Dana (II): Cuando la naturaleza impone su fuerza

Han pasado 5 días tras la DANA, me atrevo a pasear por Buñol para ver la huella que dejó la lluvia intensa. Desde la plaza del pueblo camino hacia el molino Galán para acceder al paseo fluvial, pronto veo el primer puente destrozado. Ya nada es como era, el río en su apogeo fluvial ha cambiado el paisaje y se puede sentir la fuerza del agua en la roca mordida. Hay cierta belleza en lo salvaje. 

No puedo continuar y me desvío por la piscina hacia el paseo de San Luis. ¡Es impresionante!, el puente de La Jarra, la carretera rota, los árboles arrancados, es extraño, como si regresara, después de un largo viaje, a un pueblo abandonado.

Me pregunto: ¿será un mensaje de la naturaleza? Tantos visitantes invadiendo los paisajes antaño tranquilos, la Cueva Turche, la Cueva de las Palomas, el charco Mañán, el charco Paraíso, La Jarra, el puente natural… ¿Nos estarán diciendo algo? Es complicado acceder ahora a esos parajes.

A veces se nos olvida que nosotros también formamos parte de la naturaleza. Nuestro organismo humano está incluido en un organismo superior que es la Tierra, que a su vez pertenece a un organismo superior que es el sistema solar y éste a otro mayor, el macrocosmos. 

Lo que ocurre en un sistema afecta inevitablemente a los demás sistemas y es importante tener humildad para reconocer que el planeta puede seguir existiendo sin nosotros pero nosotros no podemos sobrevivir sin él, la prueba está en que aparecen y desaparecen especies y el planeta sigue. 

Podemos acabar con nosotros mismos pero no con el planeta y nos lo deja claro con cada terremoto, con cada erupción volcánica, con cada huracán, con cada tempestad y con cada inundación.

Creo que la naturaleza está tratando de decirnos que no vamos por el buen camino, que no se trata de  hacer un pulso para demostrar quién es superior, el reino mineral, el reino vegetal, el reino animal o el reino humano, sino de coexistir en armonía.

Tenemos una gran capacidad de adaptación y una catástrofe es una oportunidad para dar un salto, para estar más atentos a la naturaleza, para unirnos y dejar de ocasionar más dolor con guerras interminables que siembran el terror, el dolor, el caos y la destrucción. ¿Qué sentido tiene la vida si no la vivimos?

Parece que le hemos dado la espalda a la naturaleza y quizá la salvación esté en volver a observarla, volver respetarla, volver a amarla. Utilizarla como espejo donde mirar cómo somos nosotros mismos.

La luna representa lo mental. Con sus ciclos nos recuerda que somos cambio y podemos aprovechar las  distintas fases de la luna para armonizar nuestras distintas fases. Durante la luna nueva y la luna llena la energía de cambio es más potente y podemos aprovechar esa energía para hacer cambios.

El sol nos da luz y calor, favorece la energía de la acción. Podemos sintonizar nuestro ritmo con el ritmo solar, aprovechar la oscuridad para descansar y el amanecer para renacer.

Como humanos tenemos la capacidad de la imaginación, la visualización y la intención, juntando estas capacidades podemos influir directamente en nuestra salud, en nuestra forma de estar en el mundo.

Hay una mente inferior y una mente superior, una conciencia individual, una conciencia grupal y una conciencia universal que va más allá de lo que podemos llegar a comprender. Lo superior puede ordenar lo inferior y lo inferior no tiene capacidad para desordenar lo superior. Hay una especie de jerarquía que ordena y armoniza la energía que es el motor de la vida. Lo físico es lo más denso, le sigue lo emocional, lo mental y lo espiritual que es lo más sutil.

Podemos conectar la mente inferior con la superior haciendo un ejercicio de visualización que consiste en imaginar un sol en la frente que ilumina todo el cerebro en color naranja y llevar ese sol hasta nuestro corazón que, con su latido, lleva esa luz solar a cada átomo y a cada célula del cuerpo. Imagina que todo el cuerpo se vuelve luz y después puedes devolver esa luz al cosmos, a la fuente de la que emana la vida.

Cerrar los ojos, hacer 3 respiraciones conscientes, pensar en el sol, imaginarlo en nuestro entrecejo y conectarlo con el sol del corazón, es una visualización que nos ayuda a estar centrados, presentes y atentos. En ese estado de presencia la persona está alineada, cuerpo, mente y cerebro se unen y se da una coherencia entre mente, emociones y acción. Cuando nos convertimos en un elemento ordenado la energía fluye fácilmente en nosotros y se resuelven los conflictos a nivel de la personalidad.

Somos dispersos, aunque queremos ser coherentes, la mente disfruta divagando, viajando del pasado al futuro. No podemos influir en el pasado y el futuro es una proyección irreal, ser capaces de mantenernos presentes genera armonía. Cuanta más armonía más posibilidades de que haya coherencia entre lo que pensamos, lo que sentimos y lo que hacemos.

La meditación es una buena estrategia para afrontar las dificultades de la vida, nos ayuda a conectar con nosotros mismos, genera calma y lucidez con la que observar como testigos lo ocurrido. 

Una vez en ese estado te invito a reflexionar sobre las siguientes preguntas:

¿Quién era yo antes de la catástrofe? ¿Cuál era mi principal queja? ¿Cuál mi principal fuerza?

¿Qué es lo que más lamento haber perdido?

¿Cómo vivo la pérdida?

¿Cómo me relaciono con lo que sucede? ¿Tengo una actitud de víctima o de aprendiz?

¿Quién quiero ser después de esto?

Quizá esto que te está pasando tiene más sentido de lo que parece a simple vista, aprovecha para hacer una pausa y preguntarte qué quieres, hacia dónde quieres dirigir tu vida y cuáles son las oportunidades que te trae este cambio impuesto, de ese modo tu cerebro activará su creatividad para mostrarte el siguiente paso.

Blanca Marzo Zanón
Coach de salud

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