(No) Hablemos de Cataluña

A nadie se le escapa que estamos viviendo momentos de excepción. Momentos que nunca creímos que viviríamos de nuevo. Pero aquí están. Y parece que han venido para quedarse, a vida cuenta del ambiente tan crispado que se respira en las calles, y no tanto en los parLAMENTOs.

Yo nací en el popular barrio madrileño de Carabanchel, pero he vivido casi toda mi vida entre Valencia y Buñol. Nunca me gusta decir qué soy, si madrileño, valenciano o buñolero. Pienso que nuestro lugar de nacimiento o residencia, no debería ser algo determinante -ni siquiera importante- en nuestro ciclo vital. Nunca me movió el fervor patriótico, ni tuve predilección por las banderas. Jamás experimenté eso que llaman “orgullo nacional”, quizá porque siempre me tuve por lo que somos; una minúscula parte de vida que pertenece a este planeta que nos vio nacer y que nos verá morir, ponga lo que ponga en nuestro DNI. Por eso me está costando digerir ese fanatismo desatado en torno a las identidades nacionales, a uno y otro lado del Ebro. Pero vamos al grano.

 

PRECEDENTES. CÓMO HEMOS LLEGADO A ESTO. 

Hasta hace no más de 11 años, el independentismo catalán era algo que estaba ahí, que formaba parte junto al nacionalismo vasco de una reivindicación histórica -que podemos o no compartir-  pero que no tenía una base social demasiado cohesionada ni mucho menos consolidada.  Solo ERC y un partido relativamente joven de espectro municipalista como las CUP, lo llevaban en su ADN. Convergència i Unió (ahora PdeCAT) era un partido que se autodenominaba “nacionalista” pero que se sentía muy cómodo haciendo de facilitador de gobiernos a escala estatal cuando estos no contaban con las mayorías suficientes, y cuyo principal objetivo era obtener a cambio prebendas y privilegios en materia fiscal para la burguesía catalana y mayores competencias para su Autonomía. Hasta ese momento, caso de haberse celebrado un referéndum sobre la independencia de Catalunya,  con toda seguridad hubiera salido un NO aplastante.

Pero llegó el año 2006, año el que los catalanes y catalanas votaron la reforma del nuevo Estatut d’Autonomia, cuyo texto curiosamente CiU votó en contra. Un texto que el PP -entonces en la oposición- recurrió a su Tribunal preferido “El constitucional” y que el P$o€ -entonces en el gobierno central- terminó finalmente por cercenar (recordemos la frase de Alfonso Guerra: “hemos cepillado el Estatut”). Desde ese momento, en el que murió aquel texto que había suscitado gran consenso entre el pueblo catalán,  germinó algo en una parte de la sociedad catalana. Un sentimiento entre la decepción y la impotencia, que unido a la irrupción en 2008 de esa mal llamada “crisis” que trajo los recortes sociales y la indignación social, fue muy bien aprovechado y gestionado por diferentes actores políticos y sociales generando poco a poco una base social descontenta que empezaba a imaginar una salida fuera del Estado español. Más tarde, en 2010, el Estatut sería recortado de nuevo por el gobierno de Zapatero.

Uno de los actores políticos que mejor utilizó en provecho propio ese sentimiento que brotaba en una parte de la sociedad catalana fue Artur Mas, quien a pesar de que él junto con su gobierno -entre los años 2010-2012- habían sido pioneros en la aplicación de brutales recortes sociales en materias como educación y sanidad, encontró a partir de entonces en el discurso soberanista y en la defensa del creciente sentimiento independentista, un paracaídas para detener la caída libre en votos en la que él y su partido Convèrgencia i Unió registraban en encuestas y que se vería reflejado en las siguientes elecciones. Por tanto,  ya en su segunda legislatura 2012-2015, habiéndose confirmado la pérdida de poder en términos de votos y escaños, Artur Mas lo fía todo al soberanismo y convoca por primera vez en 2013 un referéndum, que finalmente se convirtió en consulta popular sobre la independencia que tuvo de nuevo el rechazo del PP -ya en el gobierno- con su ya habitual recurso al TC. Esta consulta sin valor jurídico alguno, y cuya participación fue apenas del 38%, se celebró el 9 de noviembre de 2014. A pesar de que el resultado fue apabullante a favor de la creación de un nuevo Estado catalán y confirmado un nuevo empujón al soberanismo catalán, si en aquel momento desde el gobierno central hubiera habido voluntad de atajar aquel creciente sentimiento soberanista y se hubiera articulado la forma de celebrar un referéndum oficial y vinculante sobre la independencia, seguramente todavía hubiera ganado el NO.

