Primavera de libros

Antiguamente, dicen, la escritura era el soporte que sostenía la declamación de lo leído, servía para escuchar lo escrito, como las partituras musicales sirven para dar al aire los sonidos. Hace siglos ya que la escritura se concibe fundamentalmente para la lectura silenciosa, y esta lectura recogida en el propio lector, de facto, se ha convertido en uno de los procesos cognitivos más extraordinarios que el cerebro humano realiza. 

La aceleración generalizada de la vida en el entrando extraordinario en el que la misma se trenza, el ritmo insidioso al que estamos abocados, peor, al que estamos sometidos, la sucesión de imágenes en todos los elementos que nos rodean desde el despertar hasta el dormir, la infinidad de celadas adictivas que se ciernen sobre nuestra potencial inclinación a la recompensa continuada, la perfecta dictadura digital que se proyecta sobre todas nuestras acciones, omisiones, voliciones y «gustos», no sólo nos está convirtiendo en seres gregarios, no sólo nos está dirigiendo endiabladamente a la nada, no sólo está trayendo las pasadas distopías literarias a la cotidianidad más roma y prefabricada, sino que nos centrifuga a la periferia de lo que es el arte sosegado de leer, amén, claro, de lo que una vida con sentido significa.

Frente a este turbión que no sólo nos deja sin tiempo sino que disuelve el tiempo mismo llevándonos a un proceloso océano sin amarre ni rumbo, buscar espacios de sosiego donde las horas nos pertenezcan, donde podamos relacionarnos con «el aroma del tiempo», es una disposición de pura consciencia, de soberanía personal. Leer no sólo nos ancla a la vida, sino que nos hace vivir más, se convierte en una respuesta eficaz y proactiva frente a la dispersión y la estulticia.

La lectura requiere un espacio sicológico determinado y un tempo en el cual navegar: el ruido sonoro, visual, el estímulo continúo de los innumerables soportes imperativos, nos aleja del entorno propicio para la lectura o nos lanza directamente a una lectura apresurada, fragmentada, rota, sin perspectiva ni riqueza, o peor, al más pobre y pobrísimo analfabetismo funcional o real mismo.

Por ello, leer, buscar el tempo y el espacio apropiado para ello, es una acción tan valiosa, tan rica y enriquecedora en lo personal y en lo colectivo, tan referencial e incluso de respuesta constructiva frente al desazón continuado, a la estimulación apresurada, a la narcosis de la inmediatez, al ruido, a las pantallas omnipresentes… el hacer, sin hacer nada, callado y silencioso de la lectura nos ubica y enraíza, nos permite la resistencia y la creatividad.

En el 23 de abril, desde hace años, la Unesco invita a la celebración del Día del libro y, por ende, a todo lo que éste significa, y aunque en las bibliotecas todos los días del año son «el día del libro», durante este mes, entre el 13 de abril y, saliéndonos de él, el 5 de mayo, hemos preparado, con los mimbres aportados por muchas personas, una «primavera de libros» con diversos eventos que giran en torno a su magnífico universo.  Te esperamos como siempre en tu biblioteca y en cualquiera de los actos y te esperamos porque tu presencia nos da sentido, porque las bibliotecas son un lugar donde todas y todos contamos y porque son, en silencio, un importante soporte de una comunidad sana, pacífica y vigorosa.

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