Viñarockers Semper-fi

Ante la gran proliferación de Festivales de Música en España y ante un verano plagado de festivales de este tipo por toda la geografía nacional, me gustaría reseñar sobre aquel festival que más conozco y que tantas alegrías me ha dado en esta vida: el Viña Rock.

Este inmenso festival no siempre fue lo multitudinario que es ahora, con más de 120.000 abonos vendidos, de 4 días de duración, y con un cartel gigantesco lleno de bandas de muchos estilos (aunque el Rock sea su estilo matriz). 

Los patrocinios privados se extienden a lo largo de un recinto inmenso con todo tipo de servicios y varios escenarios perfectamente equipados funcionando simultáneamente. Pantallas gigantes pueblan el recinto para aquellas personas que no se pueden (o no quieren) acercarse demasiado al escenario porque la actuación es demasiado multitudinaria y, cómo no, su propia «Negociudad», un inmenso pueblo de tiendas de campaña, con furgonetas, rave partys y todo tipo de diversiones que hacen que mucha gente vaya a este rollo sin necesidad de acceder al recinto de conciertos.

El festival se crea en 1996 (con las actuaciones de Platero y Tú, Extremoduro, Australian Blonde, Los Enemigos, y Los Planetas), y fue en el 97 cuando acudí por primera vez, acompañado de otro veterano del Viña, mi amigo Táber. Desde entonces hemos acudido prácticamente todos los años y hemos tenido la oportunidad de actuar allí un par de veces, primero con Malsujeto y luego con Poncho-K.

Al principio era un humilde campo de fútbol donde se sucedían los conciertos uno detrás de otro, en un solo escenario. Había algo para comer y los típicos puestos de bocatas en la puerta del recinto. Un par de tiendas de camisetas, botes de birra, etc… Poca cosa, vamos, pero en aquellos tiempos donde el festivaleo en este país era algo marginal, sobre todo para el Rock and Roll.

El festival creció, se deslocalizó, volvió a la localidad albaceteña que lo vio nacer, Villarrobledo, y ahí permanece (a dos días de acudir, Semper-Fi, escribo estas líneas) hasta hoy, en su edición nº 26.

Es un festival que, sin duda, vale la pena. El cartel, criticado duramente, y no sin falta de razón, por ser muy similar año tras año, no deja de ser un cartel que, de algún modo, marca por un lado los grupos punteros, pero por otro deja en evidencia la falta de evolución y desarrollo tanto de los propios grupos que llevan décadas envejeciendo en los escenarios con poco relevo a la vista. 

Dicho todo esto, el fenómeno Viña Rock trasciende a la música en sí misma, ya que a día de hoy la mayoría de los asistentes a este festival no va por el cartel, sino por el evento:

Ir al Viña Rock es estar unos días con tus amigos en un contexto festivo y musical, es conocer gente muy diversa, de muchísimas tribus urbanas y estéticas, es reír a mandíbula batiente, es desconectar del mundanal ruido para sumergirse en la música, el ambiente y esa cierta «germanor» de masas que se conforma (en unos más y en otros menos) a través de esa agradable sensación de pertenencia a algo grande. Aunque, claramente, con el paso del tiempo los precios ya no son lo que eran, y hay que agudizar el ingenio para no arruinarse en tres días (ustedes me entienden).

No podría ir acabando sin recordar aquellos Maldito Rock que se hicieron en Buñol en 1999 y 2000, donde el punto de inicio era muy similar al de los primeros Viña Rock, ya que había grupazos en cartel, como La Polla Records, Koma, Warcry, El Último Ke Zierre, Barón rojo, entre muchos otros. Me hubiera encantado que este festival hubiera ido a más, como lo hizo el Viña Rock, pero no se puede ir a más siendo asfixiado poco a poco por los políticos en forma de recortes económicos, minimizando en vez de maximizando, y llegando al extremo del estruendoso fracaso del último Tomate Rock (heredero en cuanto a la tradición de hacer un festival anual en el pueblo). Lo digo porque, de haberse hecho bien, quizás tendríamos un gran Viña Rock en nuestra localidad, y no todo sería tomate…

Para finalizar diré que tras unas veinte visitas al Viña Rock recomiendo muy mucho, al menos una vez en la vida, ir con colegas alViña Rock y dejarse llevar por la vorágine. Sanísimo oiga. Semper-Fi.

Enrique Hernández Pérez
Peregrino del Rock and Roll

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