Septiembre siempre es un mes de comienzos, de reanudar la rutina después del verano. De hecho, para muchas personas, el año empieza ahora. Estoy segura de que muchos de nosotros y nosotras recordamos perfectamente la sensación del primer día de clase, prepararte la ropa que habías elegido para ese día, acostarte pronto para poder madrugar y desayunar viendo los dibujos para coger la mochila y salir por la puerta rumbo a un nuevo «primer día». Esa ilusión con la que muchos y muchas recuerdan ese momento, se transforma en dolor, angustia y sufrimiento cuando sabes que no te espera otro que el inicio de una nueva pesadilla, cuando el miedo te invade porque sabes que el acoso escolar te espera con los brazos abiertos.
Y, cuando eso pasa, el mundo se viene abajo. Crecer con el bullying a tu lado es algo que no le deseo a nadie. Y me hubiese encantado que cada septiembre alguien recordase la importancia que tiene, quizá así mi historia hubiese sido otra, pero entonces nadie lo hacía. No era lo suficientemente grave que un niño o una niña fuese acosado, nadie reparaba en eso, y si durante el curso se daba el caso, posiblemente se dejaría pasar, se quedaría en que es «cosa de niños». No, no lo es. En absoluto.
Por eso intento ser yo quien lance este mensaje. El foco está claro: madres y padres, que educan y crían a sus hijos e hijas, que son un espejo en el que reflejarse y del que aprender. Profesores y profesoras, que son quienes están en plena batalla, quienes lo presencian y quienes acompañan. Hay que ser muy claros, sabemos que la responsabilidad está en todos ellos. Si un padre no se lleva las manos a la cabeza cuando se entera de que su hija acosa a otra niña, o si una profesora no actúa ante un niño que se mete con otro compañero, la acosadora o el acosador no van a aprender nunca. Es imprescindible la colaboración de todos los adultos para que cada niño y cada niña aprenda a relacionarse, aprenda a respetar, corrijan conductas y se les eduque en la diversidad. Porque el bullying pasa por lo que vemos «diferente», por lo «raro», por lo que se sale de lo «normal». Y la realidad es que esa es la diversidad en la que vivimos. Una sociedad diferente, rara y, a la vez, normal, porque es totalmente normal que seamos distintos.
Por otro lado, tenemos a los verdaderos protagonistas: los acosadores o acosadoras, y los acosados o acosadas. Siempre tendemos a poner el foco en ayudar a estos últimos dejando más de lado a los primeros pero, por muy loco que parezca, me atrevo a decir que muchas veces sufre incluso más quien acosa que quien es acosado/a. Es muy interesante ver las estadísticas del I Estudio sobre el Acoso Escolar y el Ciberacoso en España en la infancia y la adolescencia de la Universidad Complutense y la Fundación ColaCao, en el que se refleja el sufrimiento de las víctimas, casi dos alumnos por aula, y también el de los acosadores, con una tasa más alta de ideación suicida que las víctimas, en cuanto al ciberacoso se refiere, siendo esta forma de bullying las más fuerte y dañina hoy en día. Con estos datos sólo podemos ver lo que es una realidad, y es que la población infantil sufre. Niños y niñas se enfrentan a algo que no deberían experimentar, pues lo que les toca es jugar, no llorar. Niños y niñas enfrentándose a emociones y sentimientos que no corresponden a su etapa vital, porque es de mayores lo que les toca vivir de pequeños. Niños y niñas que serán adultos y adultas que experimentarán las secuelas psicológicas que el bullying les ha dejado.
Somos muchas y muchos quienes lo hemos vivido, y creo que no hay nada más efectivo que nuestro testimonio para que la sociedad se conciencie. Este es el mensaje: ojalá nadie tenga que vivirlo. Abramos los ojos y veamos el mundo que nos rodea, el mundo que estamos pintando. Todos pintamos contra el bullying, dentro y fuera del aula, en las redes sociales, en el parque, padres, madres, tíos, abuelos, primos, amigos, vecinos y vecinas… absolutamente toda la sociedad. Escuchemos lo que está pasando, y no premiamos que nadie más sufra por volver al colegio en septiembre.
Yo seguiré aportando mi granito de arena. Este año he estado formándome como experta en acoso escolar, bullying y ciberbullying. Recientemente he recibido el título y no sé si alguien puede imaginarse el orgullo que siento al leer mi nombre en ese documento, pero puedo asegurar que no quepo en mí. Con todo el activismo y divulgación que hago en charlas, ponencias y como comunicadora en general, quería que esto no dependiese sólo de mi experiencia y de lo que ya sabía, sino también ir más allá, seguir estudiando y preparándome para seguir luchando por acabar con esto. Cuando lo vives en tus propias carnes la empatía se multiplica y el corazón se divide en cada niño y cada niña que lo sigue viviendo, que lo sigue sufriendo. Así que no pararé de ayudar y de luchar, y lo haré siempre honrando a esa Regina que tan pequeña era y tan fuerte fue.
Acabemos con el bullying. ¡Feliz vuelta al cole!
Regina Martínez Álvarez
Creadora de «Ni más ni mano»