Amanecía el martes 29 y la «Gota fría» había llegado puntual, como estaba previsto, dejándose sentir desde las 01.30 h. de la madrugada, primero débilmente, aumentando de intensidad según nos acercábamos a las 7 h. Me levanté y fui a comprobar el pluviómetro. A las 9h de la mañana ya llevábamos recogidos 91.8 l/m2. Sobre las 10:45 h. recibí un WhatsApp de Hoyunclick.es para ver si podía escribir sobre la «gota fría» que nos afectaba. Le comenté que, si le parecía bien, el miércoles 30 de madrugada estaba previsto que parase de llover y ese día escribiría un artículo sobre sus efectos y las cantidades de precipitación recogidas en la comarca.
Avanzaba la mañana y las precipitaciones no daban tregua. En mi casa, plaza del pueblo, la luz se fue sobre las 15:45 h. de ese martes 29. A esa hora nos acercábamos a los 200 l/m2. Según avanzaba la tarde, mientras las precipitaciones no decaían, más bien al contrario, aumentaban en intensidad y persistencia, la corriente eléctrica se fue cayendo en el resto de Buñol, así como la señal de las televisiones y los móviles. De repente, en unos pocos minutos, habíamos retrocedido un siglo. La sociedad de la información había desaparecido de golpe. Habíamos pasado de estar los niños aislados en su cuarto con el móvil o jugando al Fortnite, a estar toda la familia reunida alrededor de unas velas y linternas jugando al Rummikub, cartas, parchís… Esa noche cenamos un bocata de fiambre, no había corriente eléctrica ni gas para cocinar.
La mañana del miércoles 30 nos levantamos y fuimos a dar una vuelta. Nada más salir a la calle, lo que más me llamó la atención fue la cantidad de gente que había en la calle paseando. Todos nos parábamos con todos, formando corrillos para comentar los daños que habían causado las fuertes precipitaciones en los polígonos, en la autovía A3, así como personas desaparecidas o que se habían quedado atascadas en la autovia, casas inundadas, coches destrozados y puentes destruidos sobre el río Buñol. Eran las primeras noticias que teníamos, el boca a boca seguía funcionando como antaño. Buñol estaba aislado por carretera y ferrocarril. Los móviles, sin cobertura, habían pasado de ser el centro de la comunicación y entretenimiento, a ser utilizados como una simple cámara fotográfica para dejar constancia para un futuro de la catástrofe que nos había ocurrido o como una triste linterna para la noche, mientras durase la batería. Llegaban rumores de que, en la zona del cementerio, isleta del Levante UD, puente sobre la estación del tren… llegaba de vez en cuando algo de señal de teléfono móvil y allí se congregaban cientos de personas para intentar comunicarse con amigos y familiares de fuera de Buñol. Habíamos sido uno de los pueblos de la «zona cero» con una mayor cantidad de precipitación recogida y, sin embargo, los daños eran mínimos, comparados con la barbarie que se había vivido unos kilometros más abajo en Chiva, Loriguilla, Torrente, Paiporta… o más arriba en Utiel. Podríamos decir «Buñol, punto y aparte», y esta vez para bien.
Buñol se había librado de los efectos más negativos de estas lluvias, era un oasis en medio de tanta destrucción y sufrimiento. Poco a poco iban llegando más noticias y nos íbamos haciendo una idea de la catástrofe que se vivía a nuestro alrededor. Sin embargo, la vida apacible continuaba en Buñol, paseando de puente destruido a puente destruido (igual que en Fallas vamos de falla a falla). Los parques estaban llenos de niños, los supermercados y tiendas abiertas… Evidentemente, los propietarios de los coches destrozados y de las casas en las que entró el agua y alguna que otra empresa vivían su particular calvario, pero nada que ver con el apocalipsis que nos rodeaba. En esas 24 horas fatídicas se habían producido tres riadas, y en dos de ellas la orografía de Buñol y comarca había jugado un papel importante:
PRIMERA RIADA: tal vez la más importante por la superficie, empresas, población e infraestructuras afectadas. La Rambla del Gallo, que nace en Buñol, detrás de la cementera, recogió parte del agua que cayó en las montañas y barrancos al norte de la A3 de Buñol. Se dirige hacia Chiva y pasa por el centro de la misma, para dirigirse hacia Cheste, recibiendo por el camino el agua de otros barrancos de la Sierra de Chiva. Cuando llega a Loriguilla, pasa a llamarse Barranco del Poyo. Barranco que continua por Torrente, Picaña, Paiporta, Catarroja … para finalmente desembocar en la Albufera de Valencia En todos estos lugares derribó puentes, inundó polígonos industriales y ciudades a su paso.
