De maldiciones, cuentos y leyendas urbanas

n19 historia tomatina

Maldiciones son pocas las que son efectivas, pero las que por casualidad aparentemente se cumplen dan mucho que pensar. Una de las más curiosas que conozco es la de un húngaro, entrenador de fútbol del Benfica de Lisboa y que tras ser cesado a los pocos días de haber  ganado el Benfica la segunda  Copa de Europa  de su historia, en tono  solemne,  les dijo “Estoy vacío, sin mí el Benfica no ganará un título europeo en cien años”. Será también por casualidad, pero desde entonces, y esto fue en el año 1962, ha perdido ocho finales europeas (cinco de la Copa de Europa y tres de la UEFA).

Cuentos, narraciones cortas que reflejan aventuras, viajes de final casi siempre feliz, Aladino y la Lámpara,  Barba Azul, Alí Babá y los 40 ladrones, Blancanieves… Leyendas urbanas, estas las hay en todas partes. La del buzo que estando en el mar es absorbido por un hidroavión que coge agua para sofocar un incendio y que lo echa encima del fuego con trágicas consecuencias. La niña que al cambiar de casa (siempre una casa sombría), se hace amiga de un niño imaginario. La archiconocida leyenda de “la chica de la curva”, que viene apareciendo desde épocas medievales, cuando las autopistas eran caminos de tierra y los coches carros y carrozas. En Buñol, como no podía ser de otra manera, también tenemos de eso. Cuentos, el de Mariandula, la niña que tras asistir a un entierro, su padre la envía a comprar a la carnicería hígado para la cena, pero que en el trayecto pierde el dinero y al ponerse a jugar con sus amiguitas se le va “el santo al cielo” y cuando se da cuenta se ha hecho casi de noche, por lo que toma una resolución de todos conocida. “Mariandula, Mariandula, voy por el tercer escalón…”

Leyenda urbana también tenemos, como no podía ser de otra manera, para La Tomatina. Corría el miércoles 29 de Agosto de 1956 (este Agosto se cumplirá el 60 aniversario), Buñol en Fiestas. En la Plaza, y arreglo con el  Programa, a las 11 de la mañana cucañas y festejos populares. Dentro de estos, y como años anteriores y de forma clandestina, La Tomatina. Sin saber cómo ni porqué aparece un falangista vestido completamente de blanco (uniforme de gala de los del movimiento), vamos, especial “pa pegarle un tomataso”, y se le pega. Esto hace, según la versión oficial, que se formule la consiguiente denuncia ante las autoridades y que el año siguiente se prohibiese La Tomatina, armándose la marimorena, con lo del “Entierro” y toda la película que se montó.

A principios de los años 70 pude hablar personalmente con el Concejal del Ayuntamiento de Buñol ponente de Feria y Fiestas, como se decía entonces, y me comentaba que a ellos (al Ayuntamiento) la prohibición también les cogió de sorpresa. La denuncia viene desde Gobernación y, dado que La Tomatina no tenía carácter oficial, pues se quita y punto.

¿La denuncia? ¿Quién pone la denuncia? ¿Un falangista? ¿Qué pinta un falangista un miércoles de Agosto, día laborable en aquella época, vestido de uniforme de gala por Buñol, cuando ese uniforme únicamente se usa tres o cuatro veces al año, 1 de Abril, 18 de Julio, 20 de Noviembre y día de San Fernando? Los uniformes que normalmente empleaban eran uno de color marrón usado en campaña, y el más común, que era el clásico azul, como los que veíamos en el Ramón La Porta de Buñol, o en el Francisco Franco de Alborache.

Entonces, ¿quién fue el menda del tomatazo que efectivamente denunció la “agresión”, pero no en Buñol, sino en Valencia, en Gobernación? Simplemente fue un señor que estaba ese día (repito, laborable) trabajando, que vestía de traje (posiblemente de color gris, como casi todos los de su gremio) y que era un representante de tejidos que salía de la tienda de Casero (hoy L’andana) y que al cruzar la calle se topa con la “clandestina”, desde entonces “menos clandestina”. Gobernación pasó la nota de prohibición al Ayuntamiento y este lógicamente acata la orden: “este año no hay Tomatina” y el pueblo dice: “este año hay entierro”.

En las Leyendas Urbanas no existe carnet de identidad, no hay pasaportes, no hay partida de nacimiento ni libro de familia, siempre son “una chica”, “un hombre”, “una niña”, “un buzo”, “me han dicho, que has dicho, que te he dicho” , “una pareja”, “alguien”… En la nuestra tan poco hay DNI, no hay pasaporte no hay… los personajes son “un falangista”, “un representante”, ”un vendedor”, cada uno que elija el que más le convenga, mi versión es la que me contaron y así os la cuento.

Manuel Roca Vallés
El teorema del punto gordo

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