El ferrocarril de Valencia a Madrid por la línea más directa que la de Almansa, fue una aspiración muy antigua de nuestra provincia, pero las Cabrillas se levantaban como una barrera cuyo paso nadie se atrevía intentar. El primero que, entre la indiferencia o las burlas de los incrédulos, acometió esta empresa fue D. Francisco Ortega del Rio en 1869, que a través de mil contrariedades practicó unos estudios, en gran parte después modificados, pero con la gloria siempre de haber sido la piedra fundamental de una obra codiciada. Así, en La Gaceta de los caminos de hierro se dice: “El ingeniero ha terminado el estudio del Paso de las Cabrillas por Yátova… El ferrocarril se dirigirá por Yátova, por el valle llamado Rambla de Vosna, a los llanos del Rebollar, con una ligerísima curva a la salida del Fresnal…; después desde Turís á Yátova hace una inclinación en Alborache dejando a Buñol casi a la misma distancia que si tuviera estación sobre las Ventas.”
Las dificultades de la empresa por una parte, y la Guerra Civil por otra, hicieron dormir el proyecto hasta el 31 de diciembre de 1881, en cuya fecha se construyó en Valencia, donde por la paz renacía la actividad mercantil, el Banco Regional que acometió el empeño, tan patriótico como ruinoso, de ponernos en comunicación ferroviaria con castellanos y aragoneses sin subvención del Gobierno.
Para ello fundó, en 1º de Julio de 1882, la Sociedad de los Ferrocarriles de Cuenca a Valencia y Teruel, secuela del susodicho banco, y le cedió la concesión de la línea que, a su vez, había adquirido del señor Ortega del Río. Los trabajos comenzaron el 7 de agosto de aquel mismo año y el 31 de Julio de 1883 tuvo efecto la inauguración oficial del servicio público desde Buñol a Valencia. El recorrido es de 42 kilómetros.
La llegada del tren a Buñol contribuyó al desarrollo industrial y turístico del pueblo. Industrial porque las mercancías entonces se transportaban en tren, con lo que pudieron desarrollarse las industrias cementera y papelera. Turístico porque acercó a muchos valencianos a los merenderos y balnearios que fueron construyendose en unos parajes inolvidables por su belleza y la gran cantidad de fuentes.
La estación estaba cerca de la Venta pero algo apartada del Pueblo, y se puso un transporte para los viajeros.
Inundaciones, epidemias y principalmente penurias de carácter económico, entorpecieron en gran manera los trabajos de construcción, pero al fin pudo inaugurarse, el 1 de octubre de 1885, la sección de Venta Mina a Utiel. Faltaba lo más difícil y dispendioso, el acceso a las cabrillas desde Buñol a Venta Mina.
Aunque se hacían malos augurios respecto a la vida del Banco Regional, cualquiera que fuese la suerte de la nueva línea, era lógico su continuación hasta enlazarse con la red general de los ferrocarriles españoles, para obtener los rendimientos calculados.
En efecto, La Banca Parisien, que había adelantado fuertes sumas a la entidad constructora, se hizo dueña de la línea, terminándola de Valencia a Utiel y emprendió su explotación bajo el título de Sociedad de Ferrocarriles del Este de España, el 11 de septiembre de 1887.
Pero diez años más tarde sucedió lo peor que podía suceder, lo que nunca debieron de haber consentido las fuerzas vivas de Madrid, de Cuenca y de Valencia; la citada sociedad Francesa vendió aquella propiedad a La Compañía del Norte, precisamente el mayor enemigo de la prolongación por razones de competencia, y así está línea entró en un callejón sin salida. Un tren directo de Valencia-Cuenca-Madrid, no pudo hacerse realidad hasta el 25 de Noviembre de 1947.
EL ROQUILLO
El camino de herradura que atravesando el Prado y la Huerta Arriba llegaba hasta La Fuente del Roquillo, se amplió con motivo de la construcción del puente de la vía del tren y facilitó el acceso, con lo que empezó a ser visitado con asiduidad, y para atender a los visitantes se instalaron dos merenderos, uno a la derecha entrando llamado de “La Quintana” y hoy desaparecido y otro a la izquierda que se le conocía como el de los “Motas”. El tren acercó a muchos vecinos de Valencia a Buñol, y uno de los lugares para pasar el día era El Merendero del Roquillo. La Fuente del Roquillo está decorada con típicos azulejos valencianos. Se llama así porque el propietario de las tierras circundantes en el momento de aflorar la fuente era Francisco Valles, apodado ”Roquillo” precisamente, y este apodo pasó después a dar nombre a la fuente, al puente, a la balsa y a la partida rural donde todo ello está enclavado. Es el lugar al que tradicionalmente acudimos los buñoleros a “pasturar la mona” el primer domingo de Pascua.
Claudio García Rehués
Autor del blog bunyul.com
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