La noche mágica de San Juan

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Coincidiendo con el solsticio de verano, no sólo los pueblos costeros y sus playas se llenaban de gente celebrando la Noche Mágica de San Juan, no sólo en el salto de las olas estaba la magia, sino más allá.

Esa magia también llegaba hasta un recóndito pueblo del interior valenciano y más concretamente hasta uno de los parajes más bellos de esa localidad. El pueblo es Buñol y uno de sus rincones con más encanto, el Parque de Borrunes. Allí se celebraba la tradicional verbena de San Juan. Esta cita, además de estar rodeada de magia, la envolvía la tradición, la inocencia, la diversión y la picaresca.

Allá por los años 60 el paseo de acceso al parque se engalanaba con “farolicos” y guirnaldas. También a uno y otro lado del mismo, se disponían una serie de “paraetas” en las que se vendía peladillas y turrón de todas las clases –aunque los más demandados eran, el de guirlache y el de rosas (palomitas)–. Todo hecho de una manera tradicional y artesanal. Los y las jóvenes del lugar compraban estos dulces, que eran el preámbulo del baile. Un baile en el que los que tenían “chira” o “chiri” aprovechaban para bailar muy pegados y darlo todo en las lentas, y los que estaban en proceso de “enoviarse” lanzaban miradas furtivas e inocentes al chico o chica que les gustaba.

Por el escenario de Borrunes pasaban infinidad de grupos y formaciones musicales de ambas sociedades de la localidad, aunque los más recordados eran “Los Juglares” y “The Mongols”, siempre con un repertorio adaptado a la actualidad musical del momento.

Años más tarde la tradición de los turrones y los “puestesicos” fue perdiendo auge, pero fue en el año 1.983 cuando los clavarios de aquella época quisieron dar un nuevo empuje a la verbena. En ese año los clavarios participaron en la Noche de San Juan elaborando ellos mismos los típicos dulces de esta velada y, como novedad, introdujeron una iniciativa que atrajo a mucho público, el sorteo de jamones –tradición que se retomó años más tarde y de la que hablaremos más adelante–.

Fue posteriormente cuando el Ayuntamiento decidió contar con la colaboración en la organización de La Noche de San Juan de la Asociación de Empresarios y Autónomos de Buñol. Esto dio un nuevo empuje a la cita, que también servía para anunciar a los vecinos y vecinas del municipio, el nombre de la Reina de la Feria y Fiestas de Buñol y presentarla en sociedad, junto a su Corte de Honor. También se incluyó posteriormente el sorteo de jamones entre los asistentes a la verbena –y que todavía sigue haciéndose–, e incluso se ofrecía la posibilidad a quien quisiera de cenar “de sobaquillo” en Borrunes antes de que la música se pusiera en marcha. Bien es verdad que la tradición de los “puestesicos” a lo largo del paseo cayó en desuso, pero durante el baile se ofrecen dulces típicos de la localidad acompañados de una mistela “fresquica”.

Obviamente todo evoluciona y La Noche de San Juan lo ha hecho. Desde aquí reivindico que se retomen nuestras tradiciones, porque hablan de nosotros y dicen quiénes somos y quiénes fuimos. Comprendo que los tiempos cambian, pero esa magia de la que hablaba al principio no hemos de dejar que caiga en el olvido. Sin magia no hay ilusión y sin ilusión no hubiésemos llegado hasta donde lo hemos hecho. Viva la magia y viva la Noche de San Juan.

Luis Vallés Cusí
Periodista

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