Las Peñas: la cantera silvestre del C.D. Buñol

n17 deportes

EL ESCANDALO: Mi Peña
El contenido de este artículo sería imposible de escribir si antes no tuviera un cariñoso recuerdo de todos y cada uno de los que, en el periodo que transcurren los hechos, estuvieron, dirigieron y se responsabilizaron tanto de colectivos (Las Peñas) y estamentos (C.D.Buñol), como de la planificación de los campeonatos así como su legislación.

Sería bueno que algún día se reconociese públicamente a aquellos que no escatimaron esfuerzos, tiempo de sus vidas y, como no, dinero propio, para que las Peñas fueran un referente del Fútbol Local, el Fútbol “no oficial”, que en determinados partidos “invitaba” a grandes jugadores para reforzar sus equipos, pues a veces las victorias iban más allá de la propia victoria. Esa referencia del Fútbol Local que eran Las Peñas traspasaban los límites de nuestro pueblo y de nuestra comarca.

En este tiempo que nos ocupa (que es el mío), y que arranca a principios de los años sesenta, el grupo de personas a los que me refiero, y que a algunos los vemos a menudo por las calles de Buñol, y que otros por desgracia han fallecido, serían:

  • Representantes de Peñas  (hacían las veces de entrenador, utillero, masajista…): Peña Atlética,  Manuel Simón  (El Pollero). Castillo, Rafael Perelló (Rafelico) y Modesto Valiente (El Niño). Ventas,  Roberto Pérez (Negrilla). Gimnástico,  Joaquín Espert (El Yesero); con él, Francisco Pastor (Mursiano).  Juventud,  Antonio Morán. Coca-Cola, Manuel Vallés (Brigidín); también, Vicente García Lambies (Mauri). Escándalo, Manuel Ortiz Pérez (Epi) junto a Felipe Carrascosa Martínez (Romero).
  • Árbitros (algunos repetían “trabajos”): Salvador Puchades Perelló, Manuel Carrascosa (Cubita), Vicente García Lambies (Mauri), Antonio Morán, José García Espert y Rubén Galarza.
    Prensa Deportiva: Antonio Lisart (El sastre de la Cuesta Roya). Como sastre, le hizo al Escándalo un equipaje blanco con grandes números a la espalda, (adelantándose en varios años a lo que sería obligatorio en todas las equipaciones, números grandes para ser fácilmente reconocibles), que creo que fue el mejor que nunca tuvimos.
  • Delegado de Peñas nombrado por el C.D. Buñol: Rubén Galarza Manzano.

Sería el verano del año 1962 cuando, recién cumplidos doce años de edad y con una pasión loca por el fútbol, a dar patadas a una pelota que, como casi todos los años, mi madre me compraba, al ver que en el equipo de mi barrio, El Castillo (yo nací en La Plaza del Castillo, lo que actualmente es La Plaza de Armas), iban a jugar la temporada que comenzaba después de la Feria jugadores de mi edad, me dirigí con la ilusión más grande de mi vida a ver “si me fichaba el equipo al que yo adoraba”. Mi decepción al no ser admitido y no poder jugar fue indescriptible, no entendía como siendo del mismo centro del Castillo yo no podía jugar y otros de más lejos sí podían hacerlo. La solución vino por parte de mi hermano Vicente. Sus amigos y él mismo formaban una Peña que no ganaba muchos partidos, pero que competía todos los años, y que me acogió desde el principio como uno más de ellos. Algunos me llevaban nueve años de diferencia y el que menos me llevaba fue curiosamente mi hermano Vicente, que tenía cinco más que yo.

Esa Peña era El Escandalo, la que sería la Peña de toda mi vida. En aquel momento aquel grupo de gente que, sin ningún reparo, me tomó como a uno más, era: Francisco Carrascosa Herrero (Monega), Elías Matamales Carrascosa, Francisco Fuertes Hernandez (Paco Bomba), Manuel Herrero Rodriguez (Garrofera), Joaquin Pilán Carrascosa, Joaquin Iranzo Pallás, Vicente Roca Vallés, Emilio García Fuentes (El Gato), Joaquín Sáez Serrano (Chimo Juaquineo), Librado Pastor Martinez (Libra), Manuel Ortiz Pérez (Epi), José Manuel Vallés Vilanova (El Conde), Felipe Carrascosa Martinez (Romero), Manuel Marrón Zanón, Masajista, José Abril Ruiz (Silleta)

Los partidos eran memorables, rara vez íbamos al descanso perdiendo, la euforia y la adrenalina por todo lo alto. “No os preocupéis, de esto me encargo yo”, decía Monega (el portero). Lo habitual es que el partido terminara cuatro o cinco en contra, aunque lo más fácil era que por un quítame estas pajas, Marrón, Romero o algún defensa montase una pirula, todos a la caseta y hasta la próxima.

