La Falla que hace Falla

Coincidiendo con el 50 aniversario de mi falla, la Falla Reyes Católicos, o como a mí y a muchos otros nos gusta llamarla, la Falla del Río, me propusieron escribir un artículo donde explicara qué significa ser fallera, o más bien, qué significa serlo de mi falla. Llevo un rato dándole vueltas y aún no sé muy bien cómo explicar lo que se siente al pertenecer a una falla, y más si es una como la mía, que rebosa ilusión, ganas, trabajo, esfuerzo, amor y mucha familiaridad.

No recuerdo un mes de marzo en mi vida que no haya sido por y para las Fallas. Nací el 11 de marzo y el 17 ya estaba con mi madre en el barracón, que, pensándolo bien, era como estar en casa. Ser fallera de una falla cómo es la mía es eso, estar en casa, rodeada de tu familia y compartiendo ese sentimiento fallero que te llena de ilusión y amor el corazón. 

El sentimiento fallero. Esto también me da mucho que pensar, porque estoy segura de que es una de esas cosas que no se puede explicar con palabras. Podría decir que es una emoción que te acelera el corazón cuando te das cuenta de que quedan pocos días para la mejor fiesta del mundo, o esa sonrisa de oreja a oreja que se te queda en la cara cuando ves tu falla plantada. Los pelos de punta al escuchar una mascletá; el miedo de que el mal tiempo no te deje disfrutar de los días importantes; el amor hacia tu comisión, que se ha convertido en tu segunda familia; la ilusión de compartir momentos mágicos con toda esa gente; el delicioso sabor de los buñuelos con chocolate; vestirte con tu indumentaria fallera; desfilar junto a las otras fallas pintando el pueblo de música y color, las despertás, las cenas de sobaquillo, la fiesta de después… Pero, aún así, me quedo corta. Es imposible describir ese mundo de emociones que te completa, haciéndote rozar la felicidad y sentirla al máximo durante tres intensos días.

De la boca de personas como mi abuela, mi tío, o la gente más veterana en la falla, he oído millones de veces la historia de su nacimiento, que empezó siendo un montón de cartones y el sueño de unos niños con mucha ilusión, pero lo que siempre me ha fascinado es la forma en la que les brillaban los ojos cuando me lo contaban. Ahí entendí que mi falla, por encima de todo, es amor, amor por la fiesta, por la familia, por la amistad, por el trabajo y por los sueños. Comprendí que, aunque los años pasen y las cosas cambien, aunque haya personas que vengan y personas que se vayan, ninguna de ellas lo hará quedándose indiferente. Mi falla se caracteriza por dejar recuerdos que jamás olvidarás, que resurgirán cada año cómo las fallas lo hacen de sus cenizas, haciéndote revivir hasta la más pequeña pizca de felicidad que tengas en tu corazón. Y eso es más que suficiente para nosotros.

Algo que también quiero destacar, aparte de la familiaridad de la que estamos rodeados todos los falleros de la comisión, es la forma que tienen de hacernos sentir parte de la falla, de hacernos partícipes de la fiesta en su totalidad. Desde los más pequeños hasta los más mayores son los protagonistas, avivando el sentimiento fallero del que hablaba antes y creando un ambiente armónico que nos une más cómo comisión y cómo familia. Incluso hemos hecho nuestra falla durante años, ayudando a el grupo AFARCA a modelar los ninots y a darles color, y daba igual la edad que tuvieras, si querías, podías, porque, al fin y al cabo, la fiesta es de, por y para todos, y ese valor siempre está en vigor en esta falla.

Otra de las cosas que se me viene a la mente en estos momentos, es que yo he podido vivir de primera mano también lo que es que una falla luche por tus sueños contigo, transformando las adversidades en recuerdos inolvidables. Por no irme muy lejos, en mi primer año de Fallera Mayor diluvió, pero mi comisión no se pensó ni un segundo en sacarme a desfilar bajo paraguas y sombrillas. Cosas como esta también caracterizan a mi falla. Jamás te dejarán solo, y menos cuando estás cumpliendo tu sueño, porque en la calle del Río, tu sueño se convierte en el de todos, y vivirlo al máximo es nuestro único pensamiento.

Así que sí, ser fallera de mi falla es, por encima de todo, sentirte parte de la falla, de la fiesta, sentirte cómo en casa, contagiada de toda la ilusión que desprenden desde los más pequeños hasta los más mayores, sentirte querida, respetada, escuchada, es encontrar amistades que durarán toda la vida, es trabajar y hacerlo disfrutando, es vestirte de fallera y sentirte completa, es bailar y reír, es disfrutar, llorar de emoción, compartir, es… no sé, ¿cómo podría describirse realmente el sentimiento fallero compartido con una falla que es tu segunda casa y una comisión que es tu segunda familia sin dejarse absolutamente nada? Ya lo he dicho, es imposible. Si se pudiera escribir, cualquiera podría sentirlo, y esto es algo que no todos tienen el privilegio de conocer.

Por último, y con motivo de ser el mes de la mujer, me gustaría hacer una mención especial a todas aquellas incansables mujeres que forman parte de mi falla, y que siempre están al pie del cañón para todo lo que las necesites. Las buñoleras, que se pasan el día metidas en el barracón haciendo buñuelos, trabajan con un amor incondicional hacia la fiesta y hacia todos los que pasan a visitarlas. Quizás es por eso que están tan buenos, y el premio a los mejores buñuelos, siempre es merecidísimo. Además, igual están con una mano en la masa y con la otra arreglándote el vestido, el pelo o colocándote bien las peinetas. Son mujeres que valen para todo, pero, sobre todo, para sacarte una sonrisa en cualquier momento.

Las que no se han atrevido aún con los buñuelos, también tienen su papel, y no es menos importante. Todas ellas aportan su granito de arena para que cada día y cada noche en la falla sea especial. Y no solo hablo de los tres días festivos, sino que se aseguran de que la falla sea nuestro hogar los 365 días del año. Desde la más pequeña hasta la más mayor tiene su papel en esta comisión, y cómo ya he nombrado, estar en mi falla es, por encima de todo, sentirte parte de ella, y esta, sin las mujeres que la complementan, no sería nada.

Las fallas son efímeras pero el amor por ellas es eterno”. (Marina Civera, FMV 2019).

Silvia Sáez Espert
Escritora… y fallera

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