Artículo de José Solá Palmer en el 50 Aniversario de la Falla Buñol Pueblo.
Con motivo del quincuagésimo ejercicio de la falla, Álvaro Máñez fallero él y su familia desde hace muchísimos años y hombre fundamental de esta comisión, me sugiere que escriba algo para el llibret de este año. Recibid antes que nada falleras y falleros -tanto actuales como pasados- mi más sincera enhorabuena por esta ya larga trayectoria. Como en todo, difíciles son los inicios pero mantenerse y perdurar en el tiempo lo es todavía más si cabe. Aunque nunca he sido formalmente fallero de ninguna falla, puedo decir que si he participado de la vida fallera en varias de su facetas. Estas vivencias mayoritariamente las he tenido en el seno de la Falla de la Plasa como es conocida popularmente, por tanto puedo decir que en cierta medida esta falla ha sido mi falla.
Mis primeros contactos con esta falla fueron fruto de la casualidad, propiciada por la vida en la calle que llevábamos los niños en aquellas décadas de 1970-80. Recuerdo estar jugando con mis amigos de aquella época (conocidos como Los Pucheros) algunas tardes a mediados de febrero, en la calle Valle de Andorra y el entorno del Mercado Municipal y de repente ante nuestro asombro, aparecía un camión cargado con diversas partes y figuras de lo que se intuía que era una falla, la de esta comisión precisamente. Venía del taller del recordado artista fallero José Barea, la falla desmontada se guardaba en un inmenso bajo comercial sin uso que había en los edificios recayentes al barranco de los Mudos y casi frente al mercado. Francisco Díaz (Paco Pucha) facilitaba el camión para el transporte del monumento. Incluso participábamos en la descarga de las delicadas piezas y su almacenamiento. Llegado el 16 de marzo (día de la plantá) a media tarde, recuerdo haber colaborado en el traslado de las piezas menores (bases de las escenas y muñecos) hasta la plaza del Pueblo y asistir, con la curiosidad propia de un niño, al levantamiento del cuerpo principal y remate de la falla a cargo de un camión con una grúa incorporada (conocido entonces como camión con pluma). También era motivo de deleite observar como el artista ensamblaba toda la falla, la rejuntaba y daba los últimos retoques de pintura. Y llegó un año que en la tarde-noche de la plantá mi primo Matías Palmer, miembro de la comisión durante muchos años, y conociendo mi afición a la pólvora me dijo: “vente mañana conmigo a la despertá y tirarás petardos”. Y así fue como durante años participé junto a mi primo en las despertás de esta falla, en un principio suministrándole a él los petardos conocidos entonces como mecha-barrenos y más tarde disparándolos yo mismo. De las despertás no se me ha olvidado la parada que hacíamos a mitad del acto en la falla Reyes Católicos y Adyacentes más conocida como la falla de la calle el Río. Tengo grabada la imagen de las mujeres de esa comisión (recuerdo en particular a Nati Ferrer) -en aquella amplia entrada de casa antigua que hacía de casal fallero- servirnos unos extraordinarios buñuelos recién hechos a leña.
Otra faceta fallera que recuerdo haber vivido bastante de cerca, fue la construcción de los primeros monumentos infantiles de esta comisión. Construcción que se realizaba en el mismo barracón fallero, situado durante tantísimos años al principio de la calle Empecinado. Estas primeras fallitas infantiles eran realizadas por un grupo de amigos que ya habían construido y plantado algunas al final de la calle San Luis, en la bajada a la piscina municipal. Entre estos incipientes artistas falleros estaba quien era entonces mi compañero de estudios de bachillerato y amigo Aurelio Palmer que con el tiempo perduraría como miembro de la comisión e incluso fue presidente de la misma. Así pues, vi y conocí de primera mano el largo proceso de construcción de una falla de aquellos tiempos, desde la ejecución de la estructura de madera y chapa, la creación de los muñecos de cartón a partir de moldes. Aprovecho para recordar que todo el cartón esponjoso utilizado para la construcción de fallas, era fabricado en Buñol en el molino “del Rincón o el Triste” o antigua fábrica de Anacleto Ferrer y finalmente papelera Sant Jordi. También pude ver como se realizaba el ensamblaje de los muñecos, el enmasillado, el engorroso lijado y por último la pintura.
En la década de 1980 era presidente José García Espert (Pepe Garmas), éste encargó a su sobrino Francisco Bernal que organizase la partición (pequeña banda) de músicos para ese año, Paco Bernal conformó el grupo y me encargó que tocase los platillos pues aunque soy flautista, la percusión en aquellos años, se completaba con músicos de instrumentos menos demandados para este tipo de actuaciones. A la postre resultó que muchos éramos amigos y compañeros de estudios musicales y casi todos pasaríamos con posterioridad al campo profesional. Como ese año la comisión quedó muy satisfecha con nuestra actuación, fuimos contratados en años sucesivos. La verdad es que formábamos un grupo equilibrado y homogéneo con un buen nivel musical y que varió lo mínimo a lo largo de esos años, Recuerdo especialmente la actuación que realizábamos para la comisión el día de San José, en el propio barracón fallero, tras el almuerzo institucional. Además de los habituales pasodobles de fallas tocábamos otros de mayor dificultad, como Lo cant del valencià de Pedro Sosa, justo es recordar a Sergio Casas y su magistral interpretación del solo de bombardino. Incluso llegamos a interpretar el pasodoble cantado Buñol fallero de Guzmán Cárcel, copiado a mano por mí para la ocasión, dedicado a esta falla por su autor y que por desgracia permanece olvidado hoy en día.
Por último haré mención a los escritos o artículos míos que la falla publicó en su llibret anual. Fueron un total nueve colaboraciones, la primera en 1994 y la última en 2004. En ellos expresé mis conocimientos y opiniones sobre música, historia, arte y otros temas relacionados con las fallas y Buñol. Aprovecho este nuevo escrito para agradecer la publicación de aquellos, porque además creo que fue la primera vez que un texto mío era publicado. Que en aquellos tiempos alguien publicase algo tuyo era cuanto menos emotivo. No he olvidado tampoco las ocasiones en que esta comisión fallera me ha distinguido nombrándome fallero de honor.
Las fallas, como otras asociaciones no son entes abstractos, la conforman y hacen posible su existencia personas concretas con su nombre y apellidos. Por tanto no puedo terminar sin mencionar a algunos falleros de la comisión que bien por su larga permanencia en la misma, por su particular personalidad o por el trato personal que tuve con ellos han permanecido en mi recuerdo, sé que con toda probabilidad me dejo a alguien, pero es un olvido involuntario y lo prefiero a que por temor a errar no nombrar a quienes si me vienen a la mente. Así pues, recuerdo además de los ya mencionados con anterioridad, a Soriano el de los ultramarinos, el tío Rico, Llorens el electricista, José Galarza (Fascar) el pintor, Pepe y Ernesto Hernández padre e hijo (Caraja), Vicente Cusí (el tío Modo), Tito Moscardó (el cohetero), Serrano y su familia de la tienda de deportes, Miguel Galán (quien escribió muchos años en el llibret), Miguel Salazar (presidente) y por último “Paquico Collao” quien tantos años llevó el estandarte. A todos estos y a los que pueda haber olvidado gracias por los buenos ratos pasados juntos.
José Solá Palmer