Érase una vez

Érase una vez un tiempo en que los padres mandaban y los niños/as obedecían. Un tiempo donde el centro del universo no eran los niños/as y las familias enteras no giraban en torno a ellos. Había una vez en que los adultos dirigían su vida y decidían qué hacer sin pedir permiso o la aprobación de sus hijos e hijas.

En aquel tiempo, cuando salías (rara vez) a cenar con tus padres a algún restaurante o similar, los últimos en sentarse a la mesa, si es que se sentaban eran los niños, por varias razones:

* Primero, porque en lo último que pensaban los niños/as era en sentarse en una mesa, lo que querían era jugar con el resto de niños/as que estaban por allí.

* Segundo, porque si se sentaban los primeros, su madre o su padre se encargaba de levantarle rapidito con la frase correspondiente: “vete a jugar por ahí que cuando traigan tu cena ya te llamaré, vale, que esto es para los mayores”.

* Y tercero, porque por aquel entonces no querían comer nada en especial, ni beber nada en concreto y lo más importante, en la mesa no había nada con lo que entretenerse (móviles y demás).

Y a pesar de que no se sentaban en la mesa, comían un bocadillo mientras jugaban y les daban un vaso de agua cuando conseguían que algún adulto de la mesa les hiciese caso; nadie salió traumatizado y ni mucho menos dejaron sus padres de cuidarlos ni un solo momento. 

Se entendía perfectamente cual era el lugar de los niños/as y el de los padres. 

Otro detalle era que cuando se levantaban de la mesa y decían: “a casa”, pues a casa que se  iba todo el mundo sin barracos, gritos, numeritos… porque, insisto, sabían cual era su lugar, obedecer a sus padres y punto.

Siempre ha habido excepciones, por supuesto, el problema es cuando la excepción se convierte en norma y el cuento no tiene un final feliz.

Pero si alguien tiene dudas de que esto sea verdad, si pensáis que es una opinión vacía de contenido, os invito a que lo corroboréis vosotros/as mismos/as.

Para ello solamente tenéis que reservar mesa en un bar, terraza, restaurante… de vuestra localidad y esperar a que venga alguna cuadrilla de amigos con sus respectivas familias llenas de niños. Veréis como ha cambiado el cuento. 

Y colorín colorado este cuento no ha acabado.

Con D de Dátil

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