Por su parte el PP -ya en el gobierno central- utilizaba misma la estrategia de Artur Mas pero a la inversa, es decir, veía en la negativa rotunda a cualquier debate y negociación sobre el soberanismo catalán, un nicho importante de votos con los que tapar las brutales políticas con las que estaba machacando al pueblo español, además de la excelente cortina de humo que le proporcionaba  -hoy todavía lo hace- para tapar sus numerosos delitos de corrupción, financiación ilegal, y el resto de tropelías que en cualquier país civilizado hubieran acabado con la ilegalización de partido y cientos de dirigentes entre rejas. Para ello, el Partido Popular utilizaba -y hoy aun lo hace- el discurso que ya utilizaba su progenitor, el genocida Franco,  de “la unidad de España”. Y lo sorprendente y a la vez desesperante es que le ha funcionado. Con algunas de las tramas más escandalosas  de corrupción (Gürtel, Púnica, Lezo…), destruyendo y haciendo desaparecer pruebas, incurriendo en delito electoral, los ya conocidos sobres-ueldos y la Caja B, la Organización entera procesada, legislando por decreto para entorpecer y saturar la ya de por sí lenta e inoperante judicatura española, poniendo y quitando jueces y fiscales a su antojo y destituyendo descaradamente a los cuerpos policiales e inspectores de hacienda que habían destapado sus vergüenzas, todavía hoy parece increíble que esta banda de delincuentes se mantenga en el poder. Pero volvamos a lo que nos ocupa.

Poco antes de aquella consulta del 9N, en mi opinión todavía existió una última oportunidad que podría haber evitado casi de raíz la situación que vivimos en la actualidad. En enero del mismo año (2014), el Parlament Català aprobó un petición para ser presentada en el Congreso que permitía delegar la competencia para la convocatoria de un referendum al Parlament Català. La petición fue admitida a trámite en el Congreso de los diputados, pero una vez allí los partidos del régimen (PP, P$o€, UPyD y Foro Asturias) votaron en bloque y se cargaron quizá la última oportunidad para haber conseguido zanjar a través de vías “legales” el soberanismo catalán. Una vez más, la negativa a un referéndum pactado seguiría incrementando el número de independentistas en Catalunya.

Por si fuera poco, durante los últimos años del gobierno de CiU, ya fuera por pura estrategia política, por presión de los movimientos sociales, o por ambas cosas, el Parlament català aprobó hasta 25 leyes que, lejos de aquella etapa de recortes sociales, iban encaminadas a paliar algo de aquella miseria en que los gobiernos de CiU habían dejado a la ciudadanía catalana. Así se aprobaron leyes Medioambientales (contra el Fracking, por el Cierre de Nucleares..), contra la violencia de género, de impuestos a la Banca, Contra el canon digital, y algunas de las más urgentes y demandadas por los Movimientos Sociales: las leyes contra la pobreza energética y una Ley sobre vivienda que permitía movilizar un gran parque de viviendas vacías para ubicar a todas las familias desahuciadas. Todas estas leyes tuvieron su ya habitual recurso al Tribunal Constitucional por parte del PP y, o fueron rechazadas o recortadas en aquellos puntos en los que las grandes multinacionales veían peligrar sus grandes beneficios. Esta terrible injusticia para con las clases populares en Catalunya fue otra vuelta de tuerca que impulsaría todavía más ese creciente sentimiento independentista, contribuyendo además a formar independentistas de nuevo cuño, es decir, aquellos y aquellas que no buscaban una emancipación desde aquella “deuda histórica e identitaria”, sino desde ese sentimiento que surge desde la rabia, la impotencia y la humillación que supone el bloqueo desde el gobierno central para poner en práctica políticas -en forma de leyes- que en mayor o menor medida tenían algo más en cuenta a las clases desfavorecidas.

