En este titular tan impactante, mi intención es presentaros una dieta en cuanto conjunto de alimentos que regularmente ingerimos para acabar con la dieta entendida como régimen, y que suele tener corto recorrido y un efecto a corto plazo.
Hoy quiero presentaros una forma de alimentación natural que nos va a permitir estar más sanos, conseguir nuestro peso natural y mantener un alto nivel de vitalidad y energía. Es un tipo de alimentación basada en la Macrobiótica originaria de Japón, y que no difiere demasiado de la más conocida dieta mediterránea, de la que queda poco rastro en esta nueva sociedad del estrés y los supermercados.
Lo que os propongo es regresar al pasado, a la alimentación del sentido común, a la alimentación consciente. La cultura japonesa no distingue entre proteínas, hidratos de carbono, vitaminas, minerales… sino que entiende que los alimentos tienen unas propiedades de manera global, y que su consumo tiene un efecto concreto en nuestro organismo. Así, distinguen entre alimentos Yin (vibración rápida, enfrían, energía expansiva) y Yang (vibración lenta, calientan, energía contractiva).
No quiero meterme mucho en estos temas, pero básicamente se trata de eliminar los alimentos extremos y consumir los más centrados, que nos proporcionarán un estado de ánimo más equilibrado y mantendrán nuestro organismo en una situación óptima de salud y vitalidad. Nuestra sangre es ligeramente alcalina, y este tipo de alimentación nos permitirá tener un pH equilibrado, conservando un sistema inmunitario sano.
Vale, y ahora vienen las malas noticias.
¿Qué alimentos evitamos?
- Carne. Nuestro sistema digestivo y nuestra dentición nos indican que no somos animales carnívoros. La proteína animal crea una condición muy ácida en la sangre, contiene altos niveles de ácido úrico, hace que nuestro organismo gaste mucha energía y minerales para metabolizarla, daña nuestra flora intestinal y contiene grasa saturada que se convierte en colesterol. Para colmo, la industrialización ha producido que a la carne se le añadan muchas sustancias químicas y preservantes, además de las hormonas y productos de síntesis que se utilizan en la alimentación animal y los antibióticos necesarios por las nefastas condiciones en las que los animales viven en las granjas. ¿Con qué frecuencia consumían carne nuestros antepasados? En ocasiones especiales. Pues nosotros igual, cuanta menos carne, mejor; si quieres, cuando salgas a comer por ahí y, si puedes, que sea ecológica o similar.
- Lácteos. La leche es el alimento de los mamíferos durante su crecimiento. La de cada animal contiene un equilibrio de nutrientes específico para esa etapa. La leche de vaca tiene muchas más hormonas que la humana y contiene tres veces más calcio y proteínas, para un crecimiento veloz. Pero esa proteína es muy difícil de asimilar por nuestro sistema digestivo y con la asimilación del calcio también hay problemas. Ya hemos visto todo lo que la proteína animal hace en nuestro organismo. Ya hablaremos de los lácteos y sus alternativas.
- Azúcar. Ahora ya te he fastidiado del todo. Produce desquilibrios metabólicos, fatiga el hígado, que debe mantener un nivel adecuado de azúcar en sangre, reduce la capacidad antimicrobiana de los glóbulos blancos, roba minerales de nuestro organismo (calcio, hierro, fósforo, magnesio) y vitaminas del grupo B, genera dependencia y predispone a la obesidad, diabetes y problemas vasculares.
- Evitar el consumo de grasas saturadas, productos procesados, congelados, enlatados, comidas preparadas…
- Y, por último, sustituir la sal blanca por sal marina ecológica, las grasas animales y saturadas por aceites sin refinar y prensados en frío, y los carbohidratos refinados (pasta, arroz…) por integrales.
Y entonces, ¿qué puedo comer? Con tu nueva dieta podrás comer sin pasar hambre, y seguro que descubres nuevos alimentos. Aquí tienes un listado:
- Carbohidratos. Son la base de la alimentación y deben ser siempre integrales: pasta, arroz y los menos conocidos avena, mijo, trigo sarraceno, quinoa…
- Hortalizas y verduras. Todas las que quieras, pero locales y de temporada, nada de tomates en invierno, variando los estilos de cocción.
- Proteínas: pescado y proteínas vegetales. Redescubre las legumbres y conoce otras nuevas, como el tofu, el seitán o el tempeh.
- Frutas: con moderación, de temporada y consumidas siempre separadas de las comidas.
- Frutos secos (almendras, nueces, avellanas…) y semillas (pipas de girasol y calabaza, sésamo, lino…). Siempre presente una pequeña cantidad de estas grasas buenas, que nos lubrican por dentro.
- Algas: desconocidas en nuestra sociedad, son las verduras del mar, riquísimas en minerales.
- Fermentados: tempeh, miso o salsa de soja (de verdad, no de supermercado). Buenísimos para la salud de nuestra flora intestinal.
Esta dieta requiere un sacrificio, volver o empezar a cocinar. Requiere tiempo y dedicación y, si se hace como toca, con alimentos ecológicos, también un esfuerzo económico (no tanto, porque evitas caprichos innecesarios), pero en cuanto la controles te aseguro que tu vida va a cambiar. Ya iremos desarrollando la información para que no te pierdas detalle. Y, si te parece difícil, tómatelo con calma y ve poco a poco. Ah, y haz un poco de ejercicio.
Manolo Marzo Zanón.
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