¿Por qué escribo?

A menudo me preguntan cuándo comencé a escribir y no sé muy bien qué responder. 

La literatura es algo intrínseco en mí desde que a los diez u once años empecé a ser consciente del poder de la palabra. Escribir se convirtió en una forma de dejar volar la imaginación y olvidar las jaulas que nos hemos creado como sociedad, dentro de las cuales estamos encerrados. La literatura se convirtió para mí en un refugio seguro en el que poder expresarme sin miedo a sentirme incomprendido. 

En los libros hay sitio para todo y para todos, sin distinción.

Inicialmente vertí mi palabrerío sin sentido en el camino de la ciencia-ficción y la fantasía, y lo primero coherente que pudieron hacer mis manos fue una novela breve de carácter juvenil llamada La última batalla de Naleb, que vio la luz allá por septiembre de 2015 de la mano de la editorial Libros.com tras una campaña de crowfunding que resultó ser un éxito para un escritor amateur como yo. La novela llevaba más de diez años cogiendo polvo en un cajón, lo cual me sirvió para aprender otra gran lección: la paciencia es otra herramienta más para el escritor.

Después de comenzar varios proyectos de novela negra, que siguen fermentando en la barrica, llegó un punto de inflexión en el que traté de buscar una forma más inmediata de expresión, decidí abrir un blog, primero Tinta de Ceniza (del cual no queda ni rastro hoy en día) y posteriormente Perdido en el Ártico, donde comencé a vomitar pensamientos y sentimientos de una manera más o menos poética y agradable para la lectura. Me abrí paso en las redes con timidez gracias a Twitter y después de casi tres años publicando a diario me vi en la necesidad de recopilar algunos de esos textos y que quedaran en papel para el disfrute o la quema. A partir de ahí volví a recurrir al micromecenazgo con Libros.com, que tan bien me había funcionado con la primera publicación. Perdido en el Ártico es un libro íntimo, personal y de un aire gris que remueve las vísceras de inicio a fin.

En Enero de 2018 creí necesario hacer otro recopilatorio de los textos del blog y autoeditarlo gracias a las herramientas que brinda Amazon para ello. Intentaba encontrar nuevas maneras de publicar sin tener que recurrir a las editoriales tradicionales, algo extremadamente difícil en el mundo editorial de hoy en día y así es como ahora pulula en la red La historia de perdición de cualquier ser humano, un paseo más breve pero probablemente más intenso por el dolor y la tristeza personal.

Casi sin darme cuenta he publicado tres libros en los últimos años y a estas alturas no imagino un día sin mancharme los dedos de tinta o llevar una libreta siempre a cuestas donde plasmar cualquier idea, frase o pensamiento que crea que es necesario desarrollar en mayor o menor medida. Además de esto, no ceso en mis intentos de acabar otra de las novelas que comencé (una de ellas se encuentra en una fase bastante avanzada de la primera escritura).

A menudo me preguntan por qué escribo y no sé muy bien qué responder. 

Supongo que escribir forma parte ya de mi rutina y no entiendo el día a día sin dedicar el tiempo suficiente a despejar mi mente tecleando historias o reflexiones, es mi manera de soltar lastre, quitarme peso de encima y poder respirar algo más tranquilo cuando llega la noche. Es mi forma de criticar al mundo que nos rodea y elevar lo bueno, de defenderme a través de la retórica y camuflarme entre palabras que suenan bien.

Escribir me permite ser todos y ninguno, volar, beber whisky seco sin que me pique la garganta, fumar como un detective de Chicago, ponerme una armadura o pilotar una nave interestelar.

Escribir me permite sentir, minimizar, agrandar, querer, llorar en silencio, amar la música de Miles Davis sin tener que darle al play.

Si alguien todavía tiene dudas sobre por qué escribo puede leer a Eduardo Galeano, a Borges, a Bolaño, a Sartre, a Kundera, a Bukowski, a Anaïs Nin, a Viriginia Woolf.

Por todas ellas, por todos ellos, por eso escribo.

Álvaro Herrero Regalado
Escritor

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