un monstruo viene a verme

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El pasado mes de Octubre nos reunimos una vez más en el teatro Montecarlo de Buñol para asistir a una sesión de cine. Allí, envueltos entre estatuas de magnos compositores, la grandiosa lámpara de lágrimas provenientes de la emoción y alegrías de nuestros amigos, las butacas rojas que, en el peso de los años, han soportado a eminentes de todos los ámbitos y que a día de hoy siguen envolviendo con su calidez, aroma y encanto a todas las personas de nuestro pueblo. Centro de reunión para conciertos, ensayos, teatro, cine y actos de toda índole. Allí, se presentó en esta ocasión la última película de A. Bayona “Un monstruo viene a verme”.

Lo bonito del arte, del tipo que sea, es que en su contemplación uno puede sentirse relajado, no hay necesidad de interpretación por parte del espectador, es el propio arte quien se encarga de dar un mensaje y aquí es donde cada uno puede sentirse o no penetrado por él. Así, habrá obras o películas en las que uno no sienta identificación posible y salga del cine con indiferencia, y otros sentirán desgarrada parte de su alma.

Algo así ocurre en “Un monstruo viene a verme”. En mi reflejo de la película, más allá de la impactante historia de la madre con cáncer y el carácter desgarrador con el que se representa a esta enfermedad que sin duda nos hizo estremecer a todos, quería al igual que hace el director, dirigir mi atención sobre el papel del niño.

La película parte del sueño de Conor, un chico de 13 años en el que, al borde de un precipicio, aparece sujetando a su madre de la mano, ya que está a punto de caer por él. El núcleo y desenlace de la película giran en torno a este sueño que se mantendrá como sustento del resto de sucesos que acontecen en ella.

Podría decirse que es una película en la que el carácter ficticio encorsetado en el papel del monstruo se incluiría dentro de los sueños del niño  y condicionarán la forma de comportarse de éste.

Para el psicoanálisis los sueños son representaciones del inconsciente que emergen durante la noche y que por supuesto incluyen un mensaje. Mensaje cifrado, con censuras, que nos alejan del carácter significativo que éstos pudieran tener y que en la caída de estas censuras pueden ser considerados por el durmiente como pesadillas.

En el sueño del niño de la película, su madre está a punto de morir. ¿Qué puede tener esto que ver con el deseo y con sus indudables sentimientos de culpabilidad y arrepentimiento?

Freud, Nietzsche, Kafka y otros grandes pensadores han teorizado acerca de este delinquir por conciencia de culpa. Una culpa que precede al hecho delictivo, una culpa inconsciente que busca castigos sean estos de cualquier tipo. Si uno tiene sentimiento de culpa, tras infringir algo se produce el arrepentimiento. Tal sentimiento, corresponde a un acto que antes de cometerse ya tenía conciencia moral, la disposición a sentirse culpable. Freud en su texto decía “En ciertos niños puede observarse que se vuelven “díscolos” para provocar un castigo, y, cumplido este, quedan calmos y satisfechos”. En Nietzsche aparecen referencias a esta temática en un capítulo titulado “del pálido criminal” quién comete crímenes a cuenta de una culpa previa a estos delitos.

En la película Conor canaliza su angustia buscando castigos (romper el salón de su abuela, buscar unos matones para que le maltraten) que den razón al pensamiento que mantiene sobre su madre, a querer que la situación de ésta acabe, a la ambivalencia entre querer mucho a una persona, pero no soportar verla sufrir más y desear su fin. ¿Nunca nos ha pasado algo parecido?

En un libro de Zizek leí una frase que decía, “Cuando era pequeño le oré a Dios por una bicicleta, pero me di cuenta que Dios no trabaja así, por lo que la robé y luego le pedí perdón”. ¿Ven la similitud con el protagonista de nuestra historia?

Todos tenemos deseos inconscientes que escapan a la deseabilidad social, y no siempre se trata de ver estos deseos cumplidos, ya que algunos de ellos nos desestabilizarían más, si cabe. Se trata de hacer las paces con ellos, saber que están ahí, enfrentarlos y darles razón de ser. Dejarles un hueco para coexistir con los demás, pero encontrando un saber hacer con estos pensamientos “ocultos y tenebrosos”.

¿Qué papel estaría ejerciendo el monstruo en esta historia? Estaría encarnando un papel de guía, mostrando al niño el camino para descubrir ciertas respuestas que éste quiere mantenerse a sí mismo escondidas. ¿Cómo lo hace? Dejando al niño equivocarse y resolver sus miedos enfrentándolos. No hay otra forma. ¿Acaso las pautas y las normas van a convencer a una persona cargada de dolor? El monstruo va más allá del arrepentimiento del chico por su “mal” comportamiento. Busca la causa raíz a esa desesperación y se la muestra, da una incursión de luz en un camino muy oscuro.

Francisco Hernández Pallás.
Psicólogo y Psicoanalista.

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