La torre vigía de incendios de Buñol

En lo alto del barranco de la Tejería, a 650 metro de altitud, se encuentra la antigua torre forestal de Buñol. Fue cerrada hace décadas otorgando mayor control de vigilancia en el puesto de observación de la Sierra del Ave. Se ha rehabilitado la torre (protegiendo y prohibiendo subir en ella) como figura esencial de lo que fue la protección de nuestros montes en los años 70 y 80.

Las tecnologías de la comunicación han evolucionado muchísimo, pero casi todas aquellas torretas que instaló el antiguo Icona han perdurado porque su ubicación es inmejorable.

El de los vigilantes de estas torres era un trabajo a prueba de vértigo, no en vano las torretas contra incendios como la que tenemos en nuestro pueblo se encuentran de media a dieciséis metros sobre el suelo. Para llegar arriba hay que superar dos tramos de escaleras y, una vez en la plataforma superior, la vista se pierde en el horizonte. En un día claro se puede alcanzar a ver más de 50 kilómetros.

Fue en la década de los setenta, cuando no había teléfonos móviles y muy pocos fijos, cuando se estableció una red de torres de vigilancia que, a través de una red propia de comunicaciones de radio, se encargaban de dar los avisos de incendio. 

Vigías de tierra adentro José Sierra | LEVANTE-EMV

La Generalitat Valenciana dispone de 68 torres de vigilancia situadas en la cumbre de las montañas. La detección temprana de incendios forestales facilita el despacho automático de medios y su rápida extinción

En un tiempo en el que nadie es nada sin un dron, donde el aviso «hay redes wifi disponibles» salta en medio de la nada y en el que hay satélites que ven la Tierra con precisión de centímetros, nada ha mostrado su eficacia en la detección temprana de incendios como el ojo de los vigilantes que otean el territorio valenciano desde la cima de 68 montañas.

Con la llegada del verano, los incendios se convierten en el «enemigo público nº 1 de los valencianos del mismo modo que en el siglo XVI lo fueron los piratas berberiscos que arrasaban la costa. Al «Turco» se le combatió creando una red de torres de vigilancia costera que anticipaba su llegada. A los incendios se les comienza también a ganar la batalla cuando existe una detección temprana que permite reducir el tiempo de respuesta de las aeronaves y los equipos de tierra y eso se consigue, a veces, situando a los vigilantes en alguna de las privilegiadas atalayas de montaña creadas por la naturaleza.

La simbiosis entre una ubicación privilegiada y el ojo entrenado de un profesional sigue mostrándose como el método más rápido y eficaz de detectar un incendio, incluso en el marco de una sociedad cada vez más tecnificada dominada por drones, sensores remotos y satélites.

«La Comunitat Valenciana cuenta actualmente con una amplia red de observatorios forestales, 68 en total, buscando los puntos más altos y que les permitan una mayor visibilidad de las zonas forestales y las colindantes», explican en la conselleria de Agricultura y Medio Ambiente, que gestiona estas atalayas y a las personas que las atienden mediante una encomienda a Vaersa.

Atrás quedan los tiempos en la vigilancia desde los picos quedaba en manos de familiares de los guardias forestales, a veces jóvenes estudiantes que aprovechaban la soledad del retiro para, entre una ojeada y otra, repasar materia y recuperar espectacularmente en septiembre. O incluso para compartir recetas por radio desde Caroche a Sierra del Ave y viceversa.

En los últimos años, muchas «casetas», tórridas en verano y gélidas en el invierno, han sido reformadas, aunque sin lujos, y trasladadas a lugares en los que un ordenador y un sistema de información geográfica (SIG) ha determinado que existe una mayor visibilidad.

«Lo normal es que desde cada torre pueda verse bien el terreno situado hasta 15 kilómetros de distancia, aunque la visibilidad está muy influida por las condiciones meteorológicas, que paradójicamente son mejores con el poniente, cuando a veces se han podido detectar incendios en distancias superiores a los 30 kilómetros», explican técnicos de Vaersa.

Sin embargo ya no se trabaja exclusivamente «a ojo» o basándose en el conocimiento del terreno de los primeros vigías. La empresa pública desarrolló hace unos años una herramienta diseñada específicamente para ubicar «de forma rápida y precisa» los focos de incendio, aseguran en Vaersa. «El sistema está basado en el recurso de la fotogrametría terrestre. Primero se toman fotografías de alta resolución desde todos los puntos de vista del observatorio; se compone a continuación una imagen panorámica sin duplicidad de píxeles y se corrigen las distorsiones.

Al final del proceso se produce un modelo digital de la imagen en el que cada pixel tiene asignadas unas coordenadas reales del terreno. «Para cada observatorio se elabora un manual con la imagen panorámica cuadriculada, de modo que el humo o el foco de fuego sea fácilmente identificado sobre el terreno», explican.

Una vez identificado, el vigilante comunica por radio la cuadrícula identificada, lo que permite al técnico de guardia situado en L’Eliana, con copia del manual de cada torre en la mano, situar el incendio en su ordenador y obtener de inmediato datos como la vegetación existente, vías de acceso hasta la zona, previsiones meteorológicas, infraestructuras de extinción, etc.

La información se traslada en automático a las unidades movilizadas, tanto áreas como terrestres que protagonizan el despacho automático de medios. La posibilidad, frecuente, de que el humo sea visto por tres o mas picos permite también triangulaciones para una mayor definición de las coordenadas.

No obstante, en algunas áreas forestales persisten zonas de sombra en las que la detección solo es posible cuando se levanta con fuerza la columna de humo, lo que retrasa el avistamiento del conato. No obstante, fuentes de los servicios de extinción aseguran que la red es «suficiente tupida» y tan solo cabría avanzar en ampliar más los horarios en algunas torres, incluir en el periodo de servicio a los meses de invierno (en la actualidad solo unas pocas torres trabajan durante todo el año) y establecer turnos nocturnos en otras para multiplicar su eficacia.

Vaersa ha elaborado estudios específicos para cada demarcación forestal en el que se analizan todas estas variables y existen, por el momento, «planes» para perfeccionar el dispositivo.

Además, en los últimos meses se ha intervenido también en el acondicionamiento de algunas de las casetas más deterioradas, que no cumplían con las mínimas condiciones como centro de trabajo.

En verano existen muchos ojos en el monte: agentes medioambientales, el Seprona de la Guardia Civil, Policía Autonómica, las patrullas de prevención de incendios, brigadistas, voluntarios, ciudadanos, etc. Todos son necesarios, pero los observatorios fijos de vigilancia, «los picos», como son conocidos por su ubicación en las cumbres más altas de la Comunitat Valenciana, incluido el Peñagolosa, siguen demostrando su eficacia todos los días.

Share This Post

Post Comment

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.