En abril libros mil

Antiguamente, dicen, la escritura era el soporte que sostenía la declamación de lo leído, servía para escuchar lo escrito como las partituras musicales sirven para dar al aire los sonidos. Hace siglos ya que la escritura se concibe fundamentalmente para la lectura silenciosa y esta lectura recogida en el propio lector, de facto, se ha convertido en uno de los procesos cognitivos más extraordinarios que el cerebro humano realiza.

La aceleración generalizada del proceso de la vida, el ritmo insidioso al que estamos abocados, peor, al que estamos sometidos, la sucesión de imágenes en todos los elementos que nos rodean desde el despertar hasta casi el dormir, la infinidad de elementos adictivos que se ciernen sobre nuestra potencial inclinación a la recompensa continuada, la perfecta dictadura digital que se proyecta sobre todas nuestras acciones, omisiones, voliciones y «gustos», no sólo nos está convirtiendo en seres gregarios hasta decir béeéé, no sólo nos está dirigiendo endiabladamente a la nada, no sólo está trayendo las pasadas distopías literarias a la cotidianidad más roma y prefabricada, sino que nos centrifuga a la periferia de lo que es el arte sosegado de leer.

Miremos donde miremos todo el mundo andamos amorrados a los «tefonicos» (cilicios, misales y rosarios obligados destas décadas): observemos como caminamos, comemos, trabajamos, respiramos… 

Frente a este turbión que no sólo nos deja sin tiempo sino que disuelve el tiempo mismo llevándonos a un proceloso océano sin orillas, sin amarre, sin rumbo… buscar espacios de sosiego donde las horas nos pertenezcan, donde podamos relacionarnos con «el aroma del tiempo» es una disposición de pura consciencia, de soberanía personal… 

La lectura requiere un espacio sicológico determinado y un tempo en el cual navegar. El ruido sonoro, visual, el estímulo continúo de los innumerables soportes imperativos, nos aleja del lecho necesario de una lectura constructiva o nos lanza directamente a una lectura apresurada, fragmentada, rota, sin perspectiva ni riqueza o peor, al más pobre y pobrísimo analfabetismo funcional o real mismo…

Por ello leer, buscar el tempo y el espacio apropiados para la lectura es una acción tan valiosa, tan rica y enriquecedora en lo personal y en lo colectivo. Frente al desfisio continuado, a la estimulación apresurada, a la narcosis de la inmediatez, al ruido, a las pantallas omnipresentes… la acción callada y silenciosa de la lectura nos ubica y enraíza, nos permite la resistencia y la creatividad. 

En abril, y el 23 desde hace años, la Unesco invita a la celebración del día del libro y, por ende, a todo lo que éste significa, y aunque en las Bibliotecas todos los día del año son «el día del libro», durante este mes hemos preparado, con los mimbres aportados por muchas personas, un «Abril de Libros». 

Te esperamos como siempre en tu Biblioteca y en cualquiera de los eventos porque, siguiendo el refranero, «En abril libros mil».

Biblioteca Pública Municipal
bibliotecaspublicas.es/bunol

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