SEGUNDA RIADA: el río Buñol nace en Siete Aguas y en su camino hacia Buñol recoge el agua de ramblas y barrancos, secos normalmente, pero que en situaciones de precipitaciones intensas se llenan de agua, aportando grandes caudales al río Buñol (rambla Baladrar y de Monedi en Ventamina…). Cuando el río Buñol llegó a Buñol, llevaba tal cantidad de agua que «botaba» por encima de los puentes, llevándose por delante el puente que lleva a Turche y permite la comunicación con el resto de la comarca, el puente de la piscina de Buñol y el puente de San Luis, así como una papelera, varias casas, el camino a la Jarra, el paseo fluvial… El río Buñol ya no era el mismo, el cauce había sido profundamente cambiado. Los charcos de toda la vida, a los que todos hemos ido a nadar, habían desaparecido o habían cambiado de forma y tamaño. Saliendo de Buñol, dirección Alborache, Macastre, Yatova… el río Buñol recibió las aguas del río Juanes y Cueva Turche, extremadamente crecidos (paraje totalmente arrasado y cuyo lago principal, a los pies de la cascada, aumentó espectacularmente de tamaño tras la riada), volviendo a engrosar el caudal de un río Buñol que bajaba muy cargado, buscando el río Magro en Turis. El Magro, debido a las fuertes lluvias en Utiel y Requena, se había desbordado y, a pesar de que había sido laminado por el embalse de Forata, venía muy cargado de agua, y al unirse con el río Buñol y otras ramblas, el caudal fue tan elevado que el cauce no fue suficiente para contener ese caudal y se llevó un puente en Carlet, desbordándose en L’Alcudia. El río Magro continuó en dirección a Algemesí, donde se juntó con el río Júcar, provocando desbordamientos e inundaciones en Algemesí, Guadasuar… e incluso hizo que el río Júcar aumentase de nivel aguas arriba y se desbordarse en algunas zonas de Alcira, al tener su cauce ocupado por las aguas del río Magro.
TERCERA RIADA: las fuertes precipitaciones registradas en el río Turia en sus tramos medios y altos (Teruel y Rincón de Ademuz), provocaron que se desbordase y se llevase algunos puentes en poblaciones como Vilamarxant, Ribarroja del Turia… o la desaparición del parque fluvial del Turia entre Vilamarxant y Quart de Poblet. Afortunadamente, el nuevo cauce del Turia (inaugurado en 1.969 y pensado para un caudal máximo de 5000 m3/seg), pudo contener sin problemas el elevado caudal del río Turia, evitando inundaciones en Valencia, Mislata y otras poblaciones de l’Horta Nord.
Entre el jueves 31 por la tarde y el viernes 1 de noviembre se fue restableciendo el suministro eléctrico, las redes de los móviles y se veía alguna cadena de televisión. Según recuperábamos la normalidad, empezó a verse menos gente por las calles. Los paseos y visitas a los puentes dejaron de ser una prioridad, ya había más razones para quedarse en casa. El siglo XXI había vuelto con la misma rapidez con la que se había marchado. Pero, ¿qué pasó para que esta «gota fría» tuviese unos efectos tan desbastadores?
