Las familias de las víctimas de la explosión del «Polvorín» regresan a «Corrons»

La alcaldesa de Buñol y el Primer Teniente de Alcalde visitan la zona de Corrons junto a familiares de uno de los fallecidos en la Explosión del Polvorín de 1951

Redacción.- Juncal Carrascosa, alcaldesa de Buñol, y Rafael Pérez, primer teniente de Alcalde del Ayuntamiento, visitaron la zona de Corrons el pasado 17 de octubre, junto a familiares de uno de los fallecidos en la Explosión del Polvorín que aconteció en esa zona en 1951. Supone una de las tragedias más recordadas en la memoria histórica de esta población y que fue cruelmente silenciada por los medios de la época.

Fueron ocho los militares de reemplazo que murieron en esta explosión. Todos ellos jóvenes de poco más de 18 años que estaban realizando el servicio militar. Sus familiares se enteraron hace muy poco tiempo de que el fallecimiento fue debido a una explosión del llamado “polvorín de Buñol”, ya que las autoridades de la época les transmitieron que había sido un accidente en unas maniobras manejando explosivo.

Los máximos representantes políticos del Ayuntamiento de Buñol recibieron a familiares de uno de los fallecidos, cuyo cadáver yace en un cementerio de Valencia, y son de Albacete. Tras años de reuniones y reclamaciones para poder exhumar el cadáver y trasladarlo a su cementerio natal, sólo les faltaba revivir aquello que su familiar vivió.

Juncal Carrascosa recuerda: “Mientras vivíamos momentos muy emotivos nos trasladaron su satisfacción por conocer de cerca Buñol y sus gentes, y comprobar que en los últimos tiempos de la vida de su tío estuvo viviendo junto a personas afables, cercanas, cariñosas y de gran corazón, algo que nos llevamos para siempre”, comentó emocionada la primer edil, Juncal Carrascosa, en declaraciones a Radio Buñol TV.

Y es que según publicaba así es Buñol magazine en el número de julio de 2016, su autor Pepe Medard, había que remontarse a 1937. Dice textualmente su autor en este digital buñolense: En plena Guerra Civil, la rebelión militar en contra de la II República consigue en el frente del Norte conquistar el País Vasco, núcleo principal de la industria armamentística fiel al gobierno republicano. Previendo el desenlace, el gobierno traslada maquinarias de producción y sobretodo técnicos especialistas a la zona de Levante, donde crean varios núcleos de producción de armas con los que abastecer al ejército defensor del gobierno legítimo de la Nación. Uno de ellos será la fábrica de Corrons. El 3 de diciembre de 1938, con la guerra ya prácticamente ganada por el ejército de Franco, se produce el bombardeo de Chiva y Buñol por parte de la Legión Cóndor, compuesta por aviones alemanes e italianos, uno más de los producidos sobre objetivos civiles para minar la moral republicana, de los que salen indemnes la fábrica de cementos y la fábrica de armas, quizá intencionadamente, para integrarlas rápidamente en el sistema productivo del nuevo régimen. Tras el fin de la guerra, la fábrica se transforma en polvorín donde, a lo largo de 3 años, van llegando los excedentes del conflicto en forma de proyectiles, que llegan a Buñol por tren y son trasladados a Corrons con el camión del tío Agustina. Una vez allí eran desmontados, desactivados y almacenados. Se calculan en miles de kilos los explosivos depositados en sus instalaciones. Un dicho popular decía “El día que explote el Polvorín, desaparecerá Buñol”.

Y llegamos al 31 de julio de 1951, con los ecos de la guerra civil aún recientes y los efectos de la posguerra aún presentes. Era un domingo caluroso, por lo que la mayoría de l@s buñoler@s estaban en casa disfrutando de su día de descanso. Sobre las 11 de la mañana se oye un estremecedor estruendo que hace temblar las casas del pueblo y rompe la paz del domingo. A continuación, más explosiones. La gente asustada se hecha a la calle a averiguar qué pasa. De repente, empiezan a tañer las campanas de la iglesia del pueblo llamando a rebato. El pueblo se queda vacío, salvo los que no pueden valerse por sí mismos. Ancianos y enfermos reciben ayuda de sus vecinos para alejarse de lo que parece la destrucción del pueblo. A pesar del miedo y de que la guardia civil pasa por las casas ordenando el desalojo, algunos permanecen en sus hogares por miedo al saqueo o porque la enfermedad les impide moverse. Hubo héroes anónimos que ayudaron a desalojar un colegio de niñas huérfanas cercano a Corrons; otros ayudaron a ancianos y enfermos, hubo incluso quien fue condecorado a posteriori, como el doctor Facundo Tomás.

Las explosiones son continuas y se mantienen varios días. Poco a poco vuelve la calma y la gente empieza a regresar a sus casas que, aún habiendo permanecido abiertas y vacías, no han sufrido saqueos. A pesar de lo aparatoso de la explosión, no hay víctimas, aunque curiosamente se producirán después. El estallido provoca que salgan despedidos proyectiles por la zona de alrededor de Corrons.

Algunas noticias orales hablan de que algunos llegaron hasta la zona del Oliveral. En Octubre de 1951 el alcalde de Buñol, Jesús Estellés, en nombre de su Corporación municipal y sus vecinos, piden el cierre o traslado del polvorín. A pesar de ello, el polvorín sigue en funcionamiento y el 27 de enero se produce una nueva explosión. Esta vez sí hay fallecidos. Ocho soldados de reemplazo del destacamento de artillería mueren mientras manipulan un artefacto. En algún momento entre finales de los 50 y los años 70, el polvorín es desmantelado, pero se mantiene como destacamento de artillería, donde algunos buñoleros tuvieron la suerte de poder hacer el servicio militar al ladito de casa”.

Share This Post

Post Comment

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.