Una historia sobre La Tomatina

Mientras escribo esto tengo de fondo una lista de reproducción con canciones de Miguel de Molina, que casualmente comienza con “La bien pagá”, una de las favoritas de mi abuelo Vicente, que es el protagonista de esta historia. Una historia que no tiene ninguna pretensión y que solamente quiere reflejar lo que mi abuelo vivió allá por el año 1945. Y la voy a contar, tal cual, sin filtros.

Según me contó, una tarde de finales de agosto de ese año 45, un grupo de amigos, entre los que se encontraban, él, Ramón Simón –“Zapata”–, Pedro “Caena”, Juanito Renovell, “Vaquero”, “Prin” y “Calciner”, estaban sentados en las escaleras de la Plaza del Pueblo junto a la fuente que ahora está en la carretera de “El Cuco” y que entonces tenía seis “cañotes”. Justo detrás de ellos había unos “sagales” jugando con una pelota de trapo. Y en esas idas y venidas propiciadas por el mismo juego, “un chute” fue a darle a una “burrica” que pasaba por la calle e iba cargada con tomates de la huerta. Esta, al sentir el balonazo se espantó y las hortalizas cayeron al suelo.

“Qué casualidad” –me dijo mi abuelo– porque en ese mismo momento un desfile de Gigantes y Cabezudos se acercaba por la puerta de “Rosales”. Fue en ese instante en el que el grupo de jóvenes amigos que estaba sentado en las escaleras de la Plaza del Pueblo, no tuvo otra idea que recoger los tomates del suelo y comenzar a lanzárselos a esos Gigantes y Cabezudos, entre los que se encontraban: Miguel Grancha, “Fite”, Rafael, “Melitón” y Carrasco, entre otros.

Los emprendimos a tomataso limpio”, me contaba mi abuelo. Pero los proyectiles al final acabaron alcanzando a todo el mundo que se agolpaba en las aceras para ver el desfile. Eso fue el germen de algo que posteriormente se conocería como “Tomatina”. Y esa “grasieta” se volvió a repetir al año siguiente por las mismas fechas, pero en esta ocasión a conciencia. Un grupo de jóvenes se reunió en la Plaza del Pueblo con tomates “cogidos” de las huertas y se liaron a tomatazo limpio, en una disputa que no tenía malicia ninguna. Solo un objetivo: pasárselo bien.

No obstante, la cosa se iba a complicar el agosto del año siguiente. Mientras los jóvenes se habían vuelto a citar en el centro de la localidad para “ponerse como osos”, dio la casualidad que el Gobernador Civil de Valencia –falangista– visitó ese día Buñol. Y qué casualidad, el Ayuntamiento estaba al lado de esa batalla que estaba librándose. Así pues, ni cortos ni perezosos, aquellos chavales “emprendieron” al Gobernador Civil, que casualmente vino con su uniforme blanco impoluto. Y ya os podéis imaginar cómo terminó. De hecho, fue tal el desastre, que el alcalde de aquella época, Don Enrique Silla, le tuvo que dejar ropa para cambiarse.

El Gobernador Civil, al llegar a la capital del Turia y contar tal despropósito, provocó que aquel encuentro entre amigos que cada año iba aglutinando a más gente, se dejase de celebrar. Directamente se prohibió. Y así estuvo durante varios años, hasta principios de los 50. Por cierto, aquella tropelía con el Gobernador Civil le costó a mi abuelo, a Pedro “Caena” y a “Carceler”, que los encerraran en el retén, que estaba en la cuesta de Soriano. Finalmente, pudieron salir. Sus padres pagaron tres pesetas para que aquellos jóvenes quedasen en libertad y pudiesen disfrutar del resto de las fiestas de la localidad.