 El govern català siguió con su hoja de ruta, pensando -especialmente CiU- que como otras veces, el Estado se sentaría a negociar una salida intermedia y todos contentos. Pero no fue así. Inmersos de lleno en unas elecciones generales que tuvieron que repetirse una vez (y casi una segunda), casi nadie -solo la izquierda parlamentaria y con la boca pequeña- quiso proponer abiertamente soluciones -mucho menos alianzas- con los partidos soberanistas. Elecciones en las que el PP y Ciudadanos hicieron de la oposición al independentismo una de sus grandes bazas programáticas. Y en estas,  llegó la convocatoria de unas nuevas elecciones catalanas, en esta ocasión dotadas de carácter plebiscitario, donde se presentaban en coalición los dos grandes partidos: CDC (con Unió Democràtica de Catalunya ya fuera) y ERC con el nombre de Junts pel Sí. En estas elecciones se iba a testar por 1ª vez el músculo social con que contaba el independentismo. Y el resultado en votos estuvo muy parejo. El independentismo ganó en escaños y los no soberanistas, por muy poco, en votos. A partir de ahí, se jugó una partida en la que las CUP consiguieron que Artur Mas fue descartado como candidato a la Presidencia. Entonces apareció en escena Carles Puigdemont, un perfil de la antigua CiU pero de la rama más independendista.

Entre la toma de posesión de Carles Puigdemont como President -en enero de 2016- y el anuncio -en septiembre del mismo año- de la convocatoria -para septiembre de 2017- de un referéndum vinculante, pasaron 9 meses en los que todavía no había gobierno central investido, y eran posibles, o una investidura, o unas terceras elecciones para las que por supuesto NADIE quería perder votos bailando con la más fea: el “separatismo catalán”. Como se suele decir: “entre unas elecciones y otras, la casa sin barrer”. Llegó la convocatoria del referéndum, y al mes siguiente Mariano Rajoy fue investido presidente, con el beneplácito del P$o€. Aun así, todavía hubo casi un año hasta la llegada del punto de no retorno -el 1 de octubre de 2017- durante el cual tampoco se quiso buscar una salida política negociada que evitara lo que a todas luces era casi inevitable.

No es cierto que desde el independentismo catalán no se haya dado las suficientes señales (consulta 9N, elecciones de 2015, movilizaciones cada vez más masivas, peticiones al congreso, etc…) que indicaran que se buscaba una salida pactada para solucionar esta cuestión, antes de llegar al referéndum del 1-O.  Las constantes negativas, la cerrazón política y la instrumentalización electoral que hicieron siempre los partidos autodenominados “constitucionalistas” sin voluntad alguna de evitar la colisión, han sido determinantes para llegar al momento actual. Es más que posible que una parte de ese soberanismo catalán, no creyera que se iba a llegar a estos extremos, y estuvo jugando con fuego, sin saber que podía quemarse. La otra parte, la más convencida, parece que tampoco previó lo que podía suceder caso de llegar a la declaración unilateral de la independencia. “No estábamos preparados” dicen ahora algunos que el 27 de octubre celebraban como una fiesta la República catalana.

 

Y LLEGÓ EL 1 DE OCTUBRE…

Las semanas previas al 1 de octubre, fueron una confirmación de los peores presagios. El gobierno del PP que llevaba repitiendo dos años el mantra del “cumplimiento de la Ley y del Estado de derecho”, se los pasó -una vez más- por el forro y, haciendo gala de su ramalazo más autoritario heredado de su genética franquista, hizo el ridículo más espantoso: registró imprentas y Medios de comunicación,  requisó urnas y papeletas y detuvo a funcionarios de la Generalitat que, supuestamente habían participado en la organización del referéndum. La Guardia Civil cerró cientos de Webs a través de las que se daba información censal para votar el 1 de octubre. A cada paso autoritario que daba el Gobierno intentando reprimir el engranaje creado para el 1 Oct, nacían 10000 independentistas más. O al menos, iba creciendo el número de personas que creían en el derecho a decidir. No demasiados han querido ver esta represión desatada, más propia de un Estado dictatorial, cegados por ese eslogan falangista repetido hasta la saciedad “por la unidad de España” y por un orgullo patrio basado exclusivamente en una bandera rojigualda que cada vez me produce más náuseas.