PRIMERO, se debían dar condiciones meteorológicas que favorecían la inestabilidad. Lo intentaré explicar brevemente. Se necesita la presencia de aire frío (en este caso «gota fría») en capas medias y altas de la troposfera. «Gotas frías» tenemos varias todos los años, pero no todas producen efectos adversos en nuestra zona. Para ello tienen que situarse en una determinada posición, básicamente en los alrededores del Golfo de Cádiz. Además, debe darse un flujo de viento del Mediterráneo cargado de humedad, que alimente las tormentas que se iban formando, dando lugar en este caso a un «tren convectivo». Básicamente quiere decir que en un lugar se forma una tormenta y según se va alejando de ese lugar se forma otra tormenta en el mismo lugar que sigue la misma trayectoria y así durante horas y horas, dejando enormes cantidades de lluvia a su paso. Las tormentas se movían en dirección sureste a noroeste, desde las comarcas de la Ribera hasta la Hoya de Buñol y de aquí se dirigían hacia la comarca de Requena-Utiel. Por el contrario, en gran parte de Valencia y área metropolitana, o no llovía o lo hacía de forma débil gran parte del día. Salvo en Utiel, Buñol y Chiva, localidades que registraron intensas precipitaciones a lo largo del día 29, las inundaciones se producen en lugares en los que apenas había llovido. Y esto es justamente lo que hace que esta gota fría sea extremadamente peligrosa. Las mayores cantidades de precipitaciones (continuadas y persistentes) se registraron en zonas del interior y del prelitoral, coincidiendo con las cabeceras de los ríos y barrancos, de forma que el agua bajó como un tsunami, arrastrando a su paso todo lo que se encontraba en los cauces: cañas, troncos, piedras, barro…, cauces que no habían tenido un mantenimiento adecuado y con riberas muy urbanizadas. En poco tiempo los cauces de los barrancos pasaron de estar secos a llevar una enorme cantidad de agua que no podían contener, y se desbordaban. Por ejemplo, al cauce del barranco del Poyo se le suponía un caudal máximo de 1.800 m3/seg y pasaron más de 2.200 m3/seg. Así que todo el caudal que pasaba de los 1.800 m3/seg. era agua que no cabía en el cauce y, por tanto, se desbordaba, inundando y destrozando a su paso poblaciones, polígonos industriales, carreteras…
SEGUNDO, amigos y conocidos estaban avisados desde la semana anterior de la llegada de una «gota fría» y que podía tener consecuencias muy adversas (y no soy mago, ni adivino). Los distintos modelos meteorológicos así lo indicaban, salida tras salida. La propia Aemet informaba de tal posibilidad unos días antes. Según se acercaba el martes 29, Aemet iba poniendo los avisos meteorológicos. En concreto, el aviso rojo lo puso el propio martes 29 a las 07:37 h. para el interior de Valencia y a las 09:45 h. para la costa de Valencia. Del mismo modo, los medios de comunicación (como À Punt) también se hacían eco de la llegada de una «gota fría» que parecía ser muy potente. Lo que quiero decir con esto, es que información existía, lo que no existió es una alerta del centro de emergencias hasta las 20:12 h., que ya era muy tarde. Tampoco supo la mayoría de los ciudadanos interpretar el aviso rojo de Aemet de primeras horas de la mañana del día 29, en especial en las zonas donde no llovía y que posteriormente sufrieron las inundaciones más desastrosas.
TERCERO, a partir de aquí todos son preguntas: ¿Por qué, si estaba la alerta roja meteorológica, el centro de emergencias de la Generalitat Valenciana no puso la alerta máxima hasta las 20:12 h., cuando el barranco del Poyo se había desbordado a las 18:30 h? ¿Y las alertas de la confederación hidrográfica del Júcar? No seré yo quien diga que las diferentes agencias han hecho su trabajo mal (que igual sí), pero, visto el resultado final, podemos afirmar que los protocolos usados no funcionaron. Tendremos que pensar el porqué de esa gestión nefasta de la información en las primeras horas. Por qué se tuvo una reacción tan pobre, tan tardía. Porqué no han funcionado los protocolos, y tendremos que estudiar la manera de mejorarlos, de forma que cuando se emita una alerta, esta llegue inmediatamente a los ciudadanos y pueda ser interpretada adecuadamente por los ciudadanos.
