Recuerdos cinematográficos de Buñol

¡Qué fácil resulta hoy ver una película! Tenemos Internet, en donde se puede buscar y encontrar una extensísima filmografía para verla, bien en el ordenador, por la tele, en la “tablet” o en el móvil…  Pero no siempre ha sido así, y precisamente de ello voy a escribir en este artículo. Tras bucear por mis recuerdos de hace poco más de cincuenta años, aquí tenéis una breve y personal historia de mis recuerdos cinematográficos de Buñol. Se levanta el telón…

El primer cine que me viene a la cabeza es “El Penella”, que pronto desapareció como cine, y se transformó en un garaje. En “El Penella” fue donde conocí a Tarzán, ya que ví muchas películas de él, y aunque también vi otras, las de este “Rey de la Selva” me impactaron más. El argumento era bastante repetitivo, y la trama era que Tarzán podía estar en su casa (arriba de un árbol) junto con su mujer y la mona Chita (que era un mono), o dándose una vuelta por la selva, y de pronto era avisado por un indígena sobre algún peligro inminente, que siempre era una expedición de cazadores que iban a matar elefantes para quitarles los colmillos. Una vez captado el aviso, Tarzán lanzaba su famoso grito selvático y los animales le contestaban, como si le dieran la conformidad a una previa estampida. Tarzán se empezaba a colgar y descolgar de lianas y más lianas, y se desplazaba hasta el lugar de los hechos, llegando casi al mismo tiempo que las manadas de animales avisados. Una vez allí, se montaba una pelea, se pegaban cuatro tiros, los animales también participaban del follón, y al final siempre ganaba Tarzán. Otras  cosas recurrentes del argumento eran cuando se despeñaba un indígena por un barranco o por un peligroso puente, o cuando los cocodrilos pillaban a quien había caído al agua, o cuando las arenas movedizas se engullían a alguien, etc. Y con pocos años de vida, estos son mis recuerdos del Cine Penella.

Por proximidad, voy ahora con “El Litro” (El Palacio de la Música), que por su céntrica situación en la Plaza del Pueblo, era el más cómodo para ir. En este cine tenías la ventaja de que podías ver la película desde lugares diferentes, ya que su estructura ofrecía tres alturas: abajo, en medio, o en el gallinero (que es como se llamaba a lo más alto, junto a la cabina de proyección).  De “El Litro” recuerdo las películas de Joselito, de Marisol, de Drácula, de Cantinflas, de James Bond, del Oeste, de romanos, entre muchas otras, pero lo que más llamaba la atención no eran las películas que proyectaban, sino el portero que había, que era Miguelache, y solía pararlo todo, pero no balones, sino personas que se querían colar. Con su aspecto de mutilado (se decía que le había estallado un obús de la Guerra Civil), era implacable, y como en el descanso de las películas la gente salía a comprar al kiosco de la Tía Cristina, al volver, solo con verte sabía si habías pasado por taquilla, o si te querías colar.

Una cosa que me llamaba la atención en las películas era que cuando “los malos” sufrían un fuerte castigo, los espectadores aplaudían dicho castigo. También se aplaudían las gestas, ya fueran de Tarzán, o del que le clavaba una estaca en el corazón a Drácula,  de un vaquero, o del héroe de la película de turno. Pero la gente también solía avisar al “chico o la chica” de la película cuando el peligro le acechaba y no se había dado cuenta. Y una cosa curiosa que recuerdo es que al final de la película era habitual aplaudir también. Algo que todavía no he dicho es que en un principio había cine el jueves por la tarde-noche, el sábado por la noche, y el domingo por la tarde, en sesión continua, que consistía en que la primera película empezaba a las cuatro de la tarde, la segunda sobre las seis, y la primera otra vez, sobre las ocho, con lo que a veces entrabas con la primera película empezada, veías la segunda, pero luego te quedabas a ver la primera desde el principio, o si te gustaba te quedabas a verla toda otra vez. Del precio de la entrada no me acuerdo mucho, pero no debería de costar más de 10 pesetas. No hay que olvidarse de que la televisión era una cosa incipiente, con solo dos canales, y en blanco y negro. El cine era como una ventana al mundo.

Siguiendo con los cines, todavía nos quedaba uno: “El Montecarlo”, que en aquella época nos parecía que estaba casi a las afueras de Buñol, yendo hacia la Violeta. No voy a citar películas concretas que vi allí por aquella época, ya que varían poco de las que pude ver en “El Litro”. Más o menos la programación era similar, y se intercalaban buenas películas, junto con otras de relleno. “El Montecarlo” tenía algo que me cautivaba antes de empezar la película, y era el escenario, en donde antes de abrir el telón se encendían unos tubos de luces de neón, de colores diversos, enmarcando la pantalla, ofreciendo un toque muy bonito antes de la proyección. Este cine tenía una gran platea, la zona de “gallinero”, y unos palcos laterales en alto, muy artísticos, pero tenía otra particularidad, que era que la zona de platea estaba un poco inclinada. ¿Y por qué digo esto? Porque esta pequeña pendiente servía para que algunos hicieran rodar la botella de refresco que habían comprado en el bar del cine (una vez agotado el contenido), con el consiguiente ruido y molestias. Quiero remarcar también que era muy habitual ir al cine con el bocadillo de la cena, la bebida, o con lo que fuera para comer. También recuerdo el sonido que provocaba la comida de pipas de forma masiva por la gente.

Algo que era habitual en los tres cines era que en los descansos se proyectaban unas filminas en donde se anunciaban comercios y servicios de Buñol, y que a mí me parecían muy curiosas y artísticas. Por supuesto que también se proyectaban los “trailers” de las películas venideras, que normalmente ya estaban triunfando en Valencia. A veces, con la entrada te  regalaban una reproducción en pequeño del cartel de la película, que te  guardabas si la película te había gustado mucho. Y esto ha sido una pequeña visita a mis recuerdos cinematográficos de la década de los sesenta y principios de los setenta. Próximamente escribiré sobre los años siguientes y algunas películas y anécdotas que tuvieron gran importancia. Se cierra el telón y… FIN.

Venanci Ferrer Tarín
Ex-quiosquero del barrio Gila

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