El bochorno más grande se produjo en los días previos al 1 de octubre, en los que pudimos ver, avergonzados y con mucha tristeza cómo había grupos de gente que despedía entre vítores a los convoyes de la Guardía Civil que se dirigían a Barcelona para -otra vez- “luchar por la unidad de España”. En esos videos se oía a la turba enfervorizada jaleando a sus héroes del tricornio: “a por ellos, oeee!!”. Debo reconocer, que no he sentido más vergüenza ajena en mi vida. Aquel día pensé que el franquismo sociológico, que había estado latente, pero agazapado hasta el momento, se había desatado y sacaba pecho ya sin ningún complejo. Un ejercito de más de 10.000 policías y Guardias Civiles pro-disturbios armados hasta los dientes, atracaron en el puerto de Barcelona para impedir que el pueblo catalán decidiera por sí mismo metiendo un papelito en una urna. Si no fuera porque llegaron en un crucero decorado con los Looney Tunes, la imagen todavía habría sido más terrorífica. Se confirmaba la militarización y el Estado de Sitio de Barcelona.

Del día del Referéndum, hay poco que decir que no se haya dicho ya, o mejor, que no se haya visto. Brutalidad policial a raudales y sin contemplaciones, con más de 1000 heridos producto de los porrazos, puñetazos y patadas por parte de aquellos que “iban a defender la unidad de España”. Bonita forma de hacerlo. No obstante, aquel día continuó haciéndose todo de la manera más chapucera por parte de los que mandan. Por cada urna que se llevaban por la fuerza, por cada cabeza abierta por un porrazo, por cada abuso policial, aparecía más gente para votar, much@s de l@s cuales no habían tenido intención de hacerlo hasta entonces. Se produjo pues el efecto contrario. Cuando desatas la furia y la represión de esa manera, puede salirte el tiro por la culata.

Más allá de la poca o nula validez jurídica del resultado numérico del referéndum celebrado aquel día, lo que más me interesa es el ejemplo de organización, desobediencia y determinación que mostraron muchas de esas personas que creen en el derecho a decidir. Aunque esta elección se limite a decidir qué Estado le explota y le oprime. Un dato: las encuestas han dicho que hasta el 80% de la sociedad catalana, entre los que hay indepes y no indepes, quieren decidir en un Referéndum. Haya independencia o no, las imágenes de aquella multitud de catalanes y catalanas  de todas las edades protegiendo pacíficamente y sin miedo los colegios electorales contra patrullas enteras de gorilas armados hasta los dientes, quedarán para siempre. Podemos estar de acuerdo o no con las ideas independentistas, pero la forma y la valentía con que muchos miles de catalanes/as defendieron el referéndum aquel 1 de octubre, ya las quisiera yo para estos años atrás en los que ese Estado que hoy defiende “la unidad de España”, nos ha robado hasta los calzoncillos y no hemos sabido ni querido oponernos como tocaba.

Después de aquello, han seguido sucediendo una serie de despropósitos que tienen que ver con la falta de previsión de aquellos que organizaron esto sin saber lo que pasaría después de declarar la independencia. Ahora sí, ahora no. Se declara, pero se suspende, para días más tarde amagar con elecciones y luego terminar declarando (o no) una República catalana, que a día de hoy es más que una incógnita. Entre medias, el Gobierno central a lo suyo. Aplica el Artículo 155 interviniendo la autonomía catalana, mete en prisión sin fianza, primero a 2 representantes de los principales movimientos independentistas y después a varios de los Consellers que formaban el Govern català. Represión y más represión. Me paro en este punto, en el que muchos parece que han descubierto que en el Estado español hay presos políticos desde la entrada en prisión de los Jordis y compañía. No, amig@s. En España, hace mucho tiempo que hay presos políticos. Desde sindicalistas, activistas, titiriteros, pasando por las Operaciones Pandora y Piñata donde se encerró en prisión incondicional durante meses a anarquistas sin ninguna prueba, para luego dejarlos libres, hasta llegar a Alfon, al que condenaron a 4 años de cárcel por participar en un piquete de la huelga del 14N. El chico lleva más de 2 años secuestrado por este Estado, que quiere dar lecciones de democracia pero no es más que una panda de gánsters con delirios autoritarios.  No quiero olvidarme de 3 jóvenes del pueblo navarro de Altsasu, que cumplieron anteayer ¡un año en prisión! por una simple pelea de bar con 2 Guardias Civiles borrachos que iban de paisano.

Ahora estamos inmersos en un momento de inpass, donde Puigdemont está exiliado junto con el resto de Consellers no encarcelados, y a la vista una convocatoria de elecciones, que a mi entender no van a solucionar absolutamente nada. Si acaso, acrecentar la incertidumbre imperante a ambos extremos del Ebro.

