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Platón, que no se llamaba Platón sino Aristocles, hijo de Aristón –Platón era un sobrenombre, apodo o mote a causa de ser «ancho de espaldas», algo así como en Buñol algunos se llaman, o llamaban Tobillos, Picota, Garbanzo, Gato, Panza, Pajalarga…–, el caso es que Platón decía en su libro «La República» –entre las muchas cosas que decía, estructurando una visión del mundo– que para gobernar la «Polis» –ciudad estado griega– lo ideal era que los gobernantes no quisieran estar en el gobierno de la «Polis», es decir, que no aspiraran a él por prebendas, poder, estatus, dineros, jornales o salir en las procesiones… sino por anhelo del bien común impregnado en el conocimiento. 

Es más, en la filosofía como amor al conocimiento,  en la sabiduría, en la virtud… Y, basado en ello, como deber y servicio, aspirar al gobierno por el bien común, como obligación moral y sin ningún interés personal. Fue en la Grecia clásica anterior a Platón donde surge el concepto de democracia, que, por otra parte –y no es asunto de este cuento–, el mismo Platón denostaba con ímpetu. 

Este concepto de democracia ha sido un largo y larvado anhelo durante siglos que quizás sólo por breves periodos y, en algunos lugares, pocos, y en algunos estados, pocos, especialmente en Occidente, se ha gozado con cierta virtud en el siglo XX. 

Pero volviendo a Platón y la reciente democracia hispánica, a poco que revisemos en lo local, en lo regional, en lo estatal… veremos que quienes gobiernan, quienes han gobernado o quienes aspiran a gobernar las polis, las taifas o los Madriles se alejan de cabo a rabo de este ideal de gobernante sin interés. ¿Habrá en España quince, habrá en Valencia seis,  habrá en Buñol dos que se ajusten a este perfil ideal de gobernante que nos mostraba el «cargado de espaldas»…? 

Vivimos en España el espejismo de los años posteriores a la transición, vivimos la ilusión por la democracia, vivimos con cierta euforia la posibilidad de que hubiera gobiernos capaces de gestionar el bien común con entereza a la manera platónica virtuosa y de conocimiento y vivimos ahora, según lo que sienten y sufren las gentes comunes, según lo que señalan algunos libros y estadísticas, la desafección provocada por la traición del ideal que la ciudadanía imaginó que podía tener la democracia después de la dictadura. La política se convirtió en profesión y los profesionales de los múltiples gobiernos hispánicos  –centrales, locales, forales, autonómicos, provinciales, comarcales…– casi siempre, si no siempre, han tenido o tienen algún interés por el gobierno de la Polis: poder, estatus, reconocimiento, dineros, salir en las procesiones… todo esto sin entrar en las perversiones y en las corruptelas, sin entrar en las ilegalidades o inmoralidades a las que tan acostumbrada está la ciudadanía, que ya ni se escandaliza.

Lean como ejemplo Ciudadano Zaplana. La construcción de un régimen corrupto, del periodista valenciano Frances Arabí. O, ya mirando al fenómeno europeo de incipientes o sólidas agresiones al ideal comunitario o democrático, El ocaso de las democracias, de Anne Applebaum. O para ubicarnos de forma genérica, ¿Falla la democracia?, de Niheer Dasandi. O para reflexionar sobre globalización y poder, Democracia y globalización: Ira, miedo y esperanza, de Josep M. Colomer.

En fin, no es necesario en verdad leer para ir a votar como iremos este mayo, pero sí es verdad que la lectura puede enriquecer. Sin duda, además de la mirada, además del conocimiento y el criterio, nuestro voto, o nuestro voto en blanco, o nuestra abstención, generando asímismo la posibilidad de una perspectiva amplia, enriquecida y poderosa en el mejor de los sentidos que nos lleve a creer y construir espacios participativos donde la colaboración, la comunidad, el espíritu democrático y la virtud de gobierno sean una realidad rica y enriquecedora.

 Y, como esto realmente va de libros, que no del gobierno de las Polis, añadir, amén del ya citado al principio La República de Aristocles, hijo de Aristón, discípulo de Sócrates, habitante de Atenas entre el siglo quinto y cuarto antes de la era ordinaria, y cuya actualidad intelectual es más que sorprendente, alucinatoria, propia quizás de un ciudadano «cargado de espaldas», dos libros más para acercarnos al propósito: La distancia del presente: auge y crisis de la democracia española, de Daniel Bernabé. O, siguiendo con la filosofía, Platón. La República, de Carlos Roser, que tiene casa cerca de esta Biblioteca, como Platón tenía en el camino de Eleusis a unos 6 estadios de Atenas. Vale. 

Biblioteca Pública Municipal
bibliotecaspublicas.es/bunol

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