¿Al frente de las distintas agencias están las personas con más currículum, más experiencia y más preparadas, o están puestas personas como pago por sus servicios prestados, por ser leales a un determinado partido político? La respuesta concreta sobre quién está al frente de cada agencia u organismo competente estatal o autonómico no lo sé, pero dado el «nivel» de gestión de las alertas demostrado en esta catástrofe no parecen las personas más adecuadas. Creo que al frente deberían estar personas con un alto perfil técnico y menos político, que sepan de qué hablan y que no lean lo que les dice alguien que está por debajo de ellos, porque las decisiones que deben tomar son muy importantes, afectan a muchas personas y pueden provocar la salvación o muerte de muchas personas.
¿Por qué el gobierno de la Generalitat Valenciana no pidió ayuda urgente al gobierno central al día siguiente de la riada? ¿Por qué el gobierno central no envió al ejército y a todos los medios necesarios inmediatamente para aliviar la catástrofe que se había producido? Nunca entro en política, pero esta vez es difícil no pronunciarse. Creo que en los primeros días de la gestión de esta riada hubo negligencia de ambas administraciones, predominado la ineptitud y la incompetencia en la toma de decisiones, con unas secuelas tan terribles (215 muertos a la hora de escribir este artículo), que deberían tener también consecuencias políticas en forma de dimisiones, tanto a nivel estatal como autonómico.
¿Por qué se ha dejado construir en zonas que se sabía que eran potencialmente inundables? ¿Se volverán a reconstruir las casas arrasadas por la riada en los mismos sitios? Los ríos y ramblas mediterráneas tienen un carácter torrencial. Pasan de estar completamente secos a llevar un caudal muy elevado en cuestión de horas o incluso minutos. Si existe un barranco, es porque alguna vez ha pasado agua por él. Si construimos al lado o en el propio barranco, cuyo cauce permanece seco la mayor parte del tiempo, incluso años, cuando se produzcan precipitaciones excepcionales el agua volverá a ocupar el cauce y los márgenes del río que alguna vez fueron suyos y como consecuencia se producirán de nuevo inundaciones, muertes y desolación. La memoria histórica es muy corta y seguramente las casas afectadas por la riada volverán a reconstruirse en los mismos sitios, por lo que la catástrofe está asegurada para la próxima «gota fría» intensa que nos afecte.
Por cierto, hablando de que la memoria histórica es muy corta, todo lo que ha sucedido ya sucedió en el pasado y fue descrito por el botánico Cabanilles en 1.795. Cito textualmente: «(El barranco del Poyo) empieza en las montañas de Buñol con dirección a Chiva, entra en esa villa y continua por el término de Cheste… cruza el llano de Quart junto a la venta del Poyo, pasa por Torrent que deja a su derecha, como igualmente Catarroja y desagua en la Albufera de Valencia. Su profundo y ancho cauce siempre está seco… en 1.775 causó muchísima desgracia en Chiva… asoló un número considerable de edificios, esparciendo por más de dos leguas los despojos y los cadáveres de los pobres que no pudieron evitar la muerte…» (dos leguas son unos 10 km).
En resumen, debería haber un antes y un después de esta catástrofe. Las «gotas frías» no las vamos a poder evitar, y con el cambio climático es probable que el periodo de retorno de una «gota fría excepcionalmente intensa» como la que hemos vivido sea menor y, a su vez, sean todavía más intensas y peligrosas. Pero, lo que si podemos hacer es elaborar protocolos nuevos que permitan emitir alertas que lleguen inmediatamente a los ciudadanos, con instrucciones claras, que los ciudadanos sepan interpretar y que sean de obligado cumplimiento. Así, debería quedar claro que, ante una alerta roja emitida con la suficiente antelación para que nos dé tiempo a reaccionar, no se puede salir de casa, y si estoy en un centro comercial, en el trabajo… me voy a casa porque existe un peligro extremo para la población. Y, si luego no se produce ese fenómeno adverso, pues daremos por buena esa alerta roja, porque el día que se emita esa alerta y se produzca ese fenómeno adverso, habremos evitado cientos de muertes o, lo que es lo mismo, salvado cientos de vidas.
Volviendo al tema estrictamente meteorológico, comparto la tabla de las precipitaciones registradas en la comarca y comento algunos datos interesantes de esas precipitaciones (días 29-30):
· Buñol (Meteobunyol): 539.2 l/m2.
· Buñol (Partior): 448.6 l/m2.