 

“EL IMPERIO DE LA LEY”

Mucha gente, más de la que quisiéramos algunos, ha terminado repitiendo como un papagallo ese mantra típico de la “Triple alianza” (PP, C’s y P$O€), sus correligionarios y la práctica totalidad de los Medios de (in)Comunicación, que dice que no “hay que saltarse el imperio de la Ley” en lo referente a las diferentes acciones de desobediencia política y civil que se han ido dando en el Procés català. Se ha gritado con furia desatada “Puigdemont a prisión” ·Artur Mas a la cámara de gas” o incluso hemos visto esa demoledora escena de dos señoras vallisoletanas de avanzada edad pidiendo llevar los tanques a Catalunya. ¿En qué momento hemos perdido el juicio? No sé si el grueso de la población española es consciente de que tenemos por gobierno a una Organización Criminal con probados delitos, procesada en la actualidad por la Audiencia Nacional, con más de 900 imputados pringados de mierda en algunas de las tramas más oscuras de corrupción que se recuerdan. Estos sinvergüenzas son los que hablan de acatar “el imperio de la Ley” mientras ellos han infringido y violado todas y cada una de las leyes relacionadas con la gestión política y económica allí donde han estado “gobernando”. Por cierto, nunca vi a multitudes pidiendo prisión o muerte para M. Rajoy, ese que sale en los papeles de Bárcenas.  La memoria es muy corta cuando no nos conviene refrescarla. Y es que es más fácil que te paguen un autobús para viajar con tu banderita a  Barcelona y clamar “por la unidad de España”.

Por otro lado, resulta casi un chiste apelar “al cumplimiento de la Ley” en un Estado que aplica algunas de las Leyes más antidemocráticas y antisociales que la UE, como la Ley Mordaza, la Reforma del código penal, el Impuesto al sol, la Ley de Montes, la anómala Ley Hipotecaria recurrida varias veces por el TJUE que permite echar diariamente a 160 familias a la calle, los montajes, las torturas y abusos policiales en comisarias y un largo currículum que deja a este país en las antípodas de la garantía y cumplimiento de los derechos y libertades civiles. Decía Gandhi; “cuando una Ley es injusta, lo correcto es desobecerla”. Si hace 90 años no se hubieran hecho huelgas, que entonces ERAN ILEGALES, jamás se hubieran logrado las jornada de 8 hora o las vacaciones pagadas. No lo olvidéis. Y no confundir nunca mais legalidad con legitimidad, y Ley con justicia. Hoy y siempre, las leyes están diseñadas para proteger los intereses de los ricos y castigar y reprimir a los pobres. Si lo dudan, no tiene más que recordar a Urdangarín esquiando en Suiza o a Rodrigo Rato navegando con su yate en las playas de Córcega.

Así, una buena parte de la sociedad catalana azuzada al principio por dirigentes políticos y sociales pero luego constituida en masa social, decidió que tras continuas negativas a permitir un referéndum de autodeterminación, no cabía otra cosa que la desobediencia. Y dando un ejemplo de pacifismo y civismo, nos dio una lección para el futuro. Nadie te regala nada.  El eslogan de “la unidad de España”, la iniciativa de poblar los balcones de media España de rojigualdas, unido al discurso del odio irracional al independentista, ha conseguido hacer brotar lo que llevaba décadas aletargado: el franquismo sociológico y el fervor patriótico español sin más razón que la de someter y humillar a quien solo quiere decidir si compartir fronteras con esta España de pandereta o quedarse en ella. Durante este último mes y medio, hemos visto sacar pecho a la ultraderecha en todas las manifestaciones españolistas con sus banderas franquistas y sus símbolos nazis, donde no podía faltar el brazo en alto entonando “el cara al sol”. En todas ellas, especialmente en Catalunya, pero también en otros puntos del Estado -como en nuestra blavera Valencia- se han producido agresiones y palizas de estos energúmenos a personas, ya fueran independentistas o gente que pasaba por allí.

Estamos entrando en una vorágine peligrosa, donde fascistas, verdaderos canallas reaccionarios, salen impunemente a pegar palizas a quien no besa la bandera rojigualda o grita “arriba España” odiando a “esos catalanes separatistas de mierda”.  Y no nos damos cuenta de que eso es precisamente lo que conviene a quienes son como mínimo corresponsables de esto, y se encuentran muy a gusto en la Moncloa, riendo mientras tomán champagne y ven en TV cómo nos damos de hostias por dos trozos de trapo que en realidad no significan nada y que desde luego, no nos van a sacar de la miseria social en la que nos encontramos.