Yo salía algún que otro partido (no era, lógicamente, titular), pero cuando salía, se me veían maneras. Eso decían, aunque yo no las veía por ninguna parte. ¿La razón? Sencilla entonces, bastante incomprensible en los años actuales. Yo, como delantero que era en aquel momento, doce años de edad, cuarenta kilos no creo que pesara, y aunque tenía poco miedo, me las tenía que ver con apenas doce años con defensas que en aquel año, por ejemplo, del Gimnástico, Vicente Palmer tenía veintiuno, Gabriel Corachán (El Diente) dieciocho y encima más fuerza que  un toro; Juán Soliva veintitrés, Giordano veinticuatro, Manuel Carrascosa (Cubita), que también jugaba, aparte de ser árbitro, veintitrés. Ahora las competiciones están regidas por criterios de igualdad en las edades y las diferencias entre los que compiten son mínimas.

Como es natural, la fuerza física se imponía, si bien es verdad que a los pequeños nos cuidaban con esmero. Yo no vi ninguna mala actitud en contra de mi persona en esos años, ni creo que nadie me diese ninguna patada de mala fe. No obstante, sus impresionantes físicos imponían a los más menudos, Vicente, Gabriel, Ángel Espert (El Ramblo), el propio Cubita. Los cruces mágicos de Juanillo, el regate y las planchas de Giordano, como se decía de estos jugadores, “duros y contundentes, pero nobles”. Hostia nobles, y si por accidente te cogían, ya podías despedirte ese domingo de todo y de todos.

Hubo partidos épicos. Recuerdo uno contra la Peña Atlética, en el que en un disparo a puerta en contra nuestra, el balón se introdujo en la portería por un agujero que había en la red, y aunque incluso fue reconocido por varios jugadores de la Atlética, Vicente García Lambies (Mauri), que era el árbitro, se empeñó en que había sido gol, así que se armó un follón que casi nos lo comemos. En fin, súper lío, Romero y Marrón, siempre en la vanguardia de los tinglaos… y todos al vestuario, partido acabado y, por supuesto, perdido.

Conforme fui haciéndome mayor fui adquiriendo velocidad y situación en el campo. Y esto, y que Manolo (Epi) entendió mi forma de jugar, junto con Romero, que era un delantero centro que te allanaba el camino, hizo que recibiera cientos de balones largos que hacían que marcase bastantes goles y que de alguna manera el C.D. Buñol se fijase en mi persona. Así, al finalizar la temporada 1967-1968, el secretario del C.D. Buñol, que presidía Roberto Villar, Leandro García, habló conmigo y me preguntó si quería fichar por el Buñol. Creo que ese momento sería unos de los más agradables de mi vida.

En los primeros entrenos del verano del 68, observé que de las Peñas habíamos bastantes. Jesús Sáez (Chuchín) y Francisco Matamales del Castillo, Manolo Igual y José Ponce de la Coca-Cola, Francisco Fons del Gimnástico, Emilio Espert (Kopa) de la Peña Atlética, yo del Escándalo. En años anteriores fueron muchos más. Los equipos de la comarca (sobre todo el Chiva), también se nutrieron de nuestras Peñas. A partir de Septiembre del 68 ya todos serían procedentes del recién creado Juvenil del Buñol.

Algunos estuvimos bastantes años, otros, por desgracia, se lesionaron casi antes de empezar. Por supuesto, en la Feria de Buñol de ese año jugamos “contra un potente equipo”. Ese año fue el martes contra el Sporting de Requena, al que ganamos dos a uno, y el segundo, el jueves día de San Luis, contra el Torrente, con el que empatamos a dos.

Las Peñas continuaron algunos años más, pero tenía “enemigos” muy poderosos: un único campo para el Buñol, para el Juvenil y para un recién creado Atlético Buñolense y, sobre todo, un invento nuevo que se llamó entonces futbito y ahora fútbol-sala, que hizo que muchos se enrolasen en equipos de cinco jugadores, que eran más fácil de formar, cambios más numerosos y más posibilidades de divertirse que, a la postre, es el fin primordial de todos los deportes.

Manuel Roca Vallés
Recordando otras cosas del 68

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