Woody

Woody Allen – Photocall du film «Café Society» lors du 69ème Festival International du Film de Cannes le 11 mai 2016. © Borde-Moreau/Bestimage

“Todo el mundo tiene una opinión sobre Allen. Algunos lo defienden rabiosamente. Otros, lo condenan sin titubeos. Pero nadie admite que no sabe lo que ocurrio en 1992”. (Santiago Roncagliolo)

Cuanta verdad encierra esta frase del escritor peruano. Nadie sabe lo que pasó aquel año cuando Woody fue acusado de haber abusado de su hija. Lo cierto es que la denuncia ni siquiera llego al juzgado y que un hermano de la víctima lo niega, siempre lo ha negado.  Edu Galán, periodista y editor de la revista Mongolia, ha escrito un ensayo titulado El síndrome de Woody Allen, donde reconstruye el caso y donde llega a la conclusión de que Woody siempre fue el mismo, quizás seamos nosotros los que hayamos cambiado, quizás por la influencia de los medios.

Dicho esto, desde aquí reivindico al artista, al director de cine, al escritor, al Woody con tantas buenas películas en su haber.

Cómo acabar de una vez por todas con la cultura, Sin plumas y Perfiles, son tres libros de relatos donde Allen hace estrafalarias reflexiones sobre los problemas que le obsesionan y que le han hecho famoso: la muerte, Dios (o su carencia), las mujeres (o su carencia), etc, etc. Me gustó también Conversaciones con Woody Allen, su primera biografia escrita en 1992 por Eric Lax. Pero es con su recientemente editada autobiografía, A proposito de nada, con la que disfruto leyendo. Abra por donde abra el libro, enseguida se me pone la sonrisa en la boca. De una forma amena y divertida, Woody nos cuenta su historia (aunque nadie se lo haya pedido)…

Y el cine… ¡Qué sería de mí y de muchos otros sin pelis de Woody Allen! Aunque reconozco que para mi gusto cinefilo en los últimos años solo tiene dos aciertos redondos: Match point y Blue Jasmine. 

Aún así, me gustan mucho sus películas “menores”, sobre todo Café society, Si la cosa funciona o Un día de lluvia en Nueva York, que me pareció una comedia deliciosa. Incluso disfrute con Vicky Cristina Barcelona, a pesar de ser una de las menos valoradas por la crítica, al igual que su última película que acabo de ver hace un rato,  Rifkin’s Festival, una emotiva carta de amor al cine clásico europeo.

Acabo con un dialogo de una de sus películas:

–El sexo sin amor es una experiencia vacía.

–Pero como experiencia vacía es una de las mejores.

La última noche de Boris Grushenko (1975).

Arny Carrascosa Villar
Cada día más loco por el cine

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