Hija, hermana, nieta, sobrina, novia, esposa, amante, nuera, cuñada, madre, madrastra, bruja, maga, intuitiva, soñadora, creativa, poderosa, misteriosa, sensual, sexy, amada, deseada, venerada, lunática, odiada, golpeada, mutilada, violada, explotada, marginada, asesinada, discriminada, infravalorada, superviviente, luchadora incansable… MUJER.
Desde la antigüedad la mujer ha tenido que lidiar con la supervivencia en un mundo de hombres fuertes y dominantes que se empeñaron en someterla. Embarazada o criando la mayor parte del tiempo, se vio obligada a quedarse en la cueva, cogiendo frutos, semillas y hierbas mientras el hombre salía a cazar para alimentarla, para demostrar su superioridad y su fuerza, para conquistarla y fecundarla. Hasta que un día, movida por su curiosidad, aprendió también a cazar, y lo hizo incluso mejor que algunos hombres.
Desde entonces aún no hemos terminado de luchar, de combatir con el sexo opuesto por demostrar que valemos tanto como ellos, que no nos identificamos con la etiqueta del “sexo débil”. Y vaya si lo hemos demostrado, y no ha sido únicamente gracias a la lucha activa de las mujeres del siglo pasado, que se dejaron literalmente la vida por conseguir la igualdad de derechos con respecto al hombre, sino gracias a cada mujer del planeta, en cada época de la historia, que día a día ha puesto su granito de arena, llevando, en ocasiones, una carga insoportable que aún hoy arrastramos en nuestro ADN.
Dejando para otro artículo la situación de las mujeres en África o en Oriente, podemos decir que ahora la mujer disfruta de la mayor libertad de la historia. Hemos demostrado que somos tenaces, inteligentes, productivas, eficaces, y que nos movemos con soltura en un mundo de hombres. Camaleónicas, nos atrevimos a ponernos pantalones, chaqueta y corbata para acercarnos a su mundo. Nos quitamos los tacones para poder pisar más fuerte, para correr y saltar, y así hemos alcanzado cotas altas en casi todas las profesiones. Podemos votar, podemos viajar solas, podemos elegir qué estudiar, donde vivir y con quien, podemos disfrutar de la sexualidad y además podemos hacerlo sin esperar al matrimonio, podemos leer un libro erótico a las 8 de la mañana mientras vamos en el metro a trabajar, sin que nadie se escandalice por ello. Podemos elegir si ser madres o no y si serlo solas, junto a un hombre o junto a una mujer. Podemos pilotar aviones, viajar al espacio y operar a corazón abierto. Podemos sujetar con una mano la agenda y el móvil y con la otra un biberón. Sabemos ganar tanto dinero como ellos, a pesar de que los sueldos de las mujeres siguen siendo inferiores. Independientes económicamente, ya no necesitamos de un hombre para nuestra supervivencia.
¿Y ahora qué? ¿Tanto esfuerzo realmente nos acerca a la felicidad? ¿Quién elige cuando nos vemos arrastradas por las obligaciones, cuándo tenemos que aprovechar los días libres para limpiar, cuando vivimos esclavizadas por las dietas para mantener un físico de revista? ¿A cuántas cosas renuncias por falta de tiempo? ¿Cuánto tiempo le dedicas realmente a tus hijos? ¿Cómo alimentas la llama del amor? ¿Cuándo fue la última vez que te miraste fijamente a los ojos? ¿Cuántas veces te dices que te quieres? ¿cuánto hace que no te haces un regalo? ¿Cuántas veces al día eres consciente de cómo respiras? ¿Cuándo fue la última vez que tuviste una cita contigo? ¿Para que gritas en silencio?
A mi entender, el reto más grande al que se enfrenta la mujer del siglo XXI es encontrarse a sí misma, reconocerse, aceptarse tal y como es, y amarse, para poder relacionarse de forma sana con los hombres y tener relaciones basadas en el respeto, el amor y la complicidad. Conectar con el sentir, con el Ser y dejar un poco de lado el hacer. Atreverse a tomar decisiones, a romper con relaciones tóxicas, a elegir si trabajar o no sin miedo al qué dirán, sin vergüenza por querer ser madre como opción de vida.
Independientes, fuertes, duras hasta enfermar, hemos construido tal coraza a nuestro alrededor que corremos el riesgo de olvidar que somos mujeres y que nuestro verdadero poder no hay que buscarlo fuera, no hay que demostrarlo, nuestro verdadero poder es el más grande de todos y está por encima de cualquier logro, más importante que viajar al espacio, más importante que cualquier descubrimiento. Tenemos el poder de crear vida en nuestro interior, de hacerlo durante nueve meses y de dar luz a un nuevo ser para mantener la especie. Tenemos el poder del amor incondicional, la intuición, la sanación. Nuestras caricias sustentan, nuestros besos serenan, nuestras palabras animan, nuestra mirada comprende, nuestra sonrisa ilumina, nuestro sexo hipnotiza. ¿Acaso hay una fuerza mayor? Seamos, pues, mujeres completas, para enseñar a nuestras hijas e hijos a serlo. Cambiemos para generar cambio, pero no desde la lucha, no desde fuera, sino desde lo más profundo de nuestra alma.
Blanca Marzo Zanón.
Coach de salud.