Lo que el disfraz esconde

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Tengo un amigo que todos los años en Carnaval se disfraza de mujer. Y es algo que llama mi atención. Él tan masculino, tan serio, tan responsable, le encanta ponerse peluca y tacones. Pero no solo le pasa a él, sino que esta fiesta cada vez atrapa a más gente que decide convertirse en otra persona durante unos días. Pero, ¿por qué nos gusta tanto disfrazarnos?, ¿qué se esconde tras esta transformación?

Para entenderlo tenemos que remontarnos a sus orígenes. Esta fiesta se inició hace muchos años como un rito pagano. El término carnaval proviene del latín carne y levare, que significa ‘quitar la carne’ y se refería a los días en los que la religión cristiana prohibía el consumo de carne durante la Cuaresma. Esta festividad buscaba satisfacer las necesidades del cuerpo, de los placeres y de la buena vida durante los cuarenta días. Se trataban de rituales religiosos donde la sátira y el desenfreno eran la norma.

También surgió como una forma de rebelarse en una sociedad estamental y jerarquizada, ausente de libertades. De hecho, quienes primero se adhirieron a esta fiesta fueron las mujeres, seguidas de los esclavos; aquello que se encontraban marginados en la estructura social.

En la actualidad, el disfrazarse se ha transformado en un elemento descompresor: en un mundo demasiado serio y lleno de rutinas, los carnavales y disfraces dan entrada al humor y a la relajación.

El disfraz brinda oportunidades de expresión que a menudo son reprimidas en nuestra vida, esconderse detrás de algo que no deja ver quiénes somos tiene el beneficio de sacar algunos rasgos de personalidad escondidos. Por tanto, el miedo al rechazo, al “qué pensarán de nosotros” o al “qué pensaré de mí mismo” es menor en este marco.

Existen expertos que dentro de la Psicología se han planteado la relación que tiene el disfraz que elegimos con nuestra personalidad, y concluyen que nuestra elección revela numerosas características de nuestro yo interior, incluso de los niños. Digamos que tú o uno de tus hijos escoge un disfraz que represente a algún animal. En general, cuando pensamos en un animal tenemos en cuenta sus características principales. Por ejemplo, un conejo suele inspirar ternura y tal vez te lo pongas para inspirar ese sentimiento en los demás, lo que podría denotar una necesidad de cariño. O por citar otro caso, si nos queremos disfrazar de superhéroe podría revelar una personalidad que fantasea con la fuerza que se les adjudica a esos seres y que para nosotros es importante el reconocimiento de los demás.

Si le preguntáramos a estos mismos expertos por qué los hombres se disfrazan más de mujer, que las mujeres de hombres, nos contestarían que eligen este disfraz para sublimar ciertos fetiches como, por ejemplo, el erotismo que experimentan al verse con ropa femenina, sin que esto implique tendencias homosexuales, también que hay más tolerancia hacia la mujer en todo lo que se refiere a la vida emocional y a la indumentaria, y seguramente el hombre compensa el peso de mantener el tipo marcadamente varonil por medio del travestismo efímero que posibilitan los carnavales.

Todos los años le pregunto a mi amigo porque se disfraza de mujer. Todos los años me contesta lo mismo: “lo tenía a mano”. Nunca sabremos lo que el disfraz esconde.

Razones para sí disfrazarnos:

– Permite desinhibirse.
– Expresa nuestros verdaderos gustos y forma de ser.
– Permite escapar de lo socialmente aceptable el resto del tiempo.
– Favorece la empatía.
– Libera tensiones.
– Fomenta la creatividad.

Mari Fuertes Miguel.
Psicóloga.

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