Fortunato, «ese» hombre

Artículo extraído del periódico “La Red Pública”, número 4.

¿Quién soy yo para tal intento? Solo un buñolero más de los tantos que lo conocieron. Pero quizás mi niñez y mi amor hacia el arte fueron vehículos que, sin querer, me llevaron a admirar a ese hombre que un día apareció en nuestro pueblo y en él murió, casi olvidado por todos aquellos que buscaban su ingénuo encanto.

Pobre de aquel que todavía cree que “Fortunato” era desgraciado. No hay más desgracia que llevar una vida coaccionada, y él, amigos, él no la llevaba.

Cuesta del castillo 1955
Yo tenía nueve años y, como es sabido por muchos, la pintura siempre fue y será mi vida. Estaba yo pintando o quería hacerlo en el suelo con mis pocas pinturas, por no decir sobras de tubos de otros pintores, cuando un señor se quedó mirando, y me dijo:

– ¿Por qué pintas sobre el suelo?

– No tengo caballete, le contesté.

Volví la cabeza hacia arriba y ví como un señor con traje manchado y varias cámaras de fotografiar me miraba a través de sus gafas. No sé porqué, empezó una gran amistad. Cierto día me dijo:

– Llegó la hora de darte algo, algo que tengo que forma parte de mi vida anterior.

Y le seguí. ¡Cuál fue mi sorpresa! Un caballete.

– Cuídalo Andrés. Lo tengo desde los 20 años. Es tuyo.

Ese caballete soportó cientos de lienzos, algunos de los cuales hoy en día están en vuestras casas.

Y esto es un pequeño recuerdo. Yo le quería, la respetaba y admiraba. Fue contándome su vida: conocía a los grandes de su época y me decía que juntos pasaron hambre y calamidades.

Me dijo que fuese a ver varias caricaturas, obra suya, que se conservan en el Museo Nacional de Cerámica (Valencia).

Poco a poco ese hombre fue mostrándome un mundo limpio y sin perjuicios. Amante de la naturaleza, él me enseñó perspectiva y a amar el paisaje.

Él motivó con más fuerza mi inquietud artística. Él era y será un gran artista. La pérdida de vista le hizo colgar los pinceles y cargar con la cruz de “Fortunato El Retratista”.

Paseaba por la calle y nadie sabía quien era, solo que hacía fotos, pero dentro de ese hombre había un corazón sensible, un corazón rebelde, una luz limpia y una fuerza de lucha.

Le llamaban loco, porque gritaba en plena dictadura “Soy republicano”. ¡Le llamaban loco! Solo aquel de vosotros que lo conociese como hombre, sabrá que lo que digo es cierto.

Murió en el ocaso del verano, una noche tranquila. Era de madrugada, venía yo solo de San Luis, había cortado una rosa roja, pasé bajo su ventana y una tenue luz salía de su interior. Subí las escaleras, entré y allí yacía ese hombre.

Solo había tres personas. Mi presencia les hizo callar. Me acerqué hacia él, le besé en la frente y puse mi rosa roja en sus manos. Dos lágrimas rodaron por mis mejillas. ¿Por qué? Me dije yo, si “solo” era Fortunato.

Andrés Ortiz “Patrón”
Pintor

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