Escrito de agradecimiento de Fernando Galarza sobre la Exposición-Homenaje

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Habiendo reflexionado (y siendo aconsejado por grandes amigos), sobre la clausura de la Exposición-Homenaje que ha tenido a bien realizar el Ayuntamiento de Buñol sobre mi vida dedicada a la pintura, y agradeciéndoles eternamente a los artífices de dicho Homenaje (Alcalde y Concejales, Concejal y Consejo de Cultura, etc.), he llegado a la conclusión que, haciendo tan sólo tres semanas de la inauguración de la misma, creo que no tiene mucho sentido hacer ahora una clausura, dado el éxito de público del día de la inauguración y la cálida acogida por parte de la gente. Dicho acto abre y cierra la exposición con propia identidad. No obstante, sí que quisiera hacer una pequeña reflexión sobre lo que ha supuesto para mí como pintor este homenaje y, sobre todo, la exposición.

En primer lugar, agradecer a los vecinos de Buñol, y a todos aquellos que han visitado la exposición y que se han “volcado” en elogios a título personal y a través de su asistencia el día de la inauguración, y en los días que la misma ha estado abierta, siendo muy importante para mí ver reunida una, no por pequeña menos importante, síntesis de mi obra.

Decía la importancia que ha tenido para mí la exposición. Sé que lo que voy a decir a continuación va a recibir “críticas”, habrá quién me tachará de “loco”, de “lunático”, otros de “fantasma”, pero, con todos mis respetos a unos y otros, me da igual. Quiero contar brevemente la sensación que sentí cuando entré en la Sala del Oscurico y vi todos los cuadros colgados. Vi la exposición completa, estaba yo solo, y después de un momento de ver la sala en toda su amplitud, les dije a los cuadros, “hola amigos, cuanto tiempo sin haberos visto a muchos de vosotros, a otros os veo con cierta frecuencia”. Hay pintores que dicen que cada cuadro que pintan es como un hijo suyo, yo, con todos mis respetos, no, mis hijos son mis hijos…. yo cada cuadro que pinto lo considero un amigo, como ocurre en la vida, unos mejores y otros menos, pero amigos todos, porque hay cuadros que te lo pasas bomba con ellos, casi se pintan solos, te van diciendo qué es lo que tienes que hacer en cada momento, “ahora ponme éste color aquí”,” ésta zona no la vuelvas a tocar, que está muy bien así”, entablamos un diálogo maravilloso y todo fluye con naturalidad; sin embargo, hay otros que se ponen burros y te dicen “que hoy no quiero que me toques”, “que me dejes estar”, “que no tengo ganas de que me pintes”… Pues bueno, cara a la pared y ya retomaremos el trabajo. Os prometo que hay cuadros que he tenido que abandonar sin poder acabar de pintarlos. También hay amigos que, muchas veces sin saber porqué, se rompen las relaciones, aunque permanecen en el recuerdo, por lo menos por una de las partes. Otros cuadros hemos llegado a acuerdos y se han acabado satisfactoriamente.

Soy consciente que todo esto que digo os puede parecer una imbecilidad, pero, yo sí que hablo con ellos y ellos conmigo, no como entendemos una conversación convencional, sino como una conversación entre dos amigos que hablan un mismo lenguaje, y cuando se produce el milagro, os juro que es algo especial, que solo puede sentir quien lo experimenta… es cuando se te ponen los pelos de punta, cuando sabes que eres pintor, como cuando oyes una música (la que sea), o un poema, o simplemente oyes una frase de alguien, sientes la emoción.

Como decía al principio, estando dentro de la sala, y viéndolos a todos, uno por uno, de pronto tuve una sensación, de que alguno decía algo así como “aquí, hay muchos que no conozco”. Claro, entre ellos no se conocían, ante lo cual decidí ponerme a presentarlos (por favor, os lo pido, no penséis en un imbécil allí, en medio de la sala hablando en voz alta, y haciendo una “farsa”, en absoluto). Yo pensé, “pero si es cierto, han sido pintados en distintas épocas, en distintos estudios, no han convivido nunca, no se han visto nunca, salvo ahora, y van a tener que convivir durante casi un mes, las veinticuatro horas del día juntos, y sólo tienen un amigo común, yo”.

Transcurrido el tiempo que ha durado la exposición, ahora se han convertido en grandes amigos muchos de ellos, otros en conocidos, igual que ocurre cuando se produce cualquier evento social.

Os prometo que esta exposición-homenaje ha sido algo muy bonito para mi familia y para mí. Ahora que ya está finalizada siento un poco de tristeza, porque sé que cada cuadro va a volver a su casa y a algunos de ellos tal vez no vuelva a verlos nunca más (del mismo modo que ha habido algunos “amigos” que no he podido ver), a otros a lo mejor sí, solo les deseo que les traten bien, y que sean muy queridos, al igual que a los amigos de “carne y hueso”. Ahora bien, sí que me comprometo con todos mis amigos a que el tiempo que me quede lo voy a dedicar, a mi familia por descontado, y a seguir haciendo amigos, porque si hay algo que no voy a dejar de hacer nunca es pintar, pintar hasta el último segundo de mi vida.

Muchas gracias a todos por vuestra acogida, y me gustaría despedirme con una anécdota que no es mía, pero que presencié muchas veces, y con el permiso del maestro, he convertido en casi mía. Tuve la gran suerte de conocer a uno de los grandes pintores españoles de la segunda mitad del siglo XX, Modest Cuixart (Barcelona 1925, Palamós 2007), y cuando se auto-presentaba siempre decía “hola, soy Modesto Cuixart, un pintor muy modesto”. Pues, aunque yo no me llamo Modesto, hago mía su frase y me despido de todos como un pintor muy modesto, pero pintor.

Gracias por todo y a todos.
Fernando Galarza.

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