Invisibles

En una sociedad que silencia a las mujeres, imagina ser una mujer con discapacidad. La doble discriminación a la que nos enfrentamos carece de voz y nos convertimos, muchas veces, en las eternas olvidadas.

La lucha por la igualdad y los derechos de las mujeres, tan importante y necesaria, acoge a los colectivos de mujeres que, dentro del camino común que compartimos, también tenemos nuestras propias batallas dentro. Ahí estamos las mujeres con discapacidad. Pero la realidad es que todavía somos una comunidad silenciada y aislada.

Ser mujer con discapacidad implica no cumplir muchas veces con los cánones de belleza, con los cuerpos normativos y con los estándares que caen sobre nuestro hombros y que, siendo realistas, muy pocas mujeres cumplen. La normatividad no va con nosotras, lo hacemos a nuestra manera, y eso todavía no es lo válido para la sociedad. Lo vemos reflejado, por ejemplo, en el mundo de la moda, que tan poco accesible es, o incluso en el ocio, que pasa lo mismo. Por no hablar del ámbito laboral o el político, en los que estamos muy lejos todavía de alcanzar la igualdad. Da igual que hablemos de maternidad, de empleo… siempre somos menos. En definitiva, las mujeres con discapacidad somos invisibles.Invisibles porque se ven los defectos, no las diferencias. Porque se señalan las dificultades, no las habilidades. Porque hablamos de limitaciones, no de capacidades. Porque no se nos trata como a personas, no se nos valora como mujeres. Y, precisamente por esto, muchas veces se asocia la discapacidad a una falta de feminidad, a una imagen más infantil y menos adulta, y esto nos aleja de nuestra identidad tanto individual como con respecto al sentimiento de pertenencia. Ya no solo que no se nos considere parte de, sino que también nos hace pensar, a nosotras mismas, que quizá no es nuestro sitio. Y tanto que lo es.

Merecemos que la sociedad deje de pensar que no somos capaces, que no contamos, que no valemos o que no estamos a la altura. Necesitamos estar en todas partes, donde piensan que no podremos, donde creen que no encajaremos. Merecemos poder ser las mujeres que queramos ser, sin límites ni barreras. Merecemos que se nos vea, que se nos escuche y que se nos sienta. Merecemos que el mundo pueda conocer nuestra realidad y abrazarla como una más, sin ser señalada o rechazada. Merecemos que se respeten nuestros cuerpos. Merecemos condiciones laborales dignas y muchos más derechos. Merecemos que no se nos discrimine, que no se nos acose, que no se nos maltrate. Merecemos ser libres. Merecemos mucho más.

Yo, como niña que fui un día y al igual que muchas niñas más, no tuve referentes en los que mirarme, pues hace 26 años la realidad de las mujeres con discapacidad era otra, y si viajamos años atrás, todavía más. Hoy, como mujer que soy, lucho y alzo la voz para que sigamos avanzando y sigamos alcanzando todo aquello que nos corresponde. Pero no olvidemos que este cambio no solo depende de nosotras, es cosa de todo el mundo. Esta invisibilidad es una problemática social que nos incluye a todos y todas. Nunca sabemos lo que nos deparará el futuro, y quizá la discapacidad aparezca en tu vida en algún momento: un familiar, un vecino, una amiga, tu hijo, o incluso tú. Esos derechos que perseguimos y la igualdad que buscamos, seguramente los vayas a necesitar. Y si no es así, alguien lo hará. Creo que es el momento de tender las manos y unirnos para cambiar. Por más que intentamos que esta lucha nos incluya, nos represente y nos respalde, es mucho lo que queda por hacer. Siento que nuestro esfuerzo es doble y que muchas veces no es suficiente. El apoyo de quienes mandan es imprescindible pero, si nos paramos a pensar, ¿acaso hay alguien al mando que conviva con la discapacidad? Quizá es por donde deberíamos empezar. Necesitamos ocupar espacios, estar presentes, tener voz. Necesitamos que nuestra comunidad tenga la misma fuerza que el resto. Necesitamos que cuando se hable de diversidad cultural, diversidad sexual… también se hable de discapacidad, pues no deja de ser una de las muchas formas de diversidad que nos rodean.

Es hora de abrir los ojos: Las mujeres con discapacidad también estamos aquí, solo falta que nos quieran ver.

Regina Martínez Álvarez
Creadora de «Ni más ni mano»

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