Un día de primavera del año 1.300

También hubo primavera por aquel año de 1300. El domingo de la Resurrección, «10 días a la entrada del mes de abril», aparece solemne el nuevo señor de Bunyol, don Pero Ferrándeç de Íxar, ante el vecindario de la villa y gentes de las alquerías de la zona: Turx, Benibonell, Beniarchén, Hiàtava… 

Un frágil sostén de papel maltrecho que conserva el Arxiu de la Corona d’Aragó nos permite hoy recomponer aquella escena impresionante deshilando los jirones de tinta que lo emborronan. La ceremonia de reforma de la Carta de Población tiene lugar en la «plaça serqua l’alfóndega». Don Pero releva a su recién fallecido padre, de quien heredase intactos la onomástica (que había sido ya convenientemente catalanizada como Pere Ferrandis d’Íxer), y el fascinante orgullo de ser descendiente directo de Jacme el Barsaluní, como llamaban con una mezcla de respeto y terror los valencianos musulmanes al rey Conquistador. Asisten como testigos, entre otros, Hamet Alfafar, alamín de Amacasta (Macastre) y Mahomet Abentaxar, alamín de Yátava (Yátova), es decir los administradores de sus respectivas comunidades o aljamas.

La Aljama de Buñol, por boca de alguno de sus mayores, demanda «humilmente» a su señor que mantenga el privilegio (las condiciones establecidas en la anterior Carta pactada) firmado con su egregio abuelo y que había respetado su padre «a qui Dios perdone». Se trataba, por lo tanto, de renovar el pacto suscrito en 1254 con Jaume I y satisfacer ciertas demandas ocasionadas por abusos del Alcaide, el militar a cargo de la guarnición del castillo.

El representante del poder baronial instalado en la fortaleza, el alcaide o alcait, había interpretado a su favor ciertas condiciones del viejo pacto. Se apoderaba de tejidos y leche de los habitantes, se aprovisiona de gallinas a precio tasado –siempre por debajo del precio real–, y exigía la cesión de mulas para realizar transportes, además de impedirles comerciar el excedente de pan en València, Alzira o Xàtiva tal como les era permitido a los de «Sieteayguas e de Yàtava». Por si fuera poco, él y sus hombres (la reducida guarnición cristiana de la fortificación) desviaban el agua a su antojo impidiendo que ésta alcanzase el «casado», es decir las casas. Un auténtico abusón. Nada que ver con nuestros gobernantes de hoy.

Además, los de Bunyol se incomodan con el corsé que representa el calendario cristiano impuesto, a la hora de repartir su contribución anual en dos pagos, por «Sant Johan e la otra por Sant Miquel». Obtienen ahora el traslado de dichas contribuciones para mediados de agosto y de noviembre respectivamente. Se ahorrarían, así, «los costes financieros» ocasionados por la necesidad de obtener préstamos de unos judíos. Estos, al resultar ajenos a aquella prohibición cristiana del crédito a interés que tanto constreñía el crecimiento económico, aprovechaban eficazmente los deslices del calendario piadoso con los compases de la cosecha. Reclaman y obtienen además los de Bunyol ante su nuevo señor que las franquicias otorgadas por su padre a determinados pobladores no graven las contribuciones comunales y los gastos del lugar. Exigen también un control sobre la delimitación de las propiedades, haciendo evidente una fuente de conflictos derivada del nuevo concepto de propiedad impuesta por la colonización feudal. Consiguen los de Bunyol impedir la incipiente compra de heredades a manos de cristianos alegando el viejo tratado que lo impedía.

El nuevo barón acepta las peticiones La documentación que ha producido su escribanía nos presenta una escena presidida por una condescendencia y una generosidad proverbiales tanto del señor como del escribano. Expresa su conformidad: «querendo deçender a la vuestra humil soplicación assí como es tenido de fazer a buenos vasaylos e lyales, de buen coraçon e de agradable voluntad».

Como decimos, en el caso de Buñol, la primera carta de población conocida es la pactada con Jaume I en 1254. Pero este segundo documento, que recoge en buena medida, el espíritu del anterior, y en menor medida la letra, podemos considerarlo de mayor trascendencia, ya que regularía el funcionamiento del señorío hasta la limpieza étnica que supuso la expulsión de los buñoleros musulmanes en 1609. Más de trescientos años.

El avance en el estudio y análisis de la documentación medieval referida al País Valenciano ha ofrecido a muchas localidades la oportunidad de conmemorar aniversarios de sus documentos poblacionales. A menudo se habla de fundaciones al mencionar las Cartas de Población medievales, pero habría que matizar. En todo caso algún rasgo fundacional podemos atribuirles aunque conozcamos algunas formas de preexistencia de las comunidades afectadas ya que la impronta de la expansión catalanoaragonesa convirtió la nueva colonia en un nuevo país.

Este 10 de abril de 2023, setecientos veintitrés años después, la población de Buñol no puede identificar ni la plaça ni la alfóndega donde ocurrió el solemne acto recordado. Hoy no es domingo de Resurrección porque lo impide la paganísima dependencia de la principal festividad del calendario cristiano que coloca en brazos de la Luna el severo ciclo de la Pasión. Sin embargo, la población de Buñol puede reconocer el castillo, probablemente en idéntico emplazamiento, aunque hoy ocupado, de manera residual, por los herederos de sus últimos conquistadores, los «sin techo» del siglo XIX y una enorme, y ahora desgraciada, desidia para convertirlo en símbolo de nuevas opciones de desarrollo económico comarcal. Del resto de aquella acta fundacional poco podemos comparar: abusos de poder, manipulaciones sobre propiedades, mentiras de gobernantes, privilegios y franquicias… Es todo tan distinto…

Manel Pastor i Madalena
Doctor en Historia Medieval

Instituto de Estudios
Comarcales de La Hoya de Buñol-Chiva

Share This Post

Post Comment

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.