· Buñol (Alto Gordo): 305.8 l/m2.
· Chiva: 491-600 l/m2.
· Cheste: 382.6 l/m2.
· Godelleta: 414.8 l/m2.
· Macastre: 533.0 l/m2.
· Dos Aguas (Sierra Ave): 251.4 l/m2.
· Siete Aguas: 329.4 l/m2.
· Yatova (Pantano Forata): 255.4 l/m2.
Algunas de estas cantidades pueden ser mayores, pues muchas estaciones dejaron de enviar datos cuando se fue la corriente eléctrica y se les acabaron las pilas. (Fuente: Avamet, Saih, Meteoclimatic).
Cuando empezó a llover el martes 29 de madrugada, la estación de meteobunyol llevaba recogidos en casi 10 meses 412.8 l/m2. Sin embargo, en 24 horas se recogieron, 539.2 l/m2. Esta cantidad resulta apabullante, pero todavía resulta más impresionante si la comparamos con la media de precipitación anual de Buñol, 576.3 l/m2, o con la precipitación anual de Londres, 600 l/m2. Es decir, en Buñol en un solo día llovió casi tanto como en Londres en todo un año. Entre las 8:30 y las 8:35 se recogieron 14.40 l/m2 con una intensidad de 380 l/h. Entre las 7:45 y las 7:50 se recogieron 11.20 l/m2, con una intensidad de 281 l/h.
Hasta el 10 de noviembre de 2024 llevamos recogidos 955.6 l/m2 con la esperanza de llegar a final de año y superar los 1.000 l/m2. Este año pasará a la historia como un año extremadamente húmedo, cuando la realidad es que los primeros 6 meses casi no llovió, viniendo de una sequía que se alargaba desde el año anterior, lo que favoreció que se secaran pinos y arbustos, que están aclimatados a un clima Mediterráneo, con periodos secos estivales e incluso periodos más largos de sequía, lo que nos da una idea de la intensidad de la sequía que veníamos padeciendo.
GOTA FRÍA 2.0. 13-14 DE NOVIEMBRE DEL 2024.
Dos semanas después de la fatídica gota fría del 29 de octubre, acabando de escribir este artículo, se anunció la llegada de una segunda gota fría para los días 13-14 de noviembre.
Mirando modelos meteorológicos, me llamó la atención que indicaran que la «gota fría» llevaba mucho más aire frío asociado en altura que la anterior, pero también en capas bajas de la troposfera, lo que se podía traducir en que las nubes tuviesen menos «alimento» para poder crecer (cuanto más cálida sea la masa de aire, mayor cantidad de vapor de agua podrá contener y, potencialmente, producir precipitaciones más intensas). Por otro lado, en altura tampoco se veía un flujo de viento de sureste tan marcado como en el anterior episodio del día 29, indicando que las tormentas que se formaran en el litoral no se moverían con la misma fuerza hacia el interior como en el episodio anterior. Se podrían registrar de forma local precipitaciones intensas y persistentes, en zonas del litoral y proximidades, pero difícilmente se volverían a registrar precipitaciones intensas y persistentes en las cabeceras de ríos y ramblas como en la gota fría anterior.
Teniendo en cuenta todo esto, tal vez con un aviso naranja hubiese bastado. Por su parte, Aemet decidió enviar un aviso rojo, quizás fuese más por la presión existente del desastre vivido 16 días antes que por el potencial de la nueva gota fría. Entiendo que la alerta que emitió a continuación el Centro de Coordinación de Emergencias tuvo en cuenta el estado en el que se encontraba el alcantarillado de las zonas afectadas, atascado de barro en su mayor parte, existiendo el peligro de que no tragase en caso de precipitaciones intensas, aumentando el riesgo de inundaciones en esas zonas arrasadas por la anterior gota fría. Llegados a este punto quisiera aclarar que, una cosa es lo que yo vea y puedo publicar en mis redes sociales, que afecta a un grupo relativamente pequeño de personas y puedo jugármela, y si no se cumple mi previsión, tampoco tiene grandes repercusiones (una madre que no va al parque, otro que no acude a un entrene… y, sobre todo aguantar al «malasombra» de turno, que te ve en la calle y no sabe qué decirte e intenta hacerse el gracioso con frases del tipo: «los del tiempo no acertáis una, jajajaja». Con un «hola» o un «adiós» me hubiese sobrado). Pero, otra cosa muy distinta, son las personas que tienen la responsabilidad de poner color a un aviso, sabiendo que según el color que pongas (amarillo, naranja o rojo) va a tener efectos en todo lo que puede suponer cortes de carrera, movilización de protección civil, policía, sanitarios… y, lo más importante, las vidas de muchas personas también pueden depender de ese aviso. Teniendo en cuenta todo esto, tal vez nos ayude a entender cómo se desarrollaron los acontecimientos durante los días 13-14 de noviembre.
