Memoria, impulso o recuerdo

La literatura con frecuencia es memoria, impulso o recuerdo, río también: 

« …pero fíjate que eso tiene que ser hereditario, porque su abuela, que me parece que ya era Catarra, ya hacía de ordinario, y traían, antes de la llegada del tren, la levadura de Valencia en carro o andando, no te creas, fíjate, !!antes del tren!! y, cuando pusieron el tren, había un vagón para los ordinarios de toda la comarca, y hasta de Requena o Cuenca, me parece, y en la calle Bailén, fíjate, ahí, junto a la estación, no te creas, dejaban los bultos, que había en los bultos de todo: desde medicamentos hasta clóchinas, y después mi tía, que aprendió lo justico de leer para incorporarse al negocio, fíjate, no te creas, que su novio, que como su abuela, también era ordinario, le decía, «¿pero cómo me voy a casar contigo por mucho que te quiera si no puedes leer los encargos?», y así fue que le enseñó a leer cuando festeaban; festeando festeando y aprendiendo a leer, no te creas, y antes de casarse me parece que estaba en amo con las Moredas, que tenían algún dinerico, pues su padre era no sé qué de la Diputación, pero con todo y con esto acabaron como familia de lo bien que se llevaban. Imagínate si se llevaban bien, que a mí, siendo chiquilla, me mandaron en el tren a su casa, no te creas, y la casa de aquí, pues imagínate, grandísima detrás de la de la Garbanza, que tenía un medio corralico, se habrán muerto todas seguro, se habrán muerto todas. Y había una habitación pequeñica en el tercer piso que se entraba por abajo, no sé si sabes dónde, y allí vivía, yo te diré… yo te diré quién vivía, que no me acuerdo… a ver… La abuela de la Pepa vivía con su hija y con la Pepica, las dos eran viudas, madre e hija, y tenían un balconsito que daba al jardín de las Moredas y sí, me quedé a dormir en Valencia en casa de las Moredas, que entonces ellas eran jovensicas, guapísimas y bien vestidas, claro, como eran de buen pasar, unos cuartos altísimos en el piso de Valencia, como de señores, y en la casa de aquí, pues imagínate… ¿Cómo se llamaban? No me acuerdo cómo se llamaban… No me acuerdo, por Dios… Eso, una era Maricruz y la otra Adeline, eso, Adeline, como si fuera francesa, que a lo mejor su abuela era francesa, que yo no lo sé, y el piso, como estaba en el tercero, pero con ascensor, ojo, no se dañó con la riada de entonces y ahora, ese caradura de Monzón ahí, sin tener vergüenza, saliendo en la tele, que no debe ser bueno, digo yo, como los monzones malos de malo, digo yo, ¿tú te crees?, qué cuajo debe de tener el canalla, ¿de dónde son los monzones, que no me acuerdo, de Filipinas? Ay, Dios mío, pero bueno, eso ha pasado siempre, los caraduras palante y los amos siempre se aprovechan de las criadas, era entonces y es ahora, y la casa de mi tía estaba subiendo la cuestesita… pero estaba más para afuera, porque luego se metió para adentro cuando la hicieron nueva. En fin, esto siempre ha sido así, los amos siempre iban buscando la manera de achuchar a las jovensicas en amo, ya ves, que tú sabes lo de la hermana de mi padre, ¿no?, que solo lo sabia mi madre, su cuñada, nadie más, ¿tú te crees?, que entonces todo eso era tabú, ¿cómo no iba a ser tabú, cómo no iba a ser? Si no sabíamos , tú te crees, hasta el amigo de tu padre no sabía que su padre no era su padre, cosas que pasan, que pasaban entonces y que pasan ahora, no te lo pierdas. 

Además, ahí había algo… porque si lo crió su tía, por algo sería… Ahí hubo algo… porque su madre…, no sé, no sé, pero mira, me lo voy a apuntar y así se lo preguntaré a la Carmen, que seguro que ella lo sabe, porque lo sabe todo, ella sabrá porque lo crió su tía y… si lo crió su tía es porque ahí había algo… Me lo voy a apuntar, me lo voy a apuntar para que no se me olvide y se lo pueda preguntar, que ella lo sabe todo. Además, me tengo que apuntar lo de la Lola, que me parece que tuvo un chiquillo con el de la trompeta, que no era su marido, porque el de la trompeta, como sabes, no era su marido… Eso siempre ha sido así, no fue el primer caso, no te creas, ni será el último, cosas que pasan sin parar, ¿por qué tendrían que parar si somos los mismos? Lo mismo que ese tripero de los monzones o de su maestro, ese de Cartagena que fue alcalde de Benidorm, o del otro, el de las gafas negras, que estaba de cacique en la diputación de Castellón, al que siempre le tocaba la lotería por Navidad, ¡menuda lotería nos ha tocao a nosotras, menuda lotería! y, aunque no le deseo el mal a nadie y, aunque sólo haya justicia en el cielo, no sé si no irán a parar los tres a la cárcel… Que si van, ¿o ya han ido?, podrían formar un conjunto musical, lo del nombre estaría claro, podrían ser: «Los Trileros», o «Los Triperos», o «Los Truhanes», nada de «Los Brincos» ni «Los Piedras relucientes», digo, ¿tú te crees?, que de Benidorm era la matrona de cuando naciste, que entonces era un pueblesico con cuatro gatos, Los Truhanes, fíjate, que melodía tan desagradable…»

La literatura con frecuencia es memoria, impulso o recuerdo, río también, y los libros a veces están en el aire, como antes de existir: «Canta, oh musa, la cólera de Aquiles…», o «Canta, oh musa, la cólera de un pueblo…»

Biblioteca Pública Municipal
bibliotecaspublicas.es/bunol

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