A pesar de la prohibición, las vecinas y vecinos seguían saliendo a la calle a lanzarse tomates el último miércoles de agosto y cada vez la participación era mayor. Y como el pueblo de Buñol no hizo caso, en el año 1957 la fiesta se volvió a prohibir. Y fue en ese mismo año, tal como me contó mi abuelo, donde entra en escena otra cuadrilla de amigos y amigas, que le dan un impulso a la fiesta. Lo hacen con el famoso “Entierro del Tomate”. Los promotores de aquella iniciativa fueron Don Paco Garcés, Manolo Beltrán, “Goltrán”, los Hernani y Pilar Criado –la hija del tío Mario– y el resto de su cuadrilla. ¿En qué consistió el Entierro del Tomate? Pues fue una manifestación por la prohibición de la fiesta, en la que los vecinos portaron un ataúd con un gran tomate dentro. Para la ocasión las mujeres confeccionaron velos negros y todos los participantes fueron vestidos de luto. El desfile se acompañó con una banda de música que interpretaba marchas fúnebres y su éxito fue total. Por cierto, según me contó mi abuelo, el tomate de ese entierro fue depositado en la Plaza Ramón y Cajal (Plaza del Pueblo), debajo del escudo de Buñol que había antes de la remodelación.

Esa manifestación tan multitudinaria sirvió para que la prohibición se levantase y para que la fiesta se instaurase de forma oficial. Además, mi abuelo me dijo que los tomates hasta mediados de los años 80 los pagaban los Clavarios de San Luis, pero más tarde el Ayuntamiento asumió el coste de las hortalizas. También recordaba que ese mismo año 83 hubo un punto de inflexión en la fiesta. Fue a raíz del reportaje que el periodista Javier Basiio hizo para el programa de Televisión Española Informe Semanal. A partir de ahí la fiesta fue cogiendo más y más fuerza, hasta que en 2002 fue declarada Fiesta de Interés Turístico Internacional.

En la charla con mi abuelo –de más de 25 minutos– me llegó a decir que estaba cansado de la fiesta. En primer lugar, porque ya era muy mayor –91 primaveras– y porque venía mucha gente. Yo le dije que desde hace unos años se ha controlado el aforo y parece que “La Tomatina” vuelve a ser un poco más nuestra. A pesar de sus quejas, él nunca se perdía el tradicional almuerzo previo a “La Tomatina” que hacemos cada año en la carpintería de mi abuelo Pedro. Le gustaba ver el ambiente y contarle a toda la gente que venía de fuera esta historia que os acabo de relatar. Él nunca se quiso poner ninguna medalla, solo quería que se supiera su historia y la de sus amigos. 

Mi pretensión con todo esto no es darle un vuelco a la historia, ni al origen de nuestra fiesta, sino poner de manifiesto que como en todo en esta vida, hay varias versiones de lo que ocurrió un miércoles de agosto de allá por 1945. Yo he contado la historia que mi abuelo me lleva relatando desde que tengo uso de razón. Unos meses antes de que nos dejara, me senté con él en el sofá y le grabé una entrevista que tengo guardada a fuego en mi móvil y que me pongo cada vez que quiero volver a escuchar su voz. Pero, repito, es una historia más. Es su historia. La historia de Vicente Cusí Martínez, un hombre que, como dice mi abuela, “pasó mucho”, y que estuvo de una manera u otra en el germen de nuestra fiesta más internacional.

A mi abuelo Vicente, “Modo”.

Luis Vallés Cusí
Periodista

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  1. Mi padre Joaquín Navarro me contaba esa misma historia, siempre nos decia LA TOMATINA NO ES DE NADIE, ES UNA FIESTA NACIDA DEL PUEBLO, No tiene autor ni protagonistas, es una fiesta nacida de un grupo de chiquillos que un dia de gigantes y cabezudos vieron un carro de un vecino que venia de la huerta y aprovecharon para tirarle tomates a los cabezudos, y tomate va tomate viene pegaron a varios vecinos y las risas eran grandes entre los chavales, tam bien se lo pasaron que el año siguiente repitieron y el otro y el otro, hasta que se prohibió y se hizo el entierro del tomate dando asi a entender que era una fiesta popular y que de una manera u otra se iba a hacer.y hasta hoy.
    BRAVO POR ESOS CHAVALES QUE SIN DARSE CUENTA DIERON ORIGEN A NUESTRA FIESTA.

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