Siempre será nuestra Tomatina

A la Tomatina los 75 años le sientan estupendamente. ¡Cualquiera diría! Parece una quinceañera que acaba de empezar a coquetear con la vida. 

Como buñoleros podemos estar orgullosos: la niña ha crecido bien, se ha hecho mayor y tiene a todo el mundo pendiente de su estallido festivo. Parece que siempre fue así, como ahora, con ese nivel de popularidad y de poder que tiene para todo el mundo; pero en la memoria de los que somos de aquí, la Tomatina guarda para cada uno una pequeña historia. Cada paisano tiene en la alacena algún recuerdo relacionado con este día: «el último miércoles de cada agosto». 

De hecho, aunque la imagen llene las televisiones de todo el planeta, siempre será nuestra Tomatina. La de los pequeños grupos familiares y de amigos, la del «guarda estas zapatillas para la fiesta, esta camiseta y estas bermudas».  Era cuando distinguíamos las caras, cuando conocíamos a las víctimas de nuestra alegría y cuando algún amigo te hacía una foto –todo un lujo– antes de la ducha a manguerazo limpio. 

La fiesta fue creciendo como todos sabemos. Yo, que tengo la edad suficiente para el recuerdo, tengo muy presente cuando todo cambió. Aquel día que Televisión Española hizo su mítico Informe Semanal con el entonces conocidísimo reportero Javier Basilio. 1983, un añito después del fallido Mundial de fútbol. España no sabía en ese momento que un Tomate se encargaría de sustituir mundialmente al Naranjito. 

El grito de «¡tomate, tomate, tomate!» fue el pasaporte a la fama. En 1984, Buñol recibió a miles de turistas. Nos asombraban las nacionalidades, los acentos, las… pintas. Sí. No hubo tránsito, Buñol se colocó en el mapa del mundo con una fiesta joven y divertida, sin más normas que apretar el fruto en la mano y dejarse llevar. Buñol era entonces inocente, y nosotros con él. Éramos tipos con la frescura de la vida sin redes sociales, sin necesidad de like, ni postureo. Buñol era ya un pueblo perfecto, precioso y acogedor. No necesitaba de la GRAN FIESTA, pero ahí estaba, a la vista de todo el mundo. Sucedió.

Y no una fiesta cualquiera, la Tomatina se ofrecía como aquella película de Nagisa Oshima: «El imperio de los sentidos». Olor, sabor, tacto, vista y olfato. Los cinco sentidos se multiplicaban en mil, en dos mil, en ocho mil, en la plaza del pueblo. Demasiado para muchos de los locales, que dejaron de participar. Yo, por ejemplo. No me van los excesos y prefiero recordar la Tomatina como aquella en la que era feliz entre los míos. Pero soy consciente de la magnitud. Y la aplaudo. No es fácil que una localidad se haga famosa en todo el mundo por algo festivo.

Sinceramente, es solo una opinión, creo que perdimos el tren de utilizarla como reclamo turístico más allá de la horita que dura. Que Buñol podría haberse puesto las botas con la restauración, hoteles o casas rurales, que el Castillo debería tener una taberna, que el tomate podría ser una escultura en algún lugar desde hace décadas, que se nos escapó semejante atractivo. Que sí, que está muy bien, pero eso habría significado riqueza. Pero la Tomatina es como es, se te va de las manos. Y así es su historia. 

Comparto con vosotros algunas fotos. Presumo, como todos los que somos de Buñol, de la dimensión del festejo y alucino con la capacidad de organización para que todo salga bien. Sin dramas. Con alegría. Y que regresen otro año más invitados por la felicidad. 

Así como en la canción de Mecano, haciendo un juego de palabras: «en la plaza del pueblo, como el año que fue. Otra vez el champán y los tomates y el alquitrán, de alfombra están. Marineros, soldados, solteros, casados, amantes, andantes y alguno que otro chino despistao. Entre gritos y pitos, buñoleros y forasteros, hacemos por una vez, algo a la vez». 

Me quedo con la frase que va directa al corazón, por aquello de la melancolía de este aniversario: «y aunque para la Tomatina hay algunos nuevos, a los que ya no están echaremos de menos». 

Que la niña de 75 años siga siendo así de feliz. 

Que Buñol se disfrute mucho.

Y que sí, que esto no solo es Tomatina, que es música. Pero podemos estar orgullosos de unir en un mismo pueblo, algarabía y buen gusto cultural. 

Máximo Huerta Hernández
Periodista y escritor

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