El buen conductor

Cuando llega San Cristóbal no puedo evitar sentirme nostálgica. Le tengo un cariño especial a esta fiesta, por ser la fiesta en la que se festeja la profesión del «conductor», el oficio que adoraba mi padre. Miro esa figura de un santo y, sin ser devota, San Cristóbal me cae especialmente bien.

San Cristóbal es esa fiesta en la que se homenajea a la figura del conductor, es ese santo que cuida de ellos al volante, el que les hace compañía y una vez al año el asociacionismo los une para festejar esa profesión que en esta época está siendo especialmente dura. El «amigo conductor» pasa muchísimas horas al volante en compañía de las ondas de los transistores de los grandes vehículos que conducen. Hacen amistades en recónditos polígonos industriales donde paran a descansar y echar un «bocao». El buen conductor es experto en restaurantes ubicados en lugares de descanso. Aún recuerdo algún viaje donde mi padre planificaba los descansos en función de estas paradas cuidadosamente elegidas para degustar las especialidades del lugar.

Al menos hoy en día, encuentran su destino con los GPS y pueden hablar con sus familiares a través de los dispositivos móviles. Los que hemos crecido conviviendo con esta profesión hemos sufrido la incertidumbre hasta que sonaba el teléfono desde alguna cabina ubicada en los lugares donde paraban a descansar. Temporales, tormentas, accidentes… hasta que no sonaba el teléfono, cuando se podía, no sabías nada…

Seguro que algunos conductores siguen siendo «fans» de los planos que fácilmente se despliegan y nunca pliegas de forma correcta, planos enormes donde buscas la ubicación exacta y dejas el plano mal plegado en el asiento del copiloto. Seguro que, al igual que mi padre, seguirá habiendo algún conductor que desafía los consejos del antiguo «TomTom» con atajos sacados de la manga o con trayectorias que acaban regular. El buen conductor sabe más que el aparato que te indica rigurosamente el trayecto… 

Sea cual sea, el oficio del conductor es sacrificado y a la vez extraordinario, un oficio que además es respetado por allegados y simpatizantes, y eso se celebra en la gran fiesta de San Cristóbal, que con mucho mimo prepara la Junta.

Con ese mimo que, tarareo, «San Cristóbal nuestro patrón os dedicamos esta canción» acude la Junta con su musa y simpatizantes a por su santo ubicado en la antigua carretera NIII. Allí brindan y bajan al santo con la música pegadiza y haciendo sonar esos pitos, que en otras circunstancias accionas para quejarte de alguna maniobra vecina. Ese fin de semana los pitos son sinónimo de fiesta. Con ese mimo deciden quienes van a ser los que reciban el santoral, ese santo que se entrega como reconocimiento de años de entrega a tu oficio, o bien, por contribuir al volante a través de otros quehaceres.

Con ese mimo, el cura oficia la misa y bendice a los vehículos al compás de los pitidos. Es motivo de celebración, compartir una profesión, un estilo de vida, sacar tu oficina a pasear por el pueblo un domingo por la mañana, vestirlo de gala y celebrar que, a pesar de pasar confinamientos, subidas de carburante, huelgas y lo que vendrá, tu oficio vale la pena, y ese fin de semana se comparten risas, anécdotas, penas y alegrías y como música de fondo pitidos al unísono.

Por San Cristóbal, nuestro patrón.

Virginia Bartolomé Marzo
Fan de San Cristóbal

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