Uno de los calurosos del mes de julio…

Algún filosofo antiguo, mejor no buscar el nombre para que todos los antiguos filósofos se disputen la frase, decía algo así como: «El sentido de la vida humana no es otro que mirar el cielo». Es decir, que entre tanta incompletitud individual y colectiva, propia o ajena, antigua o moderna, sentarnos o tumbarnos sobre la tierra y mirar el cielo, bien en el día, bien en la noche, nos colmaría de sentido frente al continuo sin sentido ordinario…

«…Y así, sin dar parte a persona alguna de su intención y sin que nadie le viese, una mañana, antes del día, que era uno de los calurosos del mes de julio, se armó de todas sus armas, subió sobre Rocinante, puesta su mal compuesta celada, embrazó su adarga, tomó su lanza y por la puerta falsa de un corral salió al campo, con grandísimo contento y alborozo…»

La lectura, desde luego, no sería (únicamente) el sentido profundo del ser humano, pues de ser así habríamos vagado largos milenios sin agarre a sentido alguno, existimos como especie mucho antes que la escritura y mucho antes que la lectura.

«¿Quién duda sino que en los venideros tiempos, cuando salga a luz la verdadera historia de mis famosos hechos, que el sabio que los escribiere no ponga, cuando llegue a contar esta mi primera salida tan de mañana, desta manera?: Apenas había el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos, y apenas los pequeños y pintados pajarillos con sus harpadas lenguas habían saludado con dulce y meliflua armonía la venida de la rosada aurora, que, dejando la blanda cama del celoso marido, por las puertas y balcones del manchego horizonte a los mortales se mostraba cuando el famoso caballero don Quijote de la Mancha, dejando las ociosas plumas, subió sobre su famoso caballo Rocinante y comenzó a caminar por el antiguo y conocido campo de Montiel»

Podrá ser que la lectura por si sola no aporte «sentido profundo a la vida» pero, a veces, si miramos el cielo, que según el filosofo antiguo sí daba este sentido, levantando la mirada desde un libro en cuyo instante anterior navegábamos, con nuestro portentoso cerebro, en el perfecto río de las palabras escritas. Entonces esa tarea de sentido «mirar el cielo» se multiplica e incrementa en su valor e incluso podemos sumergirnos en un estado de «completitud agraciada» o Gracia sin más. Por ejemplo, estamos en julio por los Campos de Montiel o en una pagina con el Licenciado vidriera o en uno de los trances de Lázaro de Tormes, o somos Fortunata, la de Galdós, o Raskólnikov, el de Dostoyevski  o navegamos con Odieso, o acompañamos a K. o estamos con Larra en esos sempiternos vericuetos hispánicos pero viajando en este verano del 22 del siglo 21 y… alzamos la mirada hacia los cirros o los cúmulos o las estrellas o el azul límpido de julio y… la completitud o sentido de este ejercicio de mirar el cielo acompasado de la lectura nos hace resonar en la vida, viviendo en quienes vivieron, viviendo en quienes vivirán, viviendo en quienes vivimos…abarcamos más, vivimos más, moramos en cierta ilimitada riqueza y sí, sí: las guerras siguen, los terrores múltiples y otras hecatombes siguen y por fortuna la benignidad también sigue y apuntala la vida… pero a la vez hay un hacer, un mirar, un leer, un estar… (cielo y lectura) que da riqueza y, sobre todo, sentido a tamaño sin sentido…

«…Dichosa edad y siglo dichoso aquel adonde saldrán a luz las famosas hazañas mías, dignas de entallarse en bronces, esculpirse en mármoles y pintarse en tablas, para memoria en lo futuro…»

Porque leer en verano cunde más… 

Biblioteca Pública Municipal
bibliotecaspublicas.es/bunol

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