 

EL PAPEL DE LOS “MIEDOS” DE COMUNICACIÓN

Es curioso el nombre con que han bautizado al procés català en  los grandes Medios de manipulación masiva: “el desafío independentista”.  Más curioso todavía es que NUNCA le hayan llamado “desafío” a los grandes problemas que amenazan desde hace años a los habitantes de ese país llamado España y por extensión al mundo entero. Ni los Medios, ni la clase política gobernante, habla jamás de “desafío por el empleo”, o “desafío por la pobreza”, “desafío contra los desahucios”, o “desafío climático”, o “desafío ecológico” y mucho menos “desafío por la violencia de género”. Da la sensación de que estos y otros “desafíos” a día de hoy sin resolver, no cuentan ni para la agenda política, ni la parrilla informativa y no digamos ya, figuran entre las principales inquietudes de los y las que debemos enfrentar estos enormes y auténticos desafíos. Del “desafío a la corrupción” mejor ni hablamos, teniendo en cuenta que todo el putrefacto sistema judicial está infectado de la misma corrupción que debería combatir, y que por cierto no tiene ninguna intención de erradicar.

Durante los últimos 3 años y especialmente en los últimos meses, todos los grandes Medios de (des)información de este país han contribuido con toda su poderío mediático a extender el discurso del odio, la intolerancia y la criminalización hacia todo lo que oliera a independentismo. Mentiras, medias verdades y horas y horas de manipulación para crear opinión y consolidar los mantras del “imperio de la Ley” o “la unidad de España”. Tertulianos y todólogos han escupido barbaridades y falacias para azuzar y provocar el conflicto en las calles. Pero se han encontrado una y otra vez con una respuesta serena, pacífica y civilizada de aquellos que a día de hoy solo querían su derecho a decidir. Solo el tiempo, y no un tribunal, juzgará los crímenes contra el periodismo y la información que han cometido y que cometen a diario los grandes Medios españoles.

 

VALORACION PERSONAL

Por último, y después de este larguísimo e interminable artículo en el que seguro, me he dejado muchas cosas y en otras me ha faltado profundidad, quiero dejar mi posición al respecto, para que no digáis que no me mojo.

Los que me conocen, saben que no soy independentista. Como anarquista, no creo en la figura del Estado y por tanto, en principio nunca estaré a favor de la creación de otro nuevo. Ahora bien, después del recorrido cronológico hecho en estas líneas sobre el Procés, creo firmemente que se podía haber evitado en numerosas ocasiones llegar a este punto que creo de no retorno. Y digo de no retorno, porque la ruptura de una parte muy importante del pueblo catalán es definitiva. Si se hubiera permitido celebrar el dichoso referéndum en años anteriores, como en el caso escocés o de Quèbec, esta situación no existiría. Hay que buscar responsables. Y están en la Moncloa o en la Calle Ferraz. Yo creo en el derecho de autodeterminación de los pueblos, aunque no esté recogido en la sacrosanta  e intocable Constitución. Y mis ideas además, van más allá de la autodeterminación sobre Estado español o catalán o sobre monarquía o república. Yo quiero decidirlo TODO. Diréis, “eso son tonterías de un chalado utópico”. Puede que sí, pero repito que es absurdo conformarse con votar cada 4 años y delegar absolutamente todo en un grupo de personas que poco o nada tienen que ver con las necesidades del pueblo. El derecho a decidir solo es un minúsculo paso en la muy limitada capacidad de participación al que aspirar en esta democracia burguesa y autoritaria. Y fíjate, ni eso quieren permitir.

Y por supuesto, entre ponerme del lado de los hijos y nietos del franquismo que aspiran a continuar el legado de sus padres reprimiendo la disidencia a sangre y fuego, o ponerme del lado de los que al menos con sus acciones cuestionan un régimen putrefacto que lleva perpetuado desde 1978, elijo lo segundo aunque no comulgue con sus ideas. Como decía creo, Voltaire; “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero pelearía para que pudieras decirlo”. No está en juego la independencia de Catalunya. Están en juego las libertades y derechos civiles que, sin darnos cuenta, nos están arrebatando delante de nuestras narices.

