Dulce magia de la naturaleza

La primavera llegó, y, con ella, la recolección de miel. Nuestras amigas las abejas llevan habitando la Tierra más de cien millones de años.  Y, ¿cómo lo sabemos? Pues porque se han encontrado piezas de ámbar con estos pequeños insectos en su interior. ¡Ya convivían con los dinosaurios!

En aquella era fue cuando empezaron a especializarse en las flores, buscando su dulce néctar y su polen. Las flores seducen a las abejas con su olor y sus colores, invitándolas a que se acerquen, alimentándose de su néctar y tomando su polen, para que así vayan de flor en flor polinizándolas, beneficiándose mutuamente, las unas alimentándose, y las otras reproduciéndose a través del transporte de su polen de flor en flor.

Gracias a la acción polinizadora de las abejas obtenemos la gran mayoría de nuestras frutas y verduras.

El primer contacto documentado entre el hombre y la abeja en nuestro país lo encontramos en la Cueva de la Araña, Vicord, Valencia (8.000-6.000 a.C.) y representa a una persona rodeada de abejas que saca miel de su nido.

Los antiguos egipcios hace 4.000 años ya empezaron a construir colmenas en forma de vasija alargada.

La miel era utilizada para embalsamar cuerpos y fabricar pegamentos; también es muy apreciada para la cosmética, y en medicina se ha utilizado para vendar heridas y hacer emplastos para diferentes dolencias, ya que tiene un alto poder de cicatrización y disminuye el riesgo de infecciones por su poder antibacteriano, como el propóleo, una mezcla de cera y de resinas que elaboran las abejas para proteger la colmena, que también tiene propiedades bactericidas.

La miel puede ser de diferentes tipos, según de la planta que se recolecta el néctar: lavanda, romero, tomillo, castaño, manuca, etc…

Aparte de la miel, en la colmena hay otros productos que son elaborados por las abejas y que tienen diferentes utilidades: la miel, de la que ya hemos hablado; la cera, que sirve para construir los panales; la jalea real, que es el alimento de la abeja reina; y el propóleo, que sirve para sellar y proteger la colmena.

 

La colmena 

Dentro de la colmena conviven cientos de miles de abejas, todas emparentadas entre sí. Es una sociedad altamente organizada: tenemos la abeja reina, que se encarga de poner huevos; las larvas, que son alimentadas por las abejas con miel y polen; la abeja, que es alimentada exclusivamente de jalea real y es la única que se convertirá en la reina. Cuando la abeja adulta sale, se convierte en obrera o zángano.

Las obreras primero son limpiadoras, limpian y ordenan las celdas del panal. Después pasan a ser nodrizas, cuidando y nutriendo a las futuras abejas. Más tarde comienzan con la recogida de polen y néctar, que llevan las recolectoras a la colmena para la producción de cera, construcción de panales o la vigilancia de la entrada de la colmena.

Y, finalmente, se convierten en pecoreadoras, recolectoras de miel, néctar y agua.

Los zánganos tienen una vida mucho más cómoda: no trabajan, no recolectan y son alimentados por las abejas. Su única misión es ayudar a regular la temperatura de la colmena y fecundar a la reina.

Las abejas están en peligro, tienen muchos enemigos. Por un lado están los naturales, como el oso, el abejaruco, la avispa asiática, etc.

También hay un parásito, llamado varroa, que está siendo muy problemático, porque debilita tanto a la colmena, que esta acaba enfermando y muriendo. Por supuesto, el cambio climático, que es en parte responsabilidad de los humanos, y que está alterando el ciclo natural de las abejas.

Y finalmente nos encontramos con un problema del que es claramente responsable el ser humano: el uso de pesticidas y herbicidas con neonicotinoides. El más actual y perjudicial por el momento es el glifosato, que mata las abejas y que, pese a que en otros países está ya prohibido, en muchos países de Europa, incluida España, se continúa utilizando.

En España tenemos mieles de muy alta calidad, ya que vivimos en un país con una gran diversidad botánica que las alimenta y favorece, pero gracias al libre mercado y a la ausencia de una regulación internacional en la que se exija a tod@s l@s apicultores internacionales la misma calidad en sus mieles y las mismas restricciones de presencia en las mieles de ciertas sustancias tóxicas, llegan a nuestro país mieles de peores calidades a muy bajo precio, con las que nuestros apicultores no pueden competir, viéndose obligad@s a abrir mercado hacia otros países en los que se valora la calidad de su miel y se paga un precio justo.

Por tanto, os animo a consumir miel, a poder ser local. Compra a un apicultor de cercanía, de tu pueblo, de tu comarca, consume miel km. 0, ¡la más ecológica!

Beatriz Manzano Hernández
Amante de la naturaleza

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