El dramático declive de la decadencia navideña (perspectiva y esperanza)

Aunque el título de este escrito pueda producir, en un principio, desasosiego, la finalidad del mismo es la opuesta, traer, en este 2018, un poco de esperanza a esas personas que nos gusta de disfrutar la música en directo, y que en la fechas señaladas (en este caso, navidades), salir por Buñol no sea el reflejo de un triste sábado borde sin nada que rompa la habitual monotonía.

No son los mejores tiempos para el ocio en Buñol; hay menos pubs que nunca, al menos en lo que mi memoria alcanza. El único local que programaba música en directo ha cerrado, y otro de los locales clásicos de Buñol ha quedado desprestigiado tras ese conflicto. En la Venta ya no hay nada, salvo cuando la Falla Ventas se curra una fiesta. Los proyectos periféricos como Somne o Ikoo están también tristemente cerrados. Y las agoniosas carpas llenas de mononucleosis voladora ya ni existen.

Mis primeras memorias navideñas de Gran Noche (que eran Nochebuena y Nochevieja), distan mucho de lo que sucede (o mejor dicho, no sucede) en la actualidad. Recuerdo las calles a rebosar de gente, todos los bares llenos, sin excepción, y había unos cuantos más que ahora. Bien es cierto que era la época de las pesetas, y tras la entrada del euro, con la ESTAFA del “redondeo” (hacia arriba en los precios y hacia abajo en los sueldos, por supuesto), ya se notó en los bolsillos de los buñoleros la diferencia entre pagar 300 o 400 pesetas por un cubata a pagar 4, 4 y medio, e incluso 5 eurazos por lo mismo.

Nocheviejas llevo varias sin verlas con mis propios ojos, porque de ser súper fan, asiduo de la muerte a la noche buñolera, he pasado a desencantado y emigrante lúdico, como dije antes, en estas fiestas de guardar. Las últimas tres Nochebuenas, para mí, han sido escasas de todo, en todos los sentidos. Escasa presencia humana, escasa calidad del ocio, escasa oferta de espectáculos (por no decir inexistente)… Queda claro que “las escaleras de la Nicotina” no se van a volver a repetir, y eso que solo eran unas escaleras llenas de gente, que en si misma ya proporcionaba un gran espectáculo.

Hablo con varias personas al respecto, y muchos me dicen que se van al monte de fiesta con la pandilla de amigos porque: «para quedarse en Buñol…» Otros afirman quedarse ya de richoncha en casa, y, los más jóvenes, con escasos euros en sus bolsillos, no están, lógicamente, por la labor de soltar 4 o 5 euros por un cubata, pudiendo comprar el material en el supermercado a un precio razonable, y entre varios montar lo que hoy se llama “botellón”, que antes era “ir a beber por ahí”.

Opciones baratas, opciones familiares, opciones entre amigos, o emigrar.Como emigrante nocheviejuno, y siempre bajo mi propia experiencia, he notado en los sitios que he estado, que la fiesta es tan enorme porque detrás hay dos cosas: Inversión y Organización. El primer factor implica a Ayuntamientos y/o empresas, que tienen que arriesgar dinero, pero en serio, y esto en Buñol no pasa. El segundo factor, la Organización, para hacer algo chulo, implica un nivel de trabajo muy grande y desde mucho tiempo atrás, y solo así salen cosas que puedan valer la pena para sacar a la gente de casas, montes, y botellones, y ya de paso, convencer a los emigrantes para que no emigren. (Y evidentemente, ganar dinero con ello)

Quizás este año, la gente del Club de Rock tratemos de organizar algo, y si la experiencia no es traumática ¿Por qué no hablar para hacer algo en fin de año? ¿O nochebuena?… Pero organizar bien, no con las clásicas migajas políticas, con seriedad y con honor, por muy vetusto que suene este último término.

Sonará muy tópico, pero querer es poder. Y hay que querer, pero de verdad, no solo de boquilla.

Enrique Hernández Pérez
Observador

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