Creyentes y practicantes; de la teoría a la practica feminista

Mi intención era en un primer momento titular este modesto artículo «Si quiere ser feminista lea a Pardo Bazán», parafraseando a mis profesoras de la asignatura de Historia y Género de la Universidad de Valencia. Pero a medida que voy reflexionando sobre el título, me asaltan varias dudas que no sé cómo abordar.

El feminismo, si bien es cierto que en la actualidad ha perdido el estigma social que tenía antaño, todavía presenta cierta discordia desde la trinchera política donde se ha definido, es decir, para que todas las lectoras nos entendamos, el concepto de feminista no es lo mismo para mí que para Inés Arrimadas o que para Ana Botín, y todas y cada una de las nombradas recurrimos a él en diferentes ocasiones.
A pesar de las distracciones causadas por aquellas que desde el neoliberalismo se apropian del término, definiéndose como feministas liberales (pues nadie en su sano juicio entiende que Ana Botín sea feminista), el proyecto feminista debe ir más allá de las discusiones teóricas y reflexionar sobre la práctica feminista.

Las necesidades de la sociedad actual, las asesinadas, la brecha laboral, la feminización de la pobreza, hacen necesaria la práctica feminista desde la cotidianidad. De poco nos sirve salir a la calle a luchar pancarta en mano si cuando llegamos al ámbito privado tenemos que planchar y doblar la pancarta mientras cocinamos, lavamos, planchamos, cuidamos de los niños (las que tengan) y cenamos pechuga a la plancha para conseguir cuerpos heteronormativos.

El patriarcado nos somete a situaciones que atraviesan cada parte de nuestra vida, monopoliza nuestra estructura social, rige nuestras relaciones sentimentales. No soy creyente pero sería algo así, para que ustedes me entiendan, como Dios, que está en todas partes.
Y es ahí desde la cotidianidad, donde debemos implementar un feminismo practicante. En diferentes talleres que impartí en institutos sobre prevención de violencia de género en adolescentes, constaté que las feministas no hemos aprobado en la asignatura de pedagogía feminista, lo intentamos, eso seguro, pero estamos lejos de obtener buenos resultados.

En dichos talleres, escuché opiniones de los adolescentes (ellos y ellas) que provocarían la honra de Santiago Abascal y venían de entornos de izquierda. Los celos, la posesión, esa manera insana de entender las relaciones marcan el norte de los adolescentes y es, en esta etapa de formación de la persona donde debemos poner mas énfasis. Pero esto ya sería otro artículo.

Por lo tanto, mi título inicial no es del todo correcto. Leamos a Pardo Bazán pero para tener una visión crítica como la tuvo este personaje poliédrico. Leamos a Concepción Arenal, a Angela Davis, a Simon de Beavoir, a Maria Zambrano y, después, cerremos los libros y pongámonos a escribir nuestra historia, a militar, a cambiar un sino que el patriarcado ha decidido por nosotras, sirvamos de modelo con nuestras contradicciones a las mujeres que vienen, porque no podemos ser solo teóricas, debemos ser practicantes.
Leer para militar, militar para sobrevivir.

Marina Bonillo

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