Lo diferente de ser iguales

«Teniendo en mi mano una herramienta que puede abrir muchos ojos, ¿cómo no la voy a aprovechar?». Esto fue lo primero que se me vino a la cabeza cuando me decidí a empezar el proyecto de mi vida: Ni más ni mano.

Abrir ojos y tender manos es lo que llevamos haciendo desde que arrancamos con lo que yo llamo «revolución». La revolución de las diferencias, de los cuerpos, de las capacidades. Ni más ni mano nace de eso precisamente. 

Con una concepción de la discapacidad tan integrada y tanto por decir, no iba a quedarme de brazos cruzados mirando cómo la sociedad sigue viviendo en el desconocimiento y en la ingenuidad. Nací sin una mano, no soy ni más ni menos que una persona que tiene dos. Se acabaron los cuerpos normativos y los cánones de perfección idílica que nadie puede alcanzar. La realidad es la de las diferencias, esas que nos hacen iguales y que todos tenemos en común: que somos personas diferentes.

Nacer y vivir con una condición de discapacidad pegada a ti como una sombra te hace tener una visión distinta del mundo. Yo no puedo ver a través de unos ojos que no conocen lo que es esto, pero cualquier persona puede cambiar su mirada y ponerse las lentes de la empatía. Para ello me expongo, no me escondo, me revelo y alzo la voz. Es necesario como sociedad y como individuos que quienes vivimos en primera persona cualquier tipo de condición de discapacidad hagamos llegar nuestro mensaje para que nadie olvide que estamos aquí, que somos más, que también formamos parte y que la discapacidad no nos condiciona. 

Muchas veces, mientras suelto mi discurso, me pregunto si es necesario o si no es obvio lo que estoy diciendo, puesto que para mí lo es, pero nada más lejos de la realidad, sigue haciendo falta que hablemos, que contemos y que gritemos. El mundo necesita que se renueve el sentido de la palabra «discapacidad», que se borre la connotación negativa y que se resalte la capacidad que todas las personas tenemos, porque si algo somos es capaces. Necesitamos convivir, hacer comunidad y relacionarnos con otras personas, romper la barrera social que nos separa y compartir todas nuestras discapacidades. Sí, todas, porque la discapacidad es visible como la mía e invisible como la de muchas otras personas. 

Si me detengo durante ciertas etapas vitales, de la infancia rescato la gran mayoría de los aprendizajes morales que tengo. Siempre lo digo, pero mi mejor maestra fui yo, fue mi versión pequeña, vulnerable e ingenua la que me enseñó a gestionar cada situación desagradable, cada nuevo reto, cada nueva aventura y cada nuevo enfrentamiento. Esa niña pequeña es la que me ha dado la capacidad de ir por la calle en manga corta sin tener que esconder el muñón, es la que me ha llevado a estudiar la Terapia Ocupacional como mi gran vocación, me ha ayudado a quererme y a no destrozar mi autoestima, y me ha enseñado a crecer con ese mismo espíritu que mantengo hoy en día. 

No todo es fácil y bonito, no siempre. El proceso es largo y lento, y en ocasiones doloroso. A nadie le deseo los años de bullying que yo he vivido, ni un entorno que no le comprenda, cosa que no conozco porque yo soy afortunada con mi familia, pero me consta el miedo que da un diagnóstico no esperado.

Por eso la necesidad de llegar a otras personas, de enseñarles mis formas de hacer las cosas, de desenvolverme en mi día a día, de ser un reflejo para sus hijos/as, para sus familiares, o para ellos/as mismos/as. De dejar que vean que se puede todo siempre, sea como sea. El proyecto tiene esta finalidad y así la estamos llevando a cabo: vídeos, charlas, jornadas de concienciación, acompañamiento a familias,  colaboraciones con otras entidades que comparten nuestros valores… y mucho más dentro de esta plataforma en la que toda persona tiene lugar. Desde Ni más ni mano nos involucramos en el movimiento activista en la discapacidad y esperamos que estos pasos que damos lleguen lejos, empezando por romper estigmas y terminando con el desconocimiento médico y social de enfermedades raras o poco comunes.

Tenemos la mirada en el presente para cambiar el futuro. Javi, mi mano derecha en esto, tiene un papel fundamental para que todas estas cosas pasen, y sin él para nada sería lo mismo. Me hace feliz saber lo mucho que vamos ayudando y que lo vamos a seguir haciendo. 

Aprovecho estas líneas para cerrar dando las gracias a cada persona que hace que estemos aquí, que dan sentido a todo. Especialmente quiero dirigirme a los vecinos y vecinas de Buñol que tan bien están recibiendo el proyecto, que tanto colaboraron en la XVII Feria del Comercio y que tanto amor me hacen llegar. Estoy eternamente orgullosa del pueblo que me ha visto crecer. 

Sigamos contribuyendo a que las barreras se vayan rompiendo y no dejemos de lado las causas que tanta voz necesitan y tan silenciadas están. ¡Nos leemos a la próxima!

Regina Martínez Álvarez
Creadora de «Ni más ni mano»

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