¿De qué equipo eres? Soy del Buñol

Mi afición al deporte viene desde bien pequeño. En mi casa estaba muy presente: mi padre entrenador de balonmano, mi madre una de las encargadas de los encuentros deportivos comarcales, mi tío Jovi jugador de fútbol, mi abuelo Pedro era uno de los periodistas que seguía la actualidad del Club Deportivo Buñol… En definitiva, el deporte me rodeaba por los cuatro costados. Jugué a fútbol y a balonmano, hasta que en un momento dado tuve que elegir. Me decanté por el balonmano, por aquello de que mi padre estaba metido en ello, pero siempre miraba de reojo todo lo que pasaba en el mundo del fútbol. Veía partidos, incluso jugué en las ligas de verano con el mítico equipo «Finisterre». También durante el año, los domingos, subía con mi padre a ver al Club Deportivo Buñol en el viejo Beltrán Báguena. Recuerdo que se sentaban en las gradas donde daba el sol –en la parte del Barrio Gila–. El aroma a puro lo conocí en aquellas tardes. Aunque lo nuestro eran las pipas del kiosko de Vicente, normalmente las de «Churruca» –con un poco más de sal– y las del «Manisero» –las de la bolsa amarilla–. 

Pues allí, en ese viejo campo de tierra, con mi padre y sus amigos –«Pollero», «Chani», Matías y algunos más– pasábamos la tarde. A lo largo de estos 100 años de historia, muchos buñoleros han pasado por las filas del primer equipo. Yo, de aquellas tardes de domingo, recuerdo a mi tío Jovi, a Kiko, a Pepe Badía, a Garrigues, a Tomás Gómez, a Nacho Belda, a Tomás Abril, al míster, el «tío Churro», entre otros muchos. Menudas tardes de fútbol y de alegrías –también de cabreo– que nos daba el Club Deportivo Buñol. Sin embargo, cuando ya llegué a la adolescencia dejé de subir al campo. Aunque eso cambió el día menos pensado. El día en el que mi abuelo, Pedro Vallés Morán, comenzó a necesitar que le echara una mano con las crónicas de los partidos del Buñol. Algunos domingos subía, anotaba las alineaciones que el «Tío Niño» había puesto en la pizarra y después solamente tenía que estar pendiente de los goles, de las tarjetas y de los cambios. Cuando el partido terminaba, bajaba a la carpintería de mi abuelo, esperaba la llamada del periódico en cuestión –en aquella época Levante o Las Provincias– y una vez dictadas por teléfono alineaciones, goles, tarjetas y cambios, mi trabajo terminaba. Ahí retomé el pulso del Buñol, aunque el sentimiento no se había marchado nunca.

Más tarde, ya como periodista, en Radio Buñol fue donde el lazo con el club blanco se estrechó más. Todos los fines de semana desde nuestra radio municipal retransmitíamos los partidos del C.D. Buñol, ya fueran en casa o fuera. El encargado era Ricardo Navarro –«Sota»–, que teléfono en mano o con unidad móvil –si el partido era desde el Beltrán– hacía llegar el fútbol a las casas de cientos de buñoleros y buñoleras. Más tarde, de la mesa de control, pasé a echarle una mano a «Sota», sobre todo cuando el Buñol se metía en promoción de ascenso, que fue habitual durante algunos años. Conforme fueron pasando los años, me hice cargo del programa deportivo de Radio Buñol, donde «Emilín» venía todos los lunes a contar la actualidad del club. Fue la época en la que Paco «Cheroni» fue presidente de la entidad. Y fue en esos años  –como unos 12 ya– cuando un chaval joven y no con mucha experiencia aterrizaba en el club. Su nombre, Adrián Ferrandis. Él no lo sabía –aunque ahora conociéndolo quizá sí– pero estaba destinado a hacer grandes cosas con el Buñol. 

Disputó tres fases de ascenso seguidas, pero el C.D. Buñol se quedó a las puertas. Logró la mejor versión de buñoleros como Quique –el gran capitán–, Esteve, Boluda, Sergio Gómez, Fernando Ferrer, entre otros. Ferrandis y esa plantilla estuvieron a muy poco de tocar el cielo. Pero al míster el destino le tenía otra cosa preparada. Bien es verdad que ha sido casi 12 años después, pero ha valido la pena.

En el año del centenario del club y tras una temporada –la pasada– en la que el equipo se quedó a las puertas de Tercera División, el míster y el equipo han alcanzado las más altas cotas de éxito. Han escrito una página en la historia del club –en el año de su centenario– con letras de oro. Han logrado lo que nunca, ninguno de los aficionados nos podíamos imaginar: jugar la primera ronda de la Copa del Rey y ante un equipo de Primera División, el Elche C.F.

Ya el camino que se inició contra el Castellonense fue emocionante. Luego vino la victoria de Benicarló. Y por último, una de las mayores gestas logradas por un equipo de Preferente en la historia del fútbol español, eliminar al equipo canario U.D. Guía, y meterse en la primera ronda de la Copa del Rey. La ilusión y la alegría desbordaron –a pesar de la pandemia– las calles de Buñol. Aficionados y vecinos arroparon a jugadores, cuerpo técnico y directiva, después de lograr una hazaña enorme y que perdurará en la historia. Pero aún quedaba lo mejor, el partido contra todo un equipo de primera.

La lástima para el aficionado fue, por un lado, que no se pudiera celebrar en el Beltrán Báguena. Y por otro, que la pandemia limitase el aforo del choque. De no haber sido así, ese miércoles 16 de diciembre ningún vecino y vecina del pueblo se hubiese perdido un encuentro de estas características. 

En cuanto al partido, todos –incluso los que vivimos fuera– saltamos y gritamos en nuestras casas con el 1 a 0 en el minuto 10. Estuvimos empujando desde nuestros hogares, a pesar de que el equipo ilicitano empató y luego remontó el partido. Estuvimos al lado de esos jugadores que se vaciaron en el campo y que lo dieron todo por intentar la machada. No obstante, aunque no se logró, el míster y la directiva, presidida por Francisco Zanón, pueden estar más que orgullosos del trabajo y de lo que el club ha logrado. Eso ya no se lo va a quitar nadie.

Como decía anteriormente, por H o por B, siempre he estado ligado al Club Deportivo Buñol. Siempre lo he seguido, ya fuera estando en el pueblo o desde Madrid. Desde aquellas tardes con mi padre en el Beltrán, hasta el pasado mes de diciembre por la tele. La única espina que me queda es no poder haber narrado ese partido de Copa y que mi abuelo Pedro no haya podido ver ese partido. Cuántas noches antes del encuentro hablaba con él y le decía: si vieras lo que ha hecho el Buñol, cuánto estarías disfrutando.

No obstante, como dice mi admirado Adrián Ferrandis, el círculo no se ha cerrado todavía. Aún quedan muchas páginas por escribir y quién sabe dónde está el techo de esta entidad. Lo único que sé a ciencia cierta –y lo comentaba con Ferrandis en una entrevista previa al partido– es que el club ha conseguido devolver la ilusión a mucha gente, a muchos aficionados y a muchos niños. A día de hoy, cuando preguntas a un niño o una niña del pueblo de qué equipo es, la respuesta es: del C.D. Buñol. Una respuesta a la que yo también me sumo.

Luis Vallés Cusí
Periodista

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