Violencia de género: el origen está en la desigualdad

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El hombre no acepta que somos iguales, por lo que elabora estrategias de dominación. Pero la causa de la desigualdad no debemos buscarla en el sexo (hombre/mujer), sino en el género (masculino/femenino), aquello que a lo largo de los siglos la sociedad ha ido adjudicando injustamente a cada uno de los sexos y que ha ido ampliando y consolidando esa desigualdad. El maltratador no es un agresor, como se cree, sino un dominador. Si las estrategias para dominar no funcionan, entonces es cuando aparece la violencia. Esta por tanto no es un fin, sino una herramienta: no es una violencia contra la mujer, sino contra “la mala mujer” (la que no se deja dominar). No se ataca para dañar, sino para que sea “una buena mujer” (la que es dominada). No es una violencia doméstica, sino una violencia que domestica.

Cuando las heridas físicas se curan creemos que todo se ha resuelto, pero no es así, las consecuencias continúan acompañando a la mujer; queda lo psicológico: daños en todas las áreas (autoestima, emociones, relaciones…). Anulación de la personalidad. Mantenimiento de un vínculo traumático con su pareja. Fuerte dependencia emocional con su maltratador (efecto Bonsai): “no podré sobrevivir sin él”. A los bonsais, su cuidador los va moldeando a base de frenar su crecimiento siguiendo un proceso donde poco a poco va cortando hojas, ramas, raíces para que no crezca y así obtener un árbol en miniatura; pero si dejara de hacerlo y decidiera plantarlo en el bosque como un árbol más, no sobreviviría…

Mariola Folgado Álvarez
Especialista en matrimonial y violencia de género

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