Como he dicho, lo más interesante y -aunque pueda parecer una barbaridad- positivo que a mi entender ha tenido el procés català ha sido precisamente el desarrollo del mismo y no el desenlace que de momento ha tenido, cuyo primer y mayor logro ha sido el cuestionamiento del régimen sellado y firmado en el año 78 a través de una Constitución, cocinada en despachos por ex ministros franquistas y un grupo reducido de señores que dejaron “atadas y bien atadas”  las bases de un “Movimiento Nacional” que durante 40 años reprimió a sangre y fuego el genocida y dictador Francisco Franco. Esa operación de gatopardismo que buscaba cambiar algo, para que nada cambiase, permitió que los asesinos y torturadores de cientos de miles de republicanos y anarquistas fueran amnistiados sin ni siquiera haber sido juzgados. “No reabráis las heridas” dicen algunos. Que me perdonen, pero no se puede reabrir una herida que NUNCA se ha permitido cicatrizar. El Procés no ha hecho más que desmontar el escenario de papel cuché dibujado por esos pactos de la Moncloa de hace 40 años, que se desmoronan cual castillo de naipes. Y la putada es que estamos como entonces pero con el agravante de que la conciencia de clase que entonces tenían nuestros padres y abuelos, ha desaparecido casi por completo. Ahora la juventud está a otras cosas; busca Pokémons en la calle o anhela el último modelo de iPhone. La izquierda institucional, cuyo edulcorado discurso ha sido absorbido por este régimen, tampoco está para grandes revoluciones y seguro va a perder este tren que pasa por Catalunya y quien sabe donde nos llevará.

Si yo viviera en Catalunya no sé que habría hecho. Por llevar la contraria a los sinvergüenzas, probablemente habría ido a votar el 1 de octubre y quién sabe, quizá hasta hubiera votado la salida de este manicomio llamado España. Y eso que a mi las urnas, ni fu ni fa. Desde fuera, sin embargo, las cosas se ven de otra manera, quizá porque no hemos sufrido tanta represión y humillación en tan poco tiempo como buena parte de la sociedad catalana en estos meses. Pero eh!, tiempo al tiempo. Por poner solo un ejemplo. Mientras todo el foco mediático estaba puesto -con toda la intención- en el referéndum catalán y la DUI, ese Estado español que “protege la unidad de España” dejó arder media Galicia y mandó un ejercito de antidisturbios a machacar a los vecinos y vecinas murcianos que protestaban para que el paso de las vias del AVE por Murcia no suponga la construcción de un muro que parta la ciudad en dos. Solo piden que soterren las vías. ¿os suena esto buñoleros?

Desde el pueblo del interior de Valencia donde vivo, no me gustaría que Catalunya se independizara. He trabajado 3 años allí. Son muy necesarios y tienen una cultura de lucha y cooperación que es un ejemplo. Creo además que, especialmente l@s valencian@s tenemos muchas cosas en común con nuestros herman@s catalanes, entre ellas ¡nada menos que una lengua!, pero ¿quien soy yo para decidir por ellos? ¿y quienes sois todos aquellos que demostráis un odio tan irracional hacia todo lo catalán para decidir por ellos si se quedan o se marchan de España?

No comprendo esa intolerancia y negativa de algunos a que el pueblo catalán pueda decidir sobre su territorio, al tiempo que se rezuma ese odio tan repugnante hacia ellos. Aquí, en el País Valencià siempre he observado, mucho antes de todo esto, un anticatalanismo estructural que poco tenía que ver con el rechazo hacia las ideas independentistas. Por eso encuentro totalmente absurdo y fuera de lugar odiar tanto a alguien y al mismo tiempo querer que permanezca a tu lado.

Es muy difícil saber hacia dónde camina esto. Se ha abierto una brecha muy importante en todo el país y no podemos echarle la culpa al independentismo. Quizá el Procés solo haya precipitado algo que teníamos que haber resuelto hace ya muchos años. Y como entonces no nos dejaron hacerlo, nos encontramos con que “de aquellos polvos, estos lodos”. Ha llegado la hora de la verdadera transición, y no aquella farsa que nos vendieron durante tantos años. Si no aprovechamos este momento para constuirla desde abajo, los de siempre volverán a imponer el statu quo.

Y si pasa otra vez, no habrá más trincheras. Habremos perdido para siempre.

 

José Guerrero
Autor del blog https://tomalapastillaroja.wordpress.com/

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