Pues bien, con un aviso amarillo, posteriormente naranja de Aemet y una alerta de situación 2 del Centro de Coordinación de Emergencias por inundaciones, el martes 12 el ayuntamiento de Buñol comunicó el cierre de colegios, parques, actividades deportivas… hasta nueva orden. El miércoles 13 sobre las 19 h. Aemet elevó el aviso naranja a rojo y a las 19:45 h. recibimos en nuestros móviles la alerta de protección civil, suspendiendo toda actividad educativa, deportiva… restringiendo el tráfico de vehículos privados a partir de ese momento y durante todo el jueves 14. El aviso rojo indicaba riesgo de precipitaciones de 180 l/m2 en 12 horas o 40 l/m2 en una hora. ¿Y qué pasó meteorológicamente? Pues que, en nuestra comarca, no se alcanzaron esos umbrales de precipitación que justificaban ese aviso rojo. Durante el miércoles 13 llovió débilmente en Buñol, recogiéndose en todo el día 3.4 l/m2. Durante la madrugada del miércoles 14 se registraron las precipitaciones más intensas. Amaneció y fui a ver el pluviómetro manual, que había recogido 29.2 l/m2. El resto del jueves 14 el cielo estuvo con nubosidad abundante y apenas se produjeron precipitaciones muy débiles al final del día. Según avanzaba la mañana, las alertas fueron cambiando a naranja y finalmente a amarilla. Con estos avisos de Aemet, a las 12h del medio día el Centro de Coordinación de Emergencias retiró las restricciones al tráfico privado, así como cierres de colegios e instalaciones deportivas. Rápidamente en redes sociales y en la calle se escuchaban comentarios del tipo: «Ya verás, ahora cada vez que caigan cuatro gotas nos van a encerrar en casa». «Estos del tiempo no dan una, alerta roja y casi no ha llovido». Llegados a este punto y, sin entrar a valorar si procedía o no emitir un aviso rojo, me gustaría aclarar que cuando Aemet pone un aviso rojo por un riesgo, no quiere decir que ese riesgo se tenga que producir al 100% en mi ciudad. Las precipitaciones intensas pueden producirse en Chiva, Yatova… y no en Buñol. Por ejemplo, estando la comarca en aviso rojo, mientras en gran parte de la comarca de la Hoya de Buñol las precipitaciones registradas la tarde-noche del miércoles 13 oscilaron entre 25-30 l/m2, cuanto más cerca del litoral estas cifras aumentaban, alcanzando los 67.8 l/m2 en la estación de Chiva-Calicanto, produciéndose algunas inundaciones muy localizadas en la zona de Bonaire, o los 64 l/m2 en pocas horas en Vilamarxant. Por el contrario, cuanto más al interior (aviso amarillo), las precipitaciones eran mucho menores, recogiéndose tan solo 11.2 l/m2 en Siete Aguas. En poblaciones del litoral como Cullera o Sueca casi se alcanzaron o superaron los 100 l/m2.
Termino, sin poder evitar preguntarme que, si el miércoles 29 de octubre se hubiesen emitido los avisos y alertas como se enviaron en esta segunda «gota fría» del 13 de noviembre, quizás la destrucción de infraestructuras, empresas, bienes materiales no se hubiese podido evitar, pero ¿cuántas vidas humanas se hubiesen podido salvar? Dicen que de la desgracia se aprende. Ojalá hayamos aprendido.
Manuel Cervera Más
Secretario Asoc. Valenciana Meteorología