Hola de nuevo amig@s seriéfil@s. Como este año no vamos a tener nuestro habitual encuentro con lo nuevo de Juego de Tronos –para cuya última y definitiva temporada habrá que esperar a 2019– os traigo tres títulos para que paséis las tardes/noches de verano acompañad@s de la mejor ficción. Espero no defraudaros.
En primer lugar quiero hablaros de un auténtico descubrimiento. Se trata de Sense8, una serie verdaderamente fascinante. Debo decir que he tardado en descubrirla, en parte por mis prejuicios acerca de una serie americana en la que apareciese el guaperas español –y bajo mi punto de vista actor sobrevalorado– Miguel Ángel Silvestre. Después de ver la serie, me alegro de haberme equivocado, no por la actuación –discreta– de Silvestre, sino porque he disfrutado de una gran serie que conjuga perfectamente diversión, emoción a raudales, estética y una enorme realización en todas sus facetas. Su recorrido es curioso. Sus dos primeras temporadas, de 12 y 11 episodios respectivamente, tuvieron un éxito que, sin embargo, no sirvió para evitar que la serie fuera cancelada al acabar la 2ª Temporada, según cuentan, “por motivos económicos”. La presión de los millones de fans en las redes sociales provocó que, tanto productores como las creadoras de la serie y directoras en muchos de sus episodios –las hermanas Wachowski–, se vieran obligadas a dirigir una nueva entrega en un solo episodio de más de 2 horas para cerrar definitivamente una serie que había quedado abierta. La trama de Sense8 gira en torno a 8 personas que experimentan la visión de la muerte de una mujer que provocará en ell@s una conexión mental y emocional a pesar de vivir cada uno de ellos a miles de kilómetros de distancia. Sienten, se comunican, comparten, interactúan, empatizan y se fusionan en una sola persona, viviendo intensamente cada momento en cada lugar de origen. La primera temporada sirve para presentar a cada uno de ellos y ellas, sus vidas, sus situaciones personales y sus habilidades, que a la postre tendrán vital importancia en el transcurso de la serie. Cada un@ de ell@s representa la diversidad en términos de raza, identidad, género y sexo, convirtiendo esta serie en un bello canto a la riqueza y la fuerza de lo diverso. La segunda temporada, más trepidante todavía, transita por la persecución que sufre este clan de Sense8 por una organización secreta que quiere matarl@s para investigar con sus cuerpos con fines oscuros y peligrosos. El último y único episodio de la 3ª entrega que cierra la serie es de lo más intenso y emocionante que he visto últimamente y un auténtico deleite para los sentidos. Nos deja un importantísimo mensaje subliminal: la diversidad, la diferencia y la empatía sensorial como elementos unificadores capaces de cambiarlo todo. Por si fuera poco, la banda sonora –la original y la adaptada– es sencillamente maravillosa. Con esta enorme serie, las hermanas Wachowski vuelven por sus fueros tras un largo periplo por el desierto, donde no habían conseguido igualar algo de la categoría de su afamada trilogía de culto Matrix, aquella con la que flipamos toda una generación. No os la podéis perder.
En segundo lugar y cambiando totalmente de temática, aunque explorando también los recovecos de la mente, os recomiendo Mindhunter (no confundir con Manhunter, comentada en el número de junio), una serie de esas que se cuecen a fuego lento y que auguran un futuro muy prometedor. Basada en el libro Mind Hunter: Inside FBI’s Elite Serial Crime Unit, de Mark Olshaker y John E. Douglas, vemos a un joven agente del FBI, formado en la nueva Unidad de Ciencias del Comportamiento y otro más veterano, que son asignados a un programa especial para estudiar la conducta de las mentes de aquellos asesinos con crímenes sexuales en serie con objeto de descubrir sus pautas y así cazar a los futuros asesinos antes de que estos ejecuten su primer crimen. Ambientada perfectamente a finales de los 70’s y con una puesta en escena muy cuidada, destaca la atmósfera creada en las entrevistas de los protagonistas con los asesinos convictos y cómo paralelamente aparecen imágenes de algo inquietante que se está cociendo en otro lugar y que está por desencadenarse. Por momentos escalofriante, por momentos graciosa, Mindhunter crea una atmósfera que solo genios de este género como David Fincher (Seven, Zodiac) –que dirige 4 de los 10 episodios– domina a la perfección. La supuesta falta de acción es sustituida por una interesante evolución de los personajes y una narrativa casi historiográfica de los hechos narrados en el libro. No es la típica serie de policías y asesinos en serie. Mindhunter busca ir más allá, donde la experiencia de los crímenes más atroces y los nuevos métodos para resolverlos o anticiparse a ellos, se encuentran en el camino. De momento la extraordinaria primera temporada promete una segunda más que interesante.
Para terminar, os hago una de las recomendaciones de esas imprescindibles, catalogadas por un servidor como auténticas obras de arte, no solo por su extraordinaria factura, sino por aquello que cuentan, por cómo lo cuentan y porque, además, están basadas en hechos reales, que en este caso tienen poco de ficción y mucho de realidad. Hablo de Tremé, una serie ya finalizada en 4 temporadas creada por el maestro del género, David Simon, que tiene absolutamente TODO lo que podemos esperar de una serie: rigurosas referencias históricas, drama soberbio, necesaria crítica socio-política, personajes y actuaciones sobresalientes, una grandiosa música interpretada realmente por actores y una cuidadísima puesta en escena que roza la perfección. La serie lleva el nombre del barrio francés de la ciudad de Nueva Orleans, cuna histórica del jazz, y a la vez experimento de la doctrina del shock capitalista, cuya eterna codicia por acumular beneficios a costa de guerras y catástrofes tiene como objetivo de lucro en este caso los efectos devastadores que dejó en 2005 el huracán Katrina en la ciudad estadounidense. En Tremé observamos a través de un reparto coral interpretado magistralmente, las consecuencias que tuvo aquella catástrofe medioambiental en la vida de las gentes de la ciudad de Nueva Orleans: familias arruinadas que quedaron en la calle, pequeños negocios arrasados y un abandono voluntario y consciente de la administración Bush para con la población damnificada, con una prometida reconstrucción e indemnizaciones que nunca llegaron. Lo que sí llego y que se observa con rigurosidad en la serie, es la banda de auténticos buitres y especuladores que, valiéndose de la corrupción política, se apropiaron de lo público y de los terrenos arrasados en beneficio propio. Tremé dibuja una Nueva Orleans sumida en la delincuencia y la corrupción policial post-Katrina y el enorme sacrificio de sus gentes para salir adelante con lo más fuerte que les une: las raices culturales basadas en la música eterna en directo de sus bares y locales nocturnos y en esa histórica cita anual en la que las gentes de la ciudad del jazz dan rienda suelta a sus pasiones y olvidan todos sus problemas: el Mardi Gras o martes de carnaval. La serie muestra el enorme arraigo social y cultural que siente la gente originaria de Nueva Orleans a pesar de todo y que a su vez adquieren también aquellos músicos y gentes diversas que llegan por primera vez a esa mágica ciudad donde parece que no ha pasado el tiempo. Una auténtica delicia que no podéis dejar de ver.
Nos vemos en el próximo episodio.
Jose Guerrero Moliner
aFICCIONado