Vergüenza

El día 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer. Las mujeres (y los hombres feministas que nos acompañan) tenemos claro que no podemos bajar la guardia, las conquistas son muchas y muy importantes, aunque que hay fuerzas que empujan en sentido contrario y la reivindicación de la igualdad sigue siendo necesaria.

Este año me gustaría homenajear a las mujeres que padecieron el ingreso en instituciones del Patronato de Protección de la Mujer en España y las Lavanderías de la Magdalena en Irlanda. Ambas instituciones tienen varios puntos en común. En principio, su objetivo era proteger y ayudar a mujeres prostitutas, sacarlas de las calles y conducirlas a una vida mejor. Sin embargo, en la práctica, se convirtieron en centros que sometían, explotaban y castigaban a las mujeres que no coincidían con los cánones de decencia que la moral católica imponía. Las mujeres que ingresaban en estas instituciones procedían de familias pobres y la vergüenza de su comportamiento recaía sobre ellas y sus familias.

El Patronato de Protección de la Mujer fue una institución que dependió del Ministerio de Justicia entre los años 1941 y 1985, heredero del Patronato Real para la Represión de la Trata de Blancas creado por decreto en 1902. Su objetivo era combatir la prostitución y «la dignificación moral de la mujer, especialmente de las jóvenes, para impedir su explotación, apartarlas del vicio y educarlas con arreglo a las enseñanzas de la religión católica» (art. 4º Decreto del Ministerio de Justicia de 6 de noviembre de 1941 ). El patronato contó con la cooperación de órdenes religiosas femeninas, como las Cruzadas Evangélicas, Oblatas del Santísimo Redentor, Adoratrices Esclavas del Santísimo sacramento. 

Las jóvenes ingresaban en los centros por denuncia de sus padres, de un vecino, de un policía o a través de la figura de las celadoras, que se paseaban por los lugares sospechosos de provocar conductas indecentes, como cines, teatros, playas y bailes. Si veían a una mujer en una actitud poco apropiada (llevar falda muy corta, el escote muy pronunciado, bailar de forma provocativa…) avisaban a la guardia civil y podían acabar bajo la protección del patronato. 

El estudio de los expedientes indica que solo el 10% de las mujeres que ingresaban en los centros eran prostitutas; el resto eran madres solteras, y en otros muchos casos en sus expedientes se dice que estaban en «riesgo moral». Una vez en el patronato, estas mujeres inadaptadas, desviadas, eran reeducadas y orientadas hacia la expiación de su pecado.

Recomiendo que veais el reportaje de la 2 «El patronato», para que escuchéis los escalofriantes testimonios de mujeres que estuvieron bajo esta institución, y la relación con la trama de bebés robados. El estado consideró que estas mujeres tampoco podían ser buenas madres y daban a sus hijos en adopción a familias decentes y adineradas. En el centro de Nuestra Señora de la Almudena, más conocido como maternidad de Peñagrande, se produjeron crímenes aborrecibles que vulneraron los más básicos derechos humanos de las mujeres que por allí pasaron: maltrato físico, emocional y psicológico, vejaciones, trabajo esclavo, castigos de aislamiento y también el robo de sus bebés.

Las Lavanderías de la Magdalena en Irlanda fue una institución que se ha estudiado en más profundidad. Las jóvenes que ingresaban en esta institución eran el mismo caso que las del patronato: prostitutas y mujeres solteras embarazadas, madres solteras, mujeres con problemas de aprendizaje y niñas víctimas de abusos. Las lavanderías irlandesas funcionaron desde el siglo XVIII hasta mediados del siglo XX y también fueron dirigidas por instituciones religiosas. Las jóvenes eran utilizadas como mano de obra en las lavanderías, recibían un trato vejatorio y era consideradas pecadoras (sinners). La película «The Magdalene Sisters» es una película escrita y dirigida por Peter Mullan y estrenada en 2002 que intenta dar testimonio y mostrar el infierno de esta institución.

En 1993 se descubrieron tumbas sin marcar con 155 cadáveres en los terrenos del convento de una de las lavanderías en el norte de Dublín. El hallazgo abrió un debate en la sociedad irlandesa sobre la institución. En 2013 el gobierno irlandés emitió una disculpa formal y aprobó una compensación por 50 millones de libras para las supervivientes.

Os invito a reflexionar sobre estos hechos no tan lejanos, a leer sobre ellos y a seguir investigando. Hay que abrir las puertas y las ventanas, mostrar lo que sucedió, denunciar y reparar el daño que las jóvenes del patronato sufrieron durante más de cuatro décadas. Es momento de escucharlas, de pedir perdón como hizo el estado irlandés y reparar la violencia institucional que sufrieron. Como dijo Gisèle Pelicot cuando finalizó el mediático juicio contra su marido: la vergüenza tiene que cambiar de bando.

Paqui Cervera Cusí
Lda. Hª Contemporánea

Instituto de Estudios
Comarcales de La Hoya de Buñol-Chiva

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