afloraba la cabeza de “Juaneto” y se añadía un bulto, simulando un cuerpo de muerto sobre un lecho que andaba solo. La comitiva marchaba entonando cantos que eran parodia del De Profundis y a cada réquiem disparaban un cohete. De regreso ya al punto de partida, como por encanto, desaparecían faroles, cirios, etc., y se armaba una batalla de cebollazos o remojones con agua de olivas “sapateras” fenomenal, y terminaba todo el ciclo del carnaval.
Carmen Manzano Criado contaría hoy con ciento cinco años. Con noventa y cuatro, recogimos sus recuerdos de esta fiesta y gracias a su buenísima memoria conocemos algunas de las letras de las murgas de la época:
“Las peñas se inventaban las letras y luego las iban cantando”:
Si en el cine te magrean ten cuidado
no te vea la pareja que hay al lado
que si tu madre se entera ¡ay Jésús!
que a ti te tocan el parrús
cuando se apaga la luz.
Las chicas de Buñol ya no se fijan si bailas bien,
si tocas un fostró,
si tocas un fostró, ven a sacarme y bailaré.
Pero te dicen llévame prieta,
si no me pierdo yo el compás,
si las aflojas no se conforman
y ellas te dicen qué frío está.
En el cine señores, la alegría de algunos festeantes
que van al cine a tocar el calmante
y la novia con mucho disimulo
se la empina el cachirulo, que está al ladito del ojo,
entonces dicen las mozas ¡ay que me mojo,
ay que me mojo!
Claudio García Rehués.
Autor del blog bunyul.com