El seny, Cataluña, España y los españoles

Asisto preocupado al devenir de la situación de Cataluña. Preocupado porque no sé a ciencia cierta que sucederá si los ánimos continúan encrespados. También hay en mí una cierta predisposición al desencanto político. Porque entiendo que lo que sucede en Cataluña no es más que un problema político derivado de otro económico.

Cataluña es una región española que ha sido mimada por todos. Y al referirime a todos quiero decir que ha obtenido unos muy buenos resultados de los distintos gobiernos surgidos de la Transición del 78 . Y no sólo de ellos, también del anterior régimen que inundó de prebendas (sobre todo industriales) a toda la zona.

En Cataluña se instalaron en su día las empresas más punteras del panorama nacional; también lo hicieron los bancos; y por supuesto las multinacionales que se sintieron atraídas por la bondad del clima, el espíritu de sus gentes y su envidiable enclave geográfico.

Por si todo esto fuera poco Cataluña ha ido apuntalando en sucesivos cambios electorales a los gobiernos centrales surgidos de las urnas. En ocasiones a los populares en otras a los socialistas. Y lo ha hecho no por amor a las instituciones, sino que ha prevalecido su interés, sí su interés, por obtener sustanciosas contraprestaciones con cargo a los Presupuestos del Estado.

Pero, además Cataluña ha defendido y lo hace hasta la saciedad la influencia que la lengua vernácula tiene entre sus conciudadanos. Ese algo que les hace especiales, diferentes… por eso han insistido y logrado que la lengua vehicular sea el catalán, en detrimento del español.

Y hay más, Cataluña ha obtenido lo mejor de ese país del que pretende desligarse. Han sido esos miles de ciudadanos provenientes de otras regiones los que en definitiva ha conseguido que la región sea lo que actualmente es: el lugar de España donde se genera más riqueza, trabajo, y en definitiva prosperidad.

La burguesía, sostén de todas las iniciativas no tenía suficiente con todo esto. Quería más. La mejor manera de obtener nuevas posibilidades es hacer creer a propios y extraños que Cataluña por si misma es capaz de dar un bienestar inédito al resto de España.

El discurso nacionalista está servido. Somos capaces de subsistir por nosotros mismos; tenemos capacidad de crear bienestar sin ayudar a otras regiones de España, y contamos para ello con un amplio sector de la sociedad que no se siente a gusto teniendo que aportar parte de lo que se obtiene en el territorio en otros lugares en los que impera el pasotismo y la vagancia.

Así pues, lengua autóctona, tejido industrial y empresarial, banca propia, turismo consolidado gracias a excelentes instalaciones portuarias y aeronáuticas, y el “seny”son, al parecer, motivos más que suficientes para perseverar en algo que parece ser imposible.

Pero, qué es el seny? El diccionario lo define como juicio, cordura y sensatez. Para añadir que también es: atrevimiento y osadía. Y por fín: perseguir lo que se cree justo, conveniente y correcto, aunque desemboque en la acción más insensata que se pueda uno imaginar.

Este impulso, en ocasiones falta de cordura, está convirtiendo a los catalanes en sus propias víctimas. Están tan llenos de “seny” que braman por obtener una quimera irrealizable.

Sin España, Cataluña no es nada. Sin el conjunto del pueblo español, los catalanes estarían inmersos en un gigantesco “corralito” económico y social.

Y ahora digamos algo de los políticos que han propiciado el desastre.

Por supuesto la derecha más recalcitrante y a la vez próspera ha sido el caldo de cultivo que ha liberado las esporas de la demagogia, intransigencia y mendaz de un corolario que va desde la pérdida de los fueros a la desvinculación de todo lo español, porque esto supone una degradación.

La izquierda ha hecho suyas algunas de estas acepciones y ha bregado, sobre todo desde la calle y las instituciones culturales, por obtener un apoyo en las urnas de los más desfavorecidos haciendo creer que Cataluña será al lograr su independencia, una Arcadia feliz en la que nada ha de faltar.

También los movimientos antisistema han aportado y mucho al “process”. Sus líderes no han tenido empacho alguno, en utilizar una mano de obra tan maleable como el alumnado universitario y de la segunda enseñanza, para invadir la calle, y convertirla en un fiel calco de las algaradas del mayo del 68 francés.

Mientras tanto la economía catalana agoniza al inhibirse el entramado industrial, productivo y económico, de la fragilidad creada por manifestaciones nacionalistas impulsoras de la desconexión con España.

Importantes empresas, lideres de la economía han decidido dejar Cataluña y refugiarse en otros lugares del territorio español sabedoras que el contagio puede desencadenar el fin de muchas de ellas.

Mientras tanto el poder soberanista ensaya una hipotética República de Cataluya que sólo ha servido para incentivar desde el Estado la aplicación de la Constitución y garantizar así la continuidad del orden. Una República por cierto efímera, de pocos segundos, que ha dejado mal sabor de boca a quienes la aplaudieron.

Y lo peor: hay un enfrentamiento entre los partidarios y detractores de esa República, en una proporción no cuantificada en estos momentos, pero que será puesta en evidencia tras unas nuevas elecciones anunciadas para el próximo diciembre.

Sea cual sea el resultado que se obtenga, el mal está hecho, porque la convivencia ha sido cercenada y la ideología separa en núcleos antagónicos a personas que incluso habitan el mismo techo.

Existe una solución? Esta pregunta tiene hoy una difícil respuesta. Habrá que saber lo que opinan los interesados; después arbitrar soluciones que van desde la reforma de la Constitución hasta intentar pasar de puntillas por muchos los errores que unos y otros cometieron sin pensar en el daño que hacían.

El tiempo es un hábil consejero. Estamos convencidos que ese devenir de los días meses y años generará un periodo de paz y tranquilidad, hasta que en otro momento histórico acuciado por los fantasmas de yo hago más que tú, propicien de nuevo otro enfrentamiento.

La solución no es otra que buscar la convivencia por cauces políticos y de negociación. Todo lo que se haga de espaldas a estas dos premisas no tiene pervivencia y está condenada al fracaso.

José Luis Cañamero
Miembro de la FAPE y Unió de Periodistes Valencians.

 

 

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