Recuerdos cinematográficos de Buñol (y 2). La década de los 70.

La década de los setenta nos ofrecía dos pantallas cinematográficas en Buñol, la del Litro y la de Montecarlo, en las que el cine no iba a ser nada ajeno a los cambios y devenires que ocurrían en todo el país. Con la llegada del verano también se solía hacer cine en Borrunes. Aunque con una programación no tan importante como la de los otros dos cines, sí que cubría ese ámbito del cine a la fresca, con los bocadillos, bebidas, etc., al menos durante la época estival.

La filmografía que iba llegando a Buñol solía ser variada, y algunos géneros fueron dejando paso a otros. Como ejemplo podemos citar a Drácula, Tarzán, los “spaguetti western”, entre otros, que fueron dejando paso a otro tipo de películas que resultaban mucho más comerciales para esa época. Aunque también nos llegaron excelentes películas españolas, durante bastantes años imperaron unas a las que se les denominó “españoladas”. En estas solían aparecer actores que interpretaban al “macho ibérico”, el cual hacía (o creía hacer) que las mujeres (las suecas, preferentemente) se desmayaran a su paso. Normalmente este personaje acababa con un “calentón de órdago”, y, como vulgarmente se dice, “no se comía un torrao”. No había ningún domingo que entre las cuatro películas que se solían hacer en Buñol, no hubiera “una españolada”, daba igual que fuera en un cine o en el otro. Alfredo Landa, José Luís López Vázquez, entre otros, eran quienes copaban gran parte de dichos papeles.

Poco más tarde apareció un género que, debido a la represión acumulada durante muchos años, causó furor. Se trataba del “cine de destape”, en el que se empezaban a mostrar partes del cuerpo (sobre todo el de la mujer) que hasta entonces habían estado censuradas a la vista. El hecho de que en una película española salieran unos pechos de mujer, o un culo, o unos genitales, ya era motivo de posible éxito de público, y en ocasiones de un sonado escándalo para la moral imperante, lo que acababa provocando que fueran a verla muchos más expectadores/as. Como filmes de referencia de este género voy a quedarme con tres, que son: “Tocata y fuga de Lolita”, en la que Amparo Muñoz (que había sido Miss Mundo) enseñaba sus pechos, lo que provocó un gran jolgorio en el Litro, que era donde se proyectaba.

Otra película muy representativa de este género fue “La trastienda”, en donde María José Cantudo fue a más y ya mostraba sus “partes íntimas”. Este hecho dio lugar a que en Montecarlo también se montara un buen jolgorio ante dicha escena. Y para acabar, no podemos dejar de citar “Emmanuelle negra”, que provocó unas históricas colas en el Montecarlo para ir a verla. Fueron muchísimas las películas que en cuanto podían sacaban algunas escenas de “destape”, aunque no viniera a cuento, según decían, porque lo exigía el guión.

La década avanzaba y a la mitad, se murió Franco. Comenzaba la transición y su impronta también se vio reflejada en el “Séptimo Arte”. Se proyectaron algunas películas sobre la Guerra Civil, como “Canciones para después de una guerra” (anteriormente prohibida); sobre algunas revoluciones, como La batalla de Chile o Novecento (de Bertoluci); de tema político (Z y Estado de sitio, de Costa Gavras, entre otras); y de otros temas un tanto ignorados hasta entonces. Pero una de las cosas más importantes fue el poder ver aquí algunas películas que hasta entonces habían estado prohibidas (Viridiana, El gran dictador, Tiempos modernos, El último tango en París, etc.).

Otro tipo de películas que también vimos en Buñol fueron las superproducciones en las que se contaban grandes catástrofes (La aventura del Poseidón, El coloso en llamas, Terremoto, etc.) o situaciones de meter miedo (Tiburón, El exorcista, etc.). Una película curiosa que se proyectó en el Montecarlo fue “Carne para Frankenstein”, que era “en tres dimensiones” y, por consiguiente, te daban unas gafas de cartón con un ojo en celofán azul y el otro en rojo, para ver dicho filme. La película era bastante mala, pero los efectos de ver salir un murciélago de la película, o un chorro de sangre desde la pantalla, causaban su dosis de susto y miedo. Lo anecdótico era que te girabas a ver la gente que estaba allí, con sus gafas de cartón, y ya no sabías si daba más risa esa escena real o por el contrario era la película lo que daba algo de miedo. Curiosamente la programación de El Litro y de Montecarlo mejoraba extraordinariamente en Fallas, en Pascua, y durante la semana de la Feria y Fiestas, ya que se reservaban películas muy buenas o muy comerciales para proyectar en esas fechas.

A finales de esa década de los setenta, en El Litro, se dio un hecho bastante interesante, y es que venían críticos de la Cartelera Turia, de Valencia, a presentar algunas películas que tenían mucho trasfondo y merecían una explicación por auténticos especialistas en la materia. Era el sábado por la noche, y magistrales presentaciones que yo recuerde fueron la de “El puente”, de Juan Antonio Bardem, y la de “El último tango en París”, entre otras.

En consonancia con la evolución política de esa década, había otro tipo de cine que se escapaba de los circuitos más comerciales. Se trataba de películas de “Arte y ensayo”, que aunque eran para un público mucho más minoritario, también dejaron su impronta y merecen ser recordadas. En Buñol también existió el “Cineclub o Cine-Fórum”, que era donde se proyectaban (de una manera mucho más de ir por casa) cintas de contenido mucho más polémico o profundo, y tras su visionado se entablaba una conversación o debate en torno a la película vista. A veces resultaba muy interesante oír a algunas personas porque aportaban una visión y un análisis que tú no acababas de ver. En otras ocasiones algunas personas aburrían hasta a las ovejas, debido a la cantidad de pedantería allí reunida. En Buñol, el Cineclub se solía hacer en los Bajos del Mercado, en el Albergue… Era normal que al entrar te dieran una hoja con información sobre la película y la ficha técnica. Todo tan simple como un folio en blanco y negro, y las pertinentes fotocopias. Algunas películas de Cineclub fueron: Jhony cogió su fusil, algunas de Orson Wells, de Hitchkock, etc.
Y aquí acaban las escenas que mi memoria cinematográfica retiene de esa década de los setenta. Se baja el telón… y hasta la próxima película.

Venanci Ferrer Tarín
Ex-quiosquero